53. Demasiado tarde (1)

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El anuncio se hizo oficial en el transcurso del día, para la mañana siguiente todas las personas en la capital conocen el título que le fue concedido al General.

Oficialmente este tipo de eventos requieren tiempo y la reunión de un consejo, pero el Duque Daigo es un miembro del consejo y también hermano del rey, todos los preparativos oficiales fueron saltados y simplemente hizo el anuncio.

No me gusta.

– Ágata, la Marquesa, ¿ha mencionado algo?

– Ella dijo que se reunirá con usted más tarde.

*****

Los regalos llegaron.

Solo inventariar todo esto será un infierno de trabajo, para Lionel, a quien le daré un gran bono de fin de año, cuando consiga dinero.

Suspiro.

Alguien debería decirle al Duque Daigo que nuestra casa es pequeña y que muchas de esas cosas no son necesarias, candelabros, pinturas, cortinas, alfombras y

¡Sirvientes!

– Buenos días mi señora – un hombre baja la cabeza ante mí en una clara reverencia, es demasiado extraño ver a un hombre hacer eso – soy Mateo Laran, el Duque Daigo me envió para ser su mayordomo, puede llamarme Mateo, será un placer servirla.

– Es un placer, ella es Julia Ágata, mi ama de llaves, Ignacio Lionel, mi abogado y Sir Claude Evans, mi guardaespaldas.

– Señora, antes de instalarnos quisiera presentarle al personal que el Duque envió para atenderla – aplaude y siete personas se enfilan, todos vestidos con uniformes muy elegantes y con modales recatados – fueron elegidos personalmente por su alteza y tienen órdenes estrictas de obedecerla solo a usted, cualquier cosa que necesite, no dude en pedirla.

– Es muy amable.

Todos estos regalos no son gratuitos, vienen con una gran condición, el General se muda a la mansión por los siguientes dos meses hasta que su viaje con el Duque.

*****

– Señora, tenemos visitas – me dije el mayordomo Mateo con mucha tranquilidad.

– ¿Quién?

¿Por qué pregunté?, ¿qué otra persona visitaría a mi marido para felicitarlo por su buena fortuna?

El rostro de Isabela se ilumina en cuanto me ve y corre a abrazarme.

– Me enteré apenas esta mañana, debiste enviarme una carta, no puedo creerlo, mírate, Baronesa Sigfred, estoy tan feliz por ti – me abraza de nuevo – ¿cómo te sientes?

La sonrisa en su rostro me hace sentir enferma, esta casa todavía tiene una habitación suya con ropa, zapatos, maquillaje y accesorios, y si una habitación pudiera ser preservada estoy segura que el General habría conservado su aroma, pero ella se presenta sin una gota de vergüenza, si ella no protege su reputación, ¿por qué yo debo sacrificarme para protegerla?

– Responde – el tono grave y duro del General hace que mi piel se erice – Bela te hizo una pregunta, deberías responderle.

Isabela se humedece los labios y me mira de forma nerviosa – está bien, Marjory debe estar cansada, soy yo la que causó molestias, como lo prometí, vendré a visitarlos en cuanto pueda.

– ¡Vendrás! – ahora que lo pienso es bastante obvio, nada la detuvo de visitar la mansión Sigfred en el pasado, ¿por qué no visitaría a mi marido ahora que tiene un título?, aunque el rango de Barón es un poco bajo para sus estándares, creo que este es su acto de beneficencia – en ese caso, prima, envía una carta avisando la fecha para que pueda hacer los preparativos y me gustaría que invitaras al Duque Bastián, solo lo vi una vez, me gustaría conocerlo mejor.

Las manos del General se aprietan ante la sola mención del esposo de Isabela.

– Así será, lo planearemos con calma más tarde, ya tengo que irme.

– ¿Por qué? – lo pregunto con una expresión de confusión – sí lo haces será un poco extraño, puedes quedarte en la mansión cuando estás prácticamente a solas con mi marido, pero sí llego yo, repentinamente te vas, haces que parezca que te estoy corriendo – la sonrisa de su rostro se borra.

Los ojos del General destilan rabia mientras me mira.

– Entonces me quedaré un poco más – Isabela no sabe qué responder, mira al General como una súplica de ayuda.

– Te acompañaré a la entrada, Marjory, tú espera aquí.

Me siento a esperar, no es por mucho tiempo, veinte minutos después de que el General va a dejar a Isabela, regresa y me mira, personalmente pensé que su despedida tomaría más tiempo.

– Ni siquiera por un día, puedes comportarte.

– Usted no me respeta como su esposa, pero yo tengo que respetarlo como mi marido, ¿no cree que es injusto?

– Todos ustedes, fuera – le grita a la servidumbre.

Ágata me mira para estar segura y se va de la habitación después de que yo le doy mi permiso, lo mismo pasa con el asistente Darlian y el mayordomo, en la habitación solo quedamos los dos.

– ¿Qué es lo que intentas?

– Evitar la viudez recordándole a mi marido que no debe cortejar a una mujer casada, el Duque Bastián está enfermo, no es un idiota, tarde o temprano se dará cuenta de que ustedes tienen una relación demasiado cercana.

Camina con la mano extendida para tomar mi cuello y termina sujetándome de la barbilla – ahora tengo el apoyo de un Duque, podría arrebatársela.

En mi rostro hay una sonrisa irónica – grandioso, ¿se lo dijo a ella?, General, solo por curiosidad, ¿cuál fue su respuesta?

Conozco a mi prima mejor de lo que él cree conocerla y por el dolor en sus ojos puedo ver que es cierto, le propuso que estuvieran juntos.

El momento en el que su frágil corazón fue pisoteado por mi querida prima, desearía haberlo visto.

– Tal parece, que tenemos algo en común, somos un par de idiotas que aman a quien no deben.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora