90. El rey con insomnio (4)

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Pidiendo ir a un lugar más solitario y enviando a mis sirvientes lejos, es como si mi esposo estuviera pidiendo que se marcharan para poder golpearme sin interrupciones, quiero quejarme, pero es mi marido, legalmente puede hacer lo que quiera y nadie hará justicia en mi nombre, por el contrario, me preguntarán qué hice para ganarme su disgusto, es así como funciona.

Estando solos me siento en un lugar desde donde puedo verlo, cruzo las piernas, realmente lo que diga no importa.

– ¿No vas a disculparte?

– En absoluto, lo disfruté mucho.

Desvía la mirada – en el futuro intenta cuidar un poco tu imagen, ganándote enemigos, solo conseguirás la muerte.

– No te preocupes, las mujeres como yo sobrevivimos hasta el final.

– Sobre tu visita al campamento.

Creí que defendería a su amante más encarecidamente, romperá el corazón de la señorita Escarlata, debió pasar tanto tiempo maquillándose.

– Será mañana.

¡Tan pronto!, mi hoja de reclutamiento llegó apenas hace tres días.

– Mi comandante eligió un grupo de hombres para protegerte, los veremos mañana por la mañana, el rey Diaval firmó un acuerdo para garantizar tu seguridad y durante el tiempo que dure la guerra te quedarás en su campamento, te aconsejo que mantengas un perfil bajo y cuando el rey descubra que no puedes sanar, asume la responsabilidad, el reino entero no tiene que pagar por tus sueños de gloria.

Actúa como si todo fuera mi culpa.

Curé sus heridas, lo hice en varias ocasiones y significo nada, si hubiera sanado a un perro habría obtenido una reacción más visceral.

– ¿Tú qué harás?

– Volveré al campamento de Undra.

Significa que no estará al tanto de lo que suceda conmigo.

Debería estar enojada, en lugar de eso siento alivio, mediodía, dieciocho horas más y no tendré que verlo por un largo tiempo – si es todo, iré a preparar mir cosas.

– Cuando llegue el momento, no te salvaré.

– ¿Alguna vez lo has hecho?

*****

Después de que me vaya el castillo pertenecerá a la señorita Escarlata y eso significa que todo lo que poseo y las personas a las que estimo, estarán en sus manos.

Tan peligroso como suena, tenemos que empacar el agua bendita restante, no es seguro dejarla en la mansión y sobre Susana, Lionel y los demás, no pueden quedarse.

Los abrigos son difíciles de doblar.

– Le escribiré a la Condesa Mirra para que los acepte por un tiempo, no puedo pagar un alojamiento en la ciudad, pero definitivamente les pagaré.

– No se preocupe señora, nos las arreglaremos.

¡Marcela!

– Espera, me llevaré la caja en el carruaje, no me gusta dejarla entre las maletas.

– Tendría que llevarla en brazos cuando se traslade, déjela con nosotros, la mantendremos a salvo.

Es probable que tenga razón – siento que estoy siendo arrastrada por la marea.

– Señora, tenga un poco de esperanza, estoy segura que la tratarán bien.

– Ágata, ¿qué sabes sobre el rey Diaval?

– ¿Eh?

Agoté la cantidad de personas a las que les he podido preguntar y todavía no obtengo una respuesta.

Sé que asesinó a su hermano por supervivencia y sobre su declaración de guerra. Barbaros es tierra de piratas y bandidos, era cuestión de tiempo para que nos atacaran, por eso siempre hay un puesto militar en la frontera y él los atacó primero.

O es demasiado inteligente o muy tonto, sin conocerlo, no puedo formarme un criterio y no quiero prejuzgarlo, aunque tal vez ya lo estoy haciendo – me gustaría saber qué tipo de vida me espera, cómo es esa persona.

Ágata me sonríe – señora, no se preocupe, le garantizo, no hay un lugar en el que esté más segura que junto al rey Diaval.

Lo dice tan convencida, me gustaría tener su optimismo.

Tenemos éxito disfrazando el agua bendita de comida. Todo está listo, pensé que la mansión ducal de la familia Daigo sería el lugar donde pasaría el tiempo hasta mi divorcio, en verdad pensé que aquí estaría a salvo, pero resultó ser otra parada temporal.

Afuera de la entrada me espera Tristán con su uniforme de General y montando un caballo.

– Date prisa, estamos retrasados.

La razón por la cual monta, es porque no quiere sentarse en el mismo carruaje que yo, esto me recuerda el día de nuestra boda, solo que esta vez, nos estamos separando, un día, después de nuestro divorcio me lo encontraré en la calle y pasaremos de largo sin mirarnos uno al otro.

El carruaje se mueve y el trayecto comienza muy lentamente, puedo correr las cortinas y admirar el mismo paisaje por un largo tiempo.

La espera es larga, comienzo a sentirme aburrida.

*****

Nos detenemos bruscamente y mi cuerpo se inclina al frente, si no me hubiera sujetado me habría golpeado. La puerta se abre, más bien, es empujada con fuerza, Tristán me mira de reojo y se mueve para que yo pueda bajar.

No quiero verlo como si estuviera siendo vendida y tampoco como si estuviera siendo entregada a un sanguinario asesino, quiero verlo como algo bueno, una experiencia diferente, un nuevo camino al cual no temeré.

Hay un carruaje y cuatro caballos, tres de ellos llevan túnicas negras y por su apariencia son caballeros, el hombre que está al frente de ellos viste una túnica dorada muy elegante con piel de lobo blanco, el sol me ciega por un momento antes de poder ver sus rasgos, monta un caballo blanco, la túnica esta ajustada en un costado, su piel es muy clara, su cabello blanco y sus ojos rojos.

Es Alexis.

– Rey Diaval.

¿Qué?

– Como parte del acuerdo la Baronesa Marjory Sheridan de Sigfred se quedará en su campamento hasta que la guerra termine.

¿Qué?

No puedo reaccionar, ¿qué está sucediendo?

– A partir de ahora sus acciones quedarán bajo su responsabilidad.

Más que un acuerdo, siento que Tristán se está deshaciendo de mí gustosamente.

– En ese caso..., no podría estar más feliz.

La voz de Alexis me sigue pareciendo infantil, pero a diferencia de Tristán, es más amable, él me mira con una sonrisa y baja de su caballo para pararse frente a nosotros y extiende la mano en mi dirección.

– Señorita Sheridan, ¿me haría el honor de acompañarme?

Este chico es el mismo que entró a mi habitación empapado de pies a cabeza, no lo estoy soñando ni estoy viendo a un hermano gemelo, se trata de él.

– Marjory, date prisa – dice Tristán.

Dejar el lado de mi esposo y tomar la mano de un desconocido que me mintió sobre su identidad y a quien en realidad no conozco, mil y una veces mi decisión sería la misma.

Camino lentamente pasando por un lado de Tristán y sigo hacia Alexis. Él sonríe – Rey Alexis Diaval, es un placer conocerla señorita Sheridan – besa el dorso de mi mano y sonríe – prometo que te protegeré.

Cuando hizo esa promesa sentado con las piernas dobladas sobre mi cama, pensé que era un niño jugando a ser un adulto.

Me inclino en una reverencia – Majestad, mil años de gloria.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora