Jamás diré que el Duque Daigo no cumple sus promesas, aunque preferiría que, por su edad, su memoria estuviera deteriorada.
– Mi señora, ella es la institutriz Valdera, ya he hecho espacio en su horario para que puedan pasar juntas tres horas durante cinco días a la semana.
– Muchas gracias – aprecio tanto que mi mayordomo se haya tomado la molestia de privarme de mi tiempo con mis mucamas para tomar clases de etiqueta.
Desearía poder despedirlo.
Los ojos de la institutriz son fríos, me mira desde arriba con una expresión dura, no tengo un buen presentimiento sobre todo esto.
– Barbilla arriba – me empuja el rostro con la punta del abanico – espalda recta – me empuja hacia el frente – no baje la mirada, relaje los hombros, quiero verla caminar.
Apostaría lo que fuera a que voy a hacerlo mal, pero por lo menos tengo que intentarlo. Solo son unos cuantos pasos.
– Baronesa, ¿qué está buscando en el suelo?
Una trampilla para meterme – lo siento.
– No se disculpe, jamás pida disculpas a alguien de menor rango y deje de mirar el suelo.
Si no miro el suelo voy a caerme.
– De nuevo, mirada al frente.
Mis ojos se cierran y aprieto los parpados.
– Baronesa, tiene mi permiso para caminar.
– ¿Qué?
– Por la forma en que me mira, tengo la impresión de que, si no le doy mi permiso no caminará, tiene la pose de una sirvienta con las manos entrelazadas al frente, la vista siempre sobre el suelo, miré a su alrededor, esta es su casa, no hay a qué temerle, de nuevo, alce la barbilla, busque un punto en la pared y no baje la mirada.
Un punto en la pared, la caja de Marcela es demasiado baja y la ventana está a un costado, miró una de las lámparas y doy pasos cortos y decididos.
Esta es mi casa, lo peor que puede pasarme es caer y si eso sucede no hay riesgo alguno, no hay raspón que no pueda sanar y las personas a mi alrededor son de confianza.
Solo es un tramo corto.
– Lo hizo muy bien.
¿De verdad?
– Una vez más – coloca dos libros encima de mi cabeza.
Si lo hice bien, ¿por qué tengo que usar esto?
Mi mirada va hacia el suelo instintivamente y mi cabeza baja a fuerza de la costumbre, creo que es por eso que no me había dado cuenta que soy más alta que Isabela, siempre miré desde abajo.
*****
– El abanico es una extensión de su brazo.
¿Por qué siempre llega tan puntual?, ni un minuto más tarde ni más temprano, y por supuesto, se va exactamente a la hora.
– Espalda recta, estar sentada no es excusa para bajar la mirada.
No debe tener una vida.
– ¿Qué temas domina?, ¿política?, ¿economía?, ¿filosofía?, ¿religión?
– Religión.
¡Diosa Ameritia!, muchas gracias por permitirme responder esa pregunta.
– ¿Algún pasatiempo?, ¿bordado?, ¿costura?, ¿tejido?, ¿pintura?, ¿toca algún instrumento?
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La petición de la mujer malvada
RomanceTítulo: La petición de la mujer malvada Historia original Actualizaciones Martes y Viernes - Majestad le pido que me conceda el divorcio. La mujer con corazón de hielo que robó el novio de su hermana, le provocó un aborto a la amante de su marido y...