43 Una boda digna de la hija de un Conde (4)

3.1K 462 11
                                    

Suspiro.

– No deberías buscarme.

– Somos primos.

Patrick rueda los ojos y se lleva la mano a la cabeza actuando como si fuera obvio que yo estoy fuera de lugar – camina.

Los dos bajamos los escalones.

– Sí es por mi culpa.

– No todo lo que pasa en el mundo es por ti – su tono es acusador – mamá eligió a un prometido para Liz, se comprometerán en un par de meses o ese es el plan, ella se encerró en su habitación y no ha salido desde entonces.

– ¿Con quién la comprometieron?

– No es tu asunto.

– Si ella no quiere casarse

– ¿Debería negarse?, tú tampoco querías casarte y lo hiciste – me mira fríamente.

Tiene razón, yo tampoco quería casarme y fui obligada a hacerlo, no soy la persona apropiada para defender a Elizabeth – ella, ¿qué pasará con su carrera como médico?

Elizabeth sufrió mucho desde que era pequeña, su poder es extraño e inédito en la familia, nunca habíamos tenido a alguien que pudiera diagnosticar cualquier tipo de enfermedad, pero no curarla, muchas personas pensaron que no podría desempeñarse como una sanadora.

Nuestra misión en los pantanos fue el día en que demostró que era capaz, y ya que no tiene habilidades de sanadora, pensó que podría estudiar y convertirse en una doctora.

– Ella, ¿seguirá estudiando?

Patrick negó con la cabeza – papá dijo que es una pérdida de tiempo y la sacó de la Academia, Marjory, te aprecio, pase lo que pase eres mi prima de sangre, pero cada vez que Liz se relaciona contigo sale perjudicada, hazme un favor, no vuelvas a acercarte a ella.

– Dijiste que esto no era por mí.

Se burla – no directamente, pero todo pasó después de que la Condesa fue a hablar con mis padres – gira hacia el resto de su familia dejándome atrás.

¡Esto no es justo!, Elizabeth no merece eso, quiero verla, quiero hablar con ella y ayudarla. Quisiera tanto tener la fuerza para hacerlo.

*****

Me siento mejor cuando estoy sola en el carruaje, la soledad es la mejor compañera para personas como yo.

El castillo del Duque Bastián es inmenso, tan impresionante como el de la Marquesa Morgana, pero con una gran diferencia, la luz que se cuela por las ventanas le da un aspecto casi celestial, afuera el jardín está dividido en secciones separadas por césped alto y el suelo está cubierto de adoquines.

– Señorita, su invitación.

La tenía el General, olvidé pedírsela – mi esposo llegará en unos minutos.

– Señora, me temo que no podemos dejarla entrar.

– Soy Marjory Sheridan de Sigfred, la esposa del Duque es mi prima, por favor, déjeme esperar.

El guardia me fulmina con la mirada – espere a un costado, hay una fila atrás.

Tengo que moverme y esperar, debí tener la precaución de pedir la invitación, no pensé que fuera a ser necesaria con la fecha equivocada.

Las personas entran y me miran de reojo mientras continúan pasando, si me encontrara con alguien conocido podría pedirle

No, Jazmín Mondel no cuenta como conocido, no quiero que ella me vea.

Tengo que aguantar un poco más, el General llegará pronto, por favor, date prisa.

– Señora Sigfred – la voz que me saluda es femenina y muy gruesa, la Marquesa Morgana – ¿espera a alguien?

– Mi esposo.

La Marquesa me mira de arriba abajo y sonríe. A su lado los guardias notan nuestra cercanía y uno de ellos baja la cabeza en señal de respeto antes de hablar – Marquesa, ¿la conoce?

Ella se ríe – ¿qué sí la conozco?, dime, ¿sabías que el Conde Sheridan tiene dos hijas?, Marjory es la otra hija del Conde y hermana de Isabela Sheridan de Bastián, lo que significa que simplemente dejaste fuera a la cuñada del Duque – sujeta mi brazo poniéndome delante del guardia.

Él comienza a sudar – señorita, lo lamento mucho.

– Es señora – lo corrijo.

– Señora, lo siento mucho, una disculpa.

Si yo hubiera dicho que era la cuñada del Duque o si hubiera actuado como una persona arrogante y déspota, ¿él habría reaccionado igual?, tal vez es el porte de la Marquesa, el aura asesina que emite o tal vez, es que, a diferencia de mí, puede defenderse de cualquier persona que la ataque, no necesita tener hombres a su costado o detrás de ella.

A diferencia de mí, nadie le cerrará una puerta.

– Muchas gracias Marquesa.

– No siempre podré ayudarla, señora Sigfred.

– Lo sé.

El salón del banquete es inmenso con un techo más alto que el de la iglesia, cada mesa es circular con el nombre de la familia en una etiqueta, hay adornos de flores, lámparas y una mesa de regalos, el espacio para la pista ocupa la mitad del espacio y en el frente hay dos largas escaleras que se encuentran en el medio cubiertas por una alfombra roja.

La mesa de la familia Sigfred está al frente, soy la única que ha llegado, sí estuve afuera esperando mientras todos me miraban, hacer lo mismo sentada sobre una cómoda silla será mucho mejor.

– ¡Ahí estas!, ven rápido.

Habría sido mejor.

Mi madre llega antes de que pueda sentarme y tira de mi brazo con fuerza, su agarre me está lastimando, ¿por qué las personas piensan que deben cortarme la circulación para tirar de mi cuerpo?

Me suelta al llegar a pasillo con pilares altos.

– ¿Qué hiciste durante la ceremonia?

– ¿Qué?

– Te dije que fueras por el relicario que estaba en el contenedor y el agua bendita se arruinó, te encargué la cruz de purificación y los dos hombres que fueron bendecidos recibieron una maldición, ¿qué hiciste?, estás tan celosa de tu prima que no pudiste soportarlo, ¡tenías que sabotearla!

Sus gritos resuenan, no estamos muy lejos del banquete, varias personas miran en mi dirección.

– Responde.

– ¿Qué podría hacer? – sí ella quiere gritar, también gritaré – Isabela es la Santa, ¿qué poder tengo para sabotearla? – se sorprende al mirarme y retrocede un paso – me quedé en mi asiento, recé como lo hago cada año y fui a recoger el maldito relicario porque existe el riesgo de caer al agua y soy la única en la familia a la que nadie extrañaría sí se ahoga en agua bendita.

Golpe.

Siempre que mi madre está molesta, golpearme la mejilla es la forma perfecta de desquitar su rabia.

– La única con el poder para maldecir a una persona, es la Santa, yo no tengo qué ver en esto, ¡madre!

– ¡Tú!

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora