Bianca Silas estaba extremadamente molesta. Llegó a la mansión del Duque Bastián, bajó de su carruaje, se abrió paso ignorando a los guardias y solo fue detenida cuando llegó al estudio donde se encontraba el Duque.
– El señor está ocupado, vuelva más tarde.
– Exijo ver a mi yerno, ahora – alzó la voz,
Su tono fue demasiado alto, lo suficiente como para que Arturo Bastián la escuchara – adelante – ordenó y la puerta fue abierta.
Bianca caminó hasta el escritorio y gritó – ¿qué es esa tontería de que Bela irá a la frontera?
– Condesa Sheridan, siempre es un placer verla – le sonrió el Duque Bastián y cerró los documentos que estaba revisando – sabrá que la decisión de ir a la frontera fue de Bela, el rey y el supremo sacerdote ya dieron su aprobación, nos marcharemos mañana por la mañana y llegaremos al campamento en una semana, ya que está aclarado.
– Intolerable – lo interrumpió – mi hija está embarazada, ¿es esa su forma de protegerla?, enviarla a un lugar peligroso sin tomar en cuenta su seguridad, no permitiré que mi hija atraviese ese destino.
La paciencia del Duque Bastián no era la suficiente hacia una mujer tan molesta y altanera como la Condesa Sheridan – necesito recordarle – se levantó – que usted ya no es la tutora de la Santa, ella es ahora mi responsabilidad y lo primero que haré será cambiar esa fachada, la Santa debe estar con la gente, no en fiestas y reuniones, en los últimos cinco años la ha tenido prácticamente recluida, las únicas veces que ha sido vista en público fue por celebraciones, fiestas o misas, el reino no tolerará esa situación por más tiempo.
Bianca apretó los labios – es necesario protegerla, es la Santa, si su linaje se pierde este reino quedará destruido, ella no puede ir a la guerra.
El Duque ladeó la cabeza escuchando un tronido en su cuello, abrió la primera gaveta del lado izquierdo de su escritorio y sacó varias carpetas.
¡Anastasia Enebra!
¡Victoria Galban!
¡Julia Felton!
– La historia está abarrotada de Santas que prestaron servicio durante conflictos bélicos, la hija de la diosa Ameritia, ¡Bendición!, fue al campo de batalla a bendecir a los soldados y Victoria Galvan usó armadura y luchó por el reino.
Lo último que Bianca Silas necesitaba era una lección de historia de su propia familia – son tiempos diferentes, la Santa podía ir a donde quisiera porque tenía un respaldo, Bela es lo único que nos queda del linaje de la Santa.
– Ya escuché su petición, ahora puede marcharse, estoy muy ocupado – la corrió de su estudio sin darle oportunidad de agregar algo más.
– No puedes hacer esto.
– De hecho, sí puedo.
Bianca se encontró en el pasillo de la mansión con ganas de reír, no mucho tiempo atrás cuando el templo decidió que Bela iría a la frontera para atender una epidemia de gripe y le explicó sus temores a Tristán, él orquestó un falso atentado para lograr que ella volviera a la ciudad a salvo.
El hombre al que desestimó por no tener suficiente dinero, había sido más obediente que el poderoso y afamado Duque Bastián.
Mantuvo la cabeza en alto, debía haber una forma de arreglarlo, siempre había una forma, sin importar cuál fuera la amenaza, ella siempre podría despejar el camino para su hija.
*****
Bela Sheridan usaba un largo vestido rosa con tela semi transparente en las mangas, bordados en hilo blanco que se pegaban a sus hombros, una falda de vuelo, brazaletes y sobre su pecho, un prendedor con la forma de una mariposa.
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La petición de la mujer malvada
RomanceTítulo: La petición de la mujer malvada Historia original Actualizaciones Martes y Viernes - Majestad le pido que me conceda el divorcio. La mujer con corazón de hielo que robó el novio de su hermana, le provocó un aborto a la amante de su marido y...