20. Marquesa Morgana (6)

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La habitación se llena de silencio, la señora Sigfred se frota las manos con nerviosismo y se humedece los labios – es un milagro, después de llamar a todos esos doctores finalmente se ha curado – mira mis manos sin poder creerlo y les da la vuelta como si quisiera encontrar heridas, aunque tuviera que fabricarlas con un cuchillo – es verdaderamente

Sin palabras.

– ¡Oh!, es una gran noticia, niña, siéntate.

La obedezco de inmediato, no porque deba hacerlo o porque me asuste que esa mujer sea una Marquesa, sino por el aura que emite, solo con verla, siento la necesidad de ponerme de rodillas y agachar la cabeza con la esperanza de que ella no la corte.

– Mujer.

– Diga, Marquesa.

– Dije que quería hablar con la señora Sheridan, ¿por qué sigue usted aquí?

La señora Sigfred asiente y baja la cabeza – enseguida, Marquesa, cualquier cosa que necesite no dude en llamarme, estaré a su servicio.

Es gracioso y muy divertido ver a la señora Sigfred temblando, con toda su arrogancia y petulancia no puede olvidar que es la esposa de un comerciante y la mujer frente a ella es una Marquesa.

Verla sumisa y rebajada al nivel de una sirvienta es muy satisfactorio.

– No me gusta ser usada, así que seré directa – la voz de la Marquesa me saca de mis pensamientos – ¿puedes ayudarme?

– Puedo hacerlo.

La comisura de sus labios sube por un medio segundo antes de regresar a una expresión seria y me mira con cierta cautela – ¿qué quieres a cambio?

Trago saliva.

– Quiero salir de esta mansión.

La Marquesa alza una ceja – es algo muy fácil.

– ¿Lo es?

– El General Sigfred tiene una mansión a su nombre, una casa junto al lago, como su esposa legalmente la casa te pertenece, basta con que te mudes.

¡No es posible!

Él tuvo una casa propia todo este tiempo y me obligó a quedarme con sus padres.

– Por tu expresión asumo que no lo sabías.

– No lo sabía.

– Ya que arreglamos ese punto, ¿qué me pedirás a cambio de tu ayuda?

– Salir de esta mansión – me mira con confusión – soy una prisionera en esta casa, en cuanto le pregunte a la señora Sigfred sobre la otra casa, se negará, podría encerrarme por días solo para castigarme.

– ¿Qué hay de los sirvientes?

Niego con la cabeza – todos la obedecen, si les pidieran que me entierren un cuchillo y me saquen el corazón ellos lo harían.

Golpea la mesa con la punta de sus dedos y suspira muy lentamente, al mirarme, se levanta – ven conmigo.

El hombre que la acompañó abre la puerta, la señora Sigfred está de pie, casi podría jurar que intentaba escuchar las palabras dichas en el interior, al ver el rostro de la Marquesa, retrocede de prisa igual que un pequeño animal escapando de su presa.

Tan diferente del modo en el que me trató.

– Marquesa.

– Iré a dar un paseo, la señora Sheridan vendrá conmigo.

– ¿Qué?, no, de ninguna manera – responde de prisa y me mira – la señora Sheridan está muy enferma, será malo para su salud.

– Mi médico ya la revisó, ella está perfectamente sana.

La señora Sigfred se muerde el labio – Marquesa, mi nuera es una joven muy enfermiza, la más mínima corriente de aire la resfría, necesita muchos cuidados – extiende su mano para acariciar mi cabello y yo retrocedo, lo último que quiero son sus grasosas manos encima de cualquier parte de mi cuerpo.

– Es muy considerada, insinúa que no tendré el cuidado que su nuera merece, ¿quién lo diría?, parece que no soy suficiente para los estándares de su familia.

La expresión de la señora Sigfred cambia de inmediato – no quise decir eso, estoy segura que la Marquesa es una mujer capaz, una de bendiciones de este reino, es la preocupación de una madre.

Me suicidaría si fuera su hija.

– Calme su preocupación – responde la Marquesa sin la menor consideración.

– ¡Mamá!

La verdadera hija de la señora Sigfred hace su repentina aparición, Kayla lleva un hermoso vestido blanco que hace contraste con su largo cabello negro, tres collares, pendientes largos, el prendedor de mariposa y una peineta con rubíes.

– Marquesa, ella es mi hija Kayla, corazón, saluda a la Marquesa Morgana Van Tassel.

Kayla muestra una bella sonrisa, el maquillaje de su rostro es perfecto desde el colorete hasta las sombras blancas sobre sus ojos – es un placer conocerla Marquesa – hace una pronunciada reverencia.

La Marquesa Morgana ladea la cabeza al mirar a la joven y sigue su camino – Marjory, no te quedes atrás.

– Si – la sigo de prisa.

La señora Sigfred se adelanta – mi hija hará su debut en sociedad este año, es una joven tan elegante y hermosa, a veces tengo miedo de que algo le suceda.

– Con una madre tan cuidadosa, ¿qué podría pasarle?

La señora Sigfred me mira, aunque sus ojos destilen rabia no puedo escuchar sus pensamientos y eh decidido ignorar el movimiento de sus labios.

– Cuñada – Kayla de improviso se pesca de mi brazo – ¿a dónde vas?, me llevas contigo, las hermanas deben estar juntas.

Hay una delgada sonrisa en mi rostro – me gustaría, pero no hay espacio suficiente en el carruaje – pellizco sus manos obligándola a soltarme y camino cruzando el umbral de la mansión.

Lo he conseguido.

Mis zapatos hacen ruido sobre el mármol y tengo que mirar hacia el cielo para creerlo.

Esto no es un sueño.

No despertaré en una cama fría rodeada de paredes oscuras.

Es real.

Está pasando.

Un hombre alto vestido como caballero con una larga capa negra en cuya espalda se ve un cráneo rojo atravesado por una lanza se para ante mí y abre la puerta para permitir que la Marquesa suba, después de ella me ayuda a subir y me siento sobre un mueble acojinado por primera vez en semanas.

A través de la ventana puedo ver la mansión alejándose y saliendo de mi vida.

En verdad lo hice.

Mi rostro está lleno de lágrimas, solo viví en esa mansión por un mes y medio, pero se sintió como una eternidad, la comida desabrida, el pan duro, las noches frías, los días sin poder bañarme, todo se terminó.

– Si cumples lo que prometes, de mi cuenta corre que estés instalada en la mansión Sigfred.

– Lo haré.

La Marquesa Morgana tendrá un hijo, no importa que yo sea maldecida en el proceso.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora