105. El embarazo debilita (5)

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Alexis ha sido muy amable conmigo desde que llegué, le pedí agregar una sala nueva al hospital para que los médicos y enfermeros pudieran descansar y él hizo que desocuparan un salón completo, teníamos escases de gasas y él las consiguió,

Todas mis exigencias, sin siquiera pensarlas o considerarlas, él las ha cumplido.

Sigue teniendo fetiches raros como venir a dormir a mi cama cuando es obvio que ya no tiene pesadillas, pero pienso que lo hace para vigilarme.

Lo extraño es que ahora yo tengo una manía muy rara, cuando despierto por las mañanas instintivamente lo busco, sé que tiene trabajo muy temprano y que lo mejor para ambos es que cruce la puerta hacia el establo y escape sin ser visto, es solo que, cuando siento los rayos del sol sobre mi mano, tiendo a extenderla sobre el lado de la sábana que está vacío esperando encontrarlo.

Siento que falta algo.

*****

Es raro ver a Lionel en el hospital.

– Señora, necesito hablar un momento con usted, es muy importante.

Hoy hay pocos pacientes, me iré a casa temprano, así que tengo mucho tiempo – dime.

– En la mansión del Duque Daigo me pidió que comparará las cuentas con las existencias y encontré algunas anomalías – mueve las manos intentando explicarme – gastos exagerados en limpiadores, no puedo comprobar la existencia de productos que ya se usaron, pero esa cantidad solo tendría sentido sí todas las sábanas y cortinas se lavaran todos los días, también noté que algunos precios eran muy altos en los cuatro años que revisé, probablemente haya encontrado más sí nos hubiéramos quedado más tiempo.

– ¿Por qué el Duque no lo notó antes?

– Señora, dudo mucho que el Duque Daigo conozca el precio del detergente para trastes o la medida de jabón que se usa en cada prenda.

¡Tiene sentido!, pero...

– ¿Por qué me lo dices ahora?

– Porque la empresa que vendía todos esos productos pertenece a la familia Nunda.

Conozco ese nombre, está escrito en las cajas de gasas que recibimos para el hospital, las mismas que jamás llegan a tiempo – tienes que decirle a Alexis.

Su mirada es un poco conflictiva – creo que usted tendrá más éxito reuniéndose con él que yo.

¡Ah!

Supongo.

– Sí me acompañas podrás explicarle tú – que es otra forma de decir que tampoco sé cuánto jabón se usa en una prenda, aunque si se un poco de los precios, no mucho, solo un poco, sí, dejaré que Lionel hable.

*****

Tener el día libre es muy cómodo, es una lástima que Alexis tenga trabajo acumulado.

El helado es bueno – Ágata, ¿dónde conseguiste el helado?

– Lo trajo uno de los soldados, dijo que era en agradecimiento.

– ¿Y lo aceptaste nada más así?

– Se lo mostré y usted dijo que estaba bien, si estuviera envenenado lo sabría, señora, ¿quiere que lo devolvamos?

¡Ya comimos la mitad!

¡Y es muy dulce!

– Lo dejaré pasar esta vez.

Sir Evans que estaba entrenando entra de prisa, no tiene puesta la camisa y eso significa que, para mis mucamas, el helado acaba de dejar de ser lo más importante en la habitación.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora