Todavía recuerdo el día en que me acusaron de asesinato, había un nudo atorado en mi garganta, las palabras no salían y mi pecho dolía, cuando tocaba mi rostro podía sentir las lágrimas brotaban sin detenerse.
Aprendí que, si comenzaba a llorar, lloraría por siempre.
*****
La mesa de la familia Sigfred ya está llena, además de los señores Sigfred, hay varios invitados a los que no conozco, de pronto, las diez sillas no son suficientes.
– Señorita, ¿necesita algo?
Una mujer de cabello negro me mira de pie junto a la mesa.
– Estoy bien – miro en todas direcciones buscando una silla disponible, hay muchas mesas, algunas con pocas personas, ubico una y camino hacia ella – disculpe, ¿puedo tomar la silla?
– Adelante.
Mis manos tocan la silla y alguien más la toma, es el General quien camina de regreso a la mesa y mueve su silla para acomodar mi lugar junto al suyo.
Kayla me mira con odio y cruza los brazos, el lugar en el que ahora voy a sentarme era el suyo, se nota lo infeliz que eso la hace, me hizo recordar el día en el que ella tomó mi lugar en la mesa y yo ni siquiera pude quejarme.
– Tristán, ¿conoces a esta señorita? – pregunta la mujer de cabello negro que me preguntó si necesitaba algo.
– Tía, ella es Marjory Sheridan, mi esposa.
– ¡Oh!, ya veo, esa, chica.
Lo dice con un tono despectivo y su mirada va hacia la señora Sigfred que asiente con la mirada como si intercambiaran algún secreto que desconozco.
No es importante.
Puedo ignorarlo.
El Duque y su ahora esposa inician un baile en el centro de la pista, a mi alrededor solo hay expresiones de felicidad y palabras de aliento hacia la nueva pareja, desde esa perspectiva Isabela se ve hermosa y feliz.
Toda mi vida pensé en ella como la Santa, la mujer perfecta enviada por la diosa Ameritia para traer felicidad a la tierra, así era como mi madre la definía, cada día me recordaba lo perfecta que era y lo importante que era protegerla.
¡Se hacen sacrificios por la familia!
En mi caso, esa frase siempre significó: se hacen sacrificios por Isabela.
Pero, ser la Santa no exenta de errores, Alma Silas, la madre de Isabela fue la Santa de su generación y cometió el error de escapar con un hombre que la dejó embarazada y la abandonó a su suerte.
Y mi abuela, Gabriel Terran, Santa de su generación, no pudo perdonar a su hija, la abandonó y la descuidó obligándola a dar a luz sin ayuda, sí ella hubiera sido amable o hubiera tenido un poco de compasión, su hija no habría muerto, Isabela tendría una familia y yo no tendría que haber compartido a la mía.
Ambas fueron Santas, herederas del poder de la diosa, ejemplos que el mundo debía seguir y ambas, cometieron errores que a la vista de la iglesia son graves.
Si las palabras de Lady Ania son verdaderas e Isabela planeó encontrarse con el Duque, significa que nunca amó al General y la relación que tuvieron existió solo mientras él le compraba vestidos y joyas que ella pudiera presumir.
La imagen que tengo de mi prima se desborona.
Todos miran a Isabela bailar con su hermoso vestido, yo solo puedo ver a la mujer que arruinó mi vida y que me usó para deshacerse de su novio y casarse con un hombre más poderoso sin el estigma de las cartas y noches que ella y el General compartieron.
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La petición de la mujer malvada
RomanceTítulo: La petición de la mujer malvada Historia original Actualizaciones Martes y Viernes - Majestad le pido que me conceda el divorcio. La mujer con corazón de hielo que robó el novio de su hermana, le provocó un aborto a la amante de su marido y...