113. Matrimonios (1)

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Enrojecimiento en la piel del cuello, irritación y picazón.

Buscó el broche del collar, lo retiró y lo puso sobre una servilleta antes de sanar el área afectada – es una leve reacción alérgica, no volverá en tanto deje de usar este tipo de joyas.

– ¿Qué está diciendo?, he usado collares de oro toda mi vida, no es posible adquirir una alergia de pronto.

– No dije que fuera alérgica al oro.

– Acaba de decirlo.

Durante un breve momento las dos guardaron silencio y la mujer mayor comprendió el punto, no era alérgica al oro, pero sí a la cadena, sus dientes se apretaron y arrebató la servilleta – gracias por todo – se fue enfurruñada.

– Fue un placer.

Se limpió las manos con una toalla y se levantó para mirar por la ventana, la calle estaba cubierta de polvo y la mujer que se marchó se cubrió la cabeza con un sombrero antes de irse.

Una tarde ruidosa, acalorada y aburrida.

Suspiró, su bordado no estaba terminado, quizá eso la animaría.

No todos en la familia del templo eran Elizabeth Silas capaz de diagnosticar cualquier enfermedad, Romina Mondel que podía sedar a los pacientes, o Agustina Felid que podía sanar cualquier tipo de veneno, no era así.

Espinillas, granos, pecas, imperfecciones en la piel y acumulaciones de grasa. Esa era su área de especialidad y la parte poco glamorosa de la sanación, de la que pocos hablaban.

No había una hilera de hombres esperando casarse con la sanadora cuyo mayor logro era haber extraído la verruga del trasero de un noble.

Los tres lirios en su bordado estaban quedando muy bien, era un gran logro personal.

– Hoy llegó la respuesta – anunció su madre sin mirarla – aceptaron la petición de matrimonio, comenzaremos los arreglos, tienes mucha suerte, hace varias generaciones esta familia tuvo grandes avances con el templo, si – sonrió – pagaran bien por ti.

¿Debería agregar un listón atrás de los lirios?

Se verá mejor en las esquinas.

Los meses pasaron.

– Tiene la piel muy sensible, sí sale durante el día tendrá que usar un sombrero.

– Es por el uso de jabones, es muy normal.

– Piel reseca.

– Es un lunar.

Y siguieron pasando.

– Piquete de abeja.

– Es irritación, ¿cambió de jabón en las últimas semanas?

– Pecas.

– Espinillas.

Y de esa forma, la fecha de su viaje llegó.

El vestido era verde con turquesa, no demasiado fino como los que había visto en la tienda de ropa a través de la ventana, pero era lindo.

Su vestido de novia.

– Mamá, sobre mi esposo, ¿no debería conocerlo antes de la boda?

– No digas tonterías, cuando la diosa bendiga tu matrimonio todo estará bien.

Cuando era niña su historia favorita de las escrituras era la boda de Sanación.

Un día, la diosa Ameritia decretó que su segunda hija se casaría y le daría una Santa al mundo, Sanación entró al templo y esperó por su futuro esposo, el hombre elegido por la diosa que entraría por la puerta del templo en el amanecer del tercer día.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora