78. Escape a la frontera (3)

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No lo que imaginaba.

Ni siquiera cerca.

Y yo creí que el Duque Daigo sentía afinidad por el Ge, por Tristán, esto no es un jardín público, tampoco un jardín comunitario, es un bosque arruinado.

– Baronesa, el camino es por aquí.

¿Acaba de llamar a eso ¡camino!?

Creo que veo un par de árboles con las ramas enlazadas formando un arco o lo que algún día fue un arco, tristemente el árbol de la derecha está seco y ahora da la impresión de que al árbol de la izquierda le dio hambre y chupó al de enfrente.

Las esculturas de piedra están destrozadas, algunas todavía conservan parte de su forma como el caso de una estatua con la falda de una mujer, solo necesita que alguien recoja el torso, la cabeza y los ponga encima, esa otra de ahí solían ser tres perros, o un perro de tres cabezas, ambas son igual de probables y hay una cabeza de león en pedazos con algo vivo arrastrándose entre las hojas.

El suelo está lleno de basura.

No soy la única que se siente fuera de lugar, detrás de mí la señorita Escarlata debe sentirse demasiado bien vestida.

Este sitio me hace sentir extraña, más árboles secos, bardas altas con enredaderas gruesas, flores marchitas y la tierra negra me hace pensar que hubo un incendio y que lo que estamos pisando es una capa de ceniza.

Me toma varios minutos darme cuenta.

Una vez al año la diosa Ameritia aumenta el poder de la Santa y bendice la tierra, los árboles florecen y los campos se llenan de hierba, en ese día en especial un hombre podría comer una fruta, escupir la semilla y en los siguientes días esa semilla se convertirá en un brote.

Entonces, ¿por qué este jardín está muerto?

¿Por qué el poder de Isabela no llega hasta este sitio?

– Baronesa, es por aquí.

La Condesa tira de mi mano hacia un gran e inmenso árbol sin una sola hoja, el tronco es tan grueso que se necesitarían cinco hombres para rodearlo y tiene una forma sombría.

– No lo diga en voz alta, pero este es el mejor lugar Baronesa – me sonríe y señala con sus ojos un punto detrás de mí.

Cuando dijo que ese era el mejor lugar, se refería a la vista del cielo, supongo que es apreciable, pero no borra mi primera impresión – es un buen lugar.

La Condesa está muy satisfecha por escucharme decir eso.

Hemos formado dos grupos, el Conde Mirra está siendo diplomático al sentarse junto al, junto a Tristán, la señorita Escarlata y el Duque Daigo, eso nos deja a nosotras tres en el otro extremo con Sir Evans a un costado.

Hice bien en seguirla – Condesa, este lugar es cada vez mejor.

– Puede llamarme Celestina y no se preocupe, cuando el Barón lo renueve se verá mucho mejor.

¿Eh?

– No entiendo, ¿por qué lo renovaría?

Hay confusión en su rostro – bueno, es lo más natural, el jardín le pertenece y los fondos ya fueron aprobados, ¿no fue por eso que vinieron?

– No, este viaje es para que Tristán conozca las propiedades y se presente con los administradores, serán tres semanas, una semana de ida, una semana más para arreglar los pendientes y una semana de vuelta, estaré en casa en dos semanas.

Ella mira a Ágata, luego al Duque y después a mí – Baronesa, lo siento mucho.

¡No es posible!

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora