114. Matrimonios (2)

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Las canas se entretejían en su cabello muy delicadamente, su piel lucía tersa y el vestido que la hacía ver regordeta en realidad resaltaba su figura.

La Marquesa Morgana Van Tassel lucía elegante en un vestido negro con moños magenta y un sombrero cubriendo su peinado alto.

– Marquesa Morgana, no la esperábamos.

– En ese caso debió ser confuso para ti escribir la invitación con mi nombre.

– En absoluto – se congeló Jazmín Mondel – por favor pase.

Tiempo atrás la antiquísima amistad de Jazmín Mondel con la Santa rindió frutos y consiguió un prospecto de marido muy prometedor, el nuevo Barón Duran.

Tras meses de desaparición, el título del Barón Duran pasó a su sobrino Esteban Duran y ese día Jazmín se convertiría en la Baronesa.

Estaba feliz, su felicidad era más que completa, porque justo dos semanas antes de la boda Bela decidió hacer un viaje con su esposo y eso significaba que en el día más importante de su vida su prima no estaría ahí para hacer lo que mejor hacía, llamar la atención de todos.

Ese día Jazmín Mondel era la estrella y no dejaría que una mujer como la Marquesa Morgana lo arruinara.

Muy lejos de pensar en la novia a quien la Marquesa no conocía ni estaba interesada en conocer, ella miró hacia los establos.

Fue varios años atrás, un caballo escapó, corrió salvajemente y cruzó la línea divisora entre la villa de la familia Duran y el castillo de la Marquesa Morgana.

Cuando el caballo apareció, la Marquesa supo que era un intento burdo por parte del Barón para llamar su atención y dio la orden de que cuando llegara, se le llevara el caballo y se cerraran las puertas, nada más, no le daría la oportunidad a ese hombre de poner sus planes en proceso.

Lo que pasó, fue que un sirviente llegó al castillo, se llevó al caballo y desapareció.

El Barón ni siquiera se presentó.

La Marquesa que solía ser tan precavida fue tomada con la guardia baja, pensó que el incidente había sido una coincidencia y tras conocer al Barón creyó que podía usarlo.

Jamás pensó que ella sería usada en su lugar.

La boda dio inició y ella miro a su guardaespaldas – hace calor.

Gerald no dudó en tomar el abanico.

*****

Las palabras del sacerdote fueron ceremoniales, un cuchillo fue tomado, dos gotas de sangre cayeron sobre un plato y no hubo grandes sorpresas, solo más de lo mismo, para un hombre que había asistido a cientos de bodas, todo era rutinario.

Lo único que no era rutinario para el Archiduque Enebra, era el gran e impresionante busto de Tatiana Felian.

Samus Enebra acomodó su saco, peinó su cabello con las manos mirándose en un plato de plata, tomó dos copas y se acercó a la mujer más prometedora de la fiesta.

De Tatiana Felian sabía que era una mujer a la que no le sobraban pretendientes y que ella cortésmente los había rechazados todos para vivir una vida virtuosa, jamás faltaba a misa, estudiaba las escrituras y pasaba casi todo el día en el templo rezando.

Para una mujer modosita, un poco de rebeldía debía ser el equivalente a un postre cubierto de chocolate en el centro de una gran mesa, una vez que lo conociera sería imposible que lo rechazara – señorita Felian, es un gusto verla por aquí, si me permite, escuché que estas reuniones son más llevaderas sí se tiene la compañía adecuada.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora