129. Primero muerta, antes que pedir tu ayuda (1)

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Algunas cosas en un campamento militar, se mantenían en la oscuridad, que había tiendas especializadas con mujeres dentro para que los soldados se entretuvieran en sus ratos libres era bien sabido, que existía contrabando de raciones y que algunos recibían mejores alimentos, mientras que los soldados rasos morían de hambre, era bastante común.

En cuanto a la visita de una amante, tampoco era algo ajeno a los hombres de Undra.

Pero en esa ocasión, había más de un par de ojos mirando cuando Rubí Escarlata volvió a entrar al campamento.

Tristán frunció el ceño al verla.

– Finalmente, te extrañe tanto – lo abrazó – todos estos días eres lo único en lo que he pensado, quería verte, abrazarte, desde que perdí al bebe no he podido comer, me haces mucha falta – Rubí se sentó junto a él con una actitud suplicante y su cuerpo inclinado, su enorme escote, viéndolo detenidamente, Tristán se dio cuenta de que era demasiado exagerado, llegar a un campamento militar vistiendo eso, era muy vergonzoso – intenté volver a la mansión y el Duque Daigo volvió a correrme, estoy segura que fue esa mujer, ella debió ponerlo en mi contra, solo de recordar lo que me hizo – se tocó el vientre.

– ¿Por qué fuiste al campamento de Tiara?

Tristemente, las palabras de Tristán no fueron las que Rubí esperaba y se encontró mirando a su amante sin saber qué responder.

– Estabas embarazada y en lugar de venir conmigo, fuiste a buscar a mi esposa, ¿por qué?

Rubí trago saliva y sonrió falsamente – quería pedirle ayuda, ella es mujer, pensé que me entendería y no quería molestarte.

– No fue Marjory quien le pidió al Duque que te cerrara las puertas fui yo y deja de buscarla.

La expresión de Rubí cambió – ¿es por ella?, no, tiene que ser mentira, tú no la amas.

– ¿Cuándo dije que lo hacía?

– Entonces, ¿por qué?

– Marjory es mi esposa, estar a su lado no es mi decisión, es mi deber, y tú estorbas, regresarás a la posada que compré para ti y esperarás ahí por un par de meses hasta que todo se arregle, recibirás una paga y podrás vivir cómodamente, mientras no interfieras ni te acerques a ella.

Rubí se humedeció los labios, una casa..., una pensión..., cosas con las que una plebeya se conformaría y ella no era una plebeya – ¿me visitarás?

Tristán rodó los ojos – aguanta por un par de meses o te quedarás con las manos vacías.

– Es por el aborto, pero no fue mi culpa, fui una tonta al ir a verla, cariño, no me abandones – lo abrazó más fuertemente.

Tristán se sintió molesto y la apartó empujándola hacia el piso – te ofrecí lo que puedo darte en remuneración por tu pérdida, sí no quieres tomarlo es tu problema.

Hasta ese día, Rubí descubrió que el amor que había estado cosechando en su amante, en realidad jamás existió.

*****

El comandante Bastián se levantó de golpe y miró a sus hombres, ninguno anticipó que el rey Diaval fuera tan insistente en una guerra cuyo único propósito era demostrar su fuerza.

Aunque el rey Diaval conquistara el reino de Barbaros, no había frontera entre ambos, se tendría que construir un canal a través de Undra y arriesgarse al pago de impuestos, como estrategia de conquista y expansión no era el movimiento más inteligente.

Simplemente, ¿qué estaba planeando el rey Diaval?

– Señor – alguien lo llamó en espera de escuchar sus instrucciones.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora