30. Ceremonia de Purificación (2)

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Hice bien en no entrometerme en el diseño de ropa, no entiendo a la moda en lo más mínimo.

La tela del vestido es blanca con una serie de bordados plateados con flores en cada parte de la tela, básicamente no hay un solo espacio donde la tela sea lisa, me recuerda a las cortinas, la blusa interna tiene holanes y las mangas son una pesadilla.

Desde los hombros hasta los codos, las mangas son como las de cualquier otro vestido, pero justo en ese punto se cortan en dos pedazos y ambos caen hasta llegar a mis rodillas.

El día que mi madre me visitó, llevaba un vestido rojo con este mismo estilo.

– ¿Esto es lo que está de moda?

– Definitivamente, tuvimos mucha suerte de encontrarlo, señora – Susana termina de acomodar el dobladillo de la bastilla y se aparta para observar la obra – le dije que con pocos ajustes quedaría.

Los vestidos hechos a la medida son demasiado costosos, la mejor forma de conseguir un vestido de buena calidad a un bajo precio es comprar los sobrantes de las tiendas y hacerle los ajustes necesarios.

Y gracias a Susana que cose mejor que yo, el resultado es excelente – hiciste un buen trabajo.

– Señora, legalmente es socia de la Luna Creciente, pudimos pedir un vestido a crédito, pienso que habría sido mejor.

– No es necesario endeudarnos.

La Luna Creciente es la tienda favorita de Isabela, la visita dos veces a la semana, si voy habrá muchas oportunidades de encontrármela y no quiero eso.

Casi es gracioso que el General sea socio de su tienda favorita.

Es, muy gracioso.

– Ágata, pídele a Lionel que me traiga la lista de los negocios en los que el General invirtió.

Ella me mira un poco sorprendida por el cambio de tema, asiente y se marcha, tal vez estoy pensando demasiado.

Ágata regresa varios minutos después con la lista y la tomo entre mis manos, la primera vez que la leí no le presté mucha atención, eran negocios que no me competían, en primer lugar, está la tienda de ropa, en segundo una joyería, una tienda de sombreros y zapatos para dama, una cafetería especializada en postres y una tienda de cremas y cosméticos.

Todos son negocios que venden productos femeninos. Conozco las marcas, son las tiendas que Isabela frecuentaba, ella siempre nombraba las marcas cuando tenía productos nuevos.

– Señora.

– Estoy bien.

Lo sospeché tiempo atrás, pensé que el General e Isabela se comunicaban solo por cartas y aunque se conocieron tres años antes de la boda, solo pudieron estar juntos por un mes porque después de eso el Duque Bastián apareció, pero los tiempos no coinciden, un mes es muy poco tiempo para construir una casa, amueblar una habitación y pintar un cuadro.

– Ágata, de los cuatro sirvientes que quedaron, ¿cuál te parece más confiable?

– El señor Rómulo, es muy tranquilo, tiene ochenta años, se sienta en el jardín a podar el césped y eso es todo lo que hace al día.

– Tráelo, no, yo iré a hablar con él.

Salgo de prisa, ¡ay no!, el vestido.

Salgo después de cambiarme y me dirijo al jardín, justo donde Ágata me dijo, hay un hombre de cabello canoso sentado junto a las rosas con guantes en las manos y unas tijeras que apenas puede mover.

– Señor Rómulo – él me mira débilmente.

– ¿Señora?

– Si, quisiera preguntarle algo.

– Tiene que ponerse a su derecha – me dice Ágata – su oído bueno es el derecho.

No tengo tiempo para eso, toco sus orejas y hago lo posible por reparar el daño de sus oídos, ya es un hombre anciano, hay problemas en sus pulmones y en sus riñones, no puedo hacer mucho, solo lo suficiente para que me escuche y pueda ir al baño sin dolor.

Una sustancia verde se acumula en mis manos y cae al suelo, me aparto por el olor y me limpio con un pañuelo – señor Rómulo, aparte de mi hay una mujer de cabello rojo que solía visitar

Hay lágrimas en sus ojos, yo, no tengo tiempo para esto.

– Cabello rojo, ondulado y amarrado en un peinado alto, vestidos en colores claros, ¿la conoce?

Él mira sus manos que ya no están rígidas – la recuerdo, una joven muy hermosa.

– Si, es ella, podría decirme, ¿desde cuándo viene a la mansión?, y ¿cuándo fue la última vez que la vio?

Lo piensa por algunos minutos y mira hacia el cielo quitándose el sombrero – la primera vez, fue hace dos años y la última vez fue hace cuatro meses.

– Y dígame, cuando ella estaba aquí, ¿por cuánto tiempo se quedaba?

Forma el número tres con sus dedos – tres días.

– Muchas gracias.

– Gracias a usted – toca mis manos de forma cariñosa.

Lo lamento, pero no tengo tiempo para esto.

Dos días después, Evans regresa.

Es tal y como lo pensé, el Duque Bastián jamás inició una investigación del General, tampoco interceptó una carta en la que ambos quisieran fugarse.

Isabela y el General llevan años encontrándose en secreto, recuerdo que en el pasado ella a menudo dejaba la mansión para quedarse en casa de alguna amiga o de Lady Ania. En algunas de esas ocasiones debió quedarse en esta casa, con el General.

Tres días y tres noches.

No importa que durmieran en habitaciones separadas, la reputación de una mujer nunca superaría un escándalo de ese tipo y dañaría la imagen de la Santa que la iglesia tanto defiende.

Para evitarlo, yo me convertí en la mujer con la que el General estaba teniendo un romance y ella se comprometió con el apuesto y joven Duque Bastián.

¡Vaya suerte!

No creo que Isabela sea tan ignorante, para no darse cuenta de que todo esto fue hecho para salvarla, me pregunto, ¿qué haría el General si lo descubriera?

– Evans.

A diferencia de Lionel que mantiene una actitud firme, Sir Claude Evans es un hombre más relajado, espera en la esquina de la habitación recargado sobre la pared con los brazos y las piernas cruzadas, su cabeza se ladea en mi dirección esperando una orden.

– Quiero que investigues algo más, ¿podrías hacerlo?

– No hay problema – camina hacia mi hasta que la distancia entre ambos es solo de un metro – señora, si quiere que mate a alguien, también puedo hacerlo.

Si esta fuera la primera vez que el personal de la Marquesa se ofrece a cometer un homicidio estaría impactada, casualmente, ya me acostumbré – lo tendré en cuenta, tal vez algún día.

Sonríe fríamente.

Faltan dos meses para la boda de Isabela, cuando ese momento llegue, estoy segura que el General querrá estar presente, me encargaré de que sepa la verdad.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora