55. Un pacto de sangre (1)

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El castillo de la Marquesa tiene la misma apariencia aterradora, pero ya la he visto antes, lo que es diferente hoy es

– Baronesa Sigfred, me alegra tanto contar con su visita.

– El honor es mío, Marquesa Morgana.

Estoy acostumbrada a ser escoltada al recibidor, encontrarme con la Marquesa y ser yo quien se presente, ser recibida en la entrada es demasiado extraño y me produce calosfríos.

– No hay porque temer, ven, te guiaré.

– Lo agradezco.

Conozco el camino, no es mi primera vez visitándola y una vez me quedé por tres días, por eso sé, que este no es el camino correcto, para entrar al recibidor se sigue derecho después de la entrada, en lugar de eso giramos y seguimos por un pasillo oscuro, bajamos un piso hacia un pasillo más oscuro y seguimos derecho.

De reojo miro a Ágata, me siento un poco nerviosa, pero si digo algo seré tomada como irrespetuosa, tengo que confiar, hasta que el hijo o hija de la Marquesa nazca, me necesita con vida.

– Debe ser interesante convertirse en un noble, aunque hoy en día los títulos están sobrevaluados, son una carga cuando hay que seguir todas esas reglas y etiquetas.

– Bastante.

Ella sonríe – ya no podrás encerrarte en tu pequeña casa de campo, en el futuro te verás envuelta en reuniones para tomar el té y todo el mundo querrá saber cómo va tu matrimonio.

Tristemente.

– Te ayudaré un poco con eso, no tienes por qué asustarte.

Es difícil no tener miedo cuando el camino se vuelve más oscuro y el aroma en el aire se torna pesado y podrido, de pronto nos detenemos, el guardia de la Marquesa toma una antorcha y se abre una trampilla del suelo.

– Quiero que conozcas a alguien, es por aquí.

La trampilla termina de abrirse y el olor me golpea como si fuera un objeto pesado, conozco ese olor a podredumbre, sangre, desechos y huesos convertidos en pus, es una cámara de tortura.

– Lo estás haciendo esperar, vamos, acompáñame, es un invitado muy especial.

Bajo con ella.

Con la luz de la antorcha es posible ver al hombre en el suelo, de los muslos hacia abajo sus huesos no son más que una sustancia viscosa de color amarillo, su piel está llena de marcas con pus, sería correcto decir que ese hombre se pudre de adentro hacia afuera mientras es mantenido con vida, de sus rasgos, no puedo adivinar como lucía antes de ser encerrado.

– Te presento al Barón Duran, cariño, preséntate con la Baronesa Sigfred.

El hombre mira levemente hacia arriba y sus labios tiemblan, luego me mira con un poco de esperanza y musita en silencio una única palabra, ¡ayuda!

– Es un placer conocerlo, Barón Duran – me las arreglo para que mi voz no tiemble y mantengo la compostura.

A mi lado, la Marquesa sonríe – habrás escuchado hablar de él, solía ser, ¿qué categoría podría darle?, una especie de amante, más un sirviente, era tan amable, me enviaba galletas como obsequio sin falta cada vez.

Mis manos se aprietan, este es el hombre que la envenenó y le produjo una serie de abortos – no he escuchado de él.

– Es una pena, querido, ¿no dijiste que todo el reino buscaría debajo de las piedras hasta encontrarte? – se burla – sabes, la Baronesa Sigfred es una sanadora, ella podría sanarte, ¡sería muy divertido!, podría ver el proceso de tus huesos derritiéndose, todo de nuevo, ¿no te parece grandioso?

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora