56. Un pacto de sangre (2)

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Mi vida es similar a una balsa sin remos, desde que era pequeña, jamás tuve el control.

Desde las misiones a las que me enviaban o las personas a las que debía sanar, hasta el matrimonio al que me empujaron de la misma forma en que se lleva una víctima al acantilado para poder lanzarla.

La poca libertad que tengo ahora, es en gran medida gracias a la Marquesa Morgana, lo poco que tengo, debo protegerlo y si para eso debo hacer un trato con el mismo diablo, qué así sea.

– En los siguientes meses lo correcto es hacer algunos sacrificios, visitas sociales, reuniones sin sentido, platicas absurdas, sonreír y ser cortes con personas hipócritas.

Si, algo así.

– Muchos retrocederán debido a tu reputación, será menos abrumador de lo que imaginas, permanecerás neutral, deja que piensen que estás esforzándote por salir del fango. Pero no seas complaciente, esa mala reputación tuya es más útil de lo que piensas.

No quiero aceptarlo, pero tiene un poco de razón, cosas malas pasan cuando soy amable, siempre que he intentado ayudar al General él actúa como si quisiera matarlo, será más fácil si sigo la corriente y me comporto fríamente. Por lo menos las personas tendrán una razón justa para odiarme.

– Con el tiempo el rey enviará a alguien, una persona que se acercará a ti sin importarle los rumores y se ganará tu confianza de una forma tan sutil que no podrás darte cuenta y un día te hablará sobre mí e intentará convencerte de que soy un monstruo que te dañará y debo ser erradicada.

– Definitivamente alejaré a esa persona

– Harás lo opuesto.

¿Eh?

- Si quien se acerca es una mujer la convertirás en tu mejor amiga y si es un hombre, lo volverás tu confidente, Ágata te mostrará cómo y cuándo necesite que le pases información a esa persona, lo harás tal y como yo te lo diga.

¿Es un mal momento para decir que no se actuar? – lo intentaré.

– Como dije, mucho espacio para mejorar.

La ama de llaves de la Marquesa se apresura y coloca dos platos pequeños sobre la mesa y una navaja delgada muy parecida a un escalpelo – hay ciertas cosas que son importantes, tu lealtad, tu compromiso – atrapa mi mano.

¡Duele!

– ¿Marquesa?

– El compromiso de lealtad muchas veces es comparado con el matrimonio – la punta de la navaja se desliza por la yema de mi dedo índice – no puedes llegar al altar con dudas – dobla mi mano y deja que la sangre caiga sobre uno de los platos.

No me estoy defendiendo, no es un dolor muy grave, puedo soportarlo, espero a que ella me suelte y de inmediato sano la herida y aprieto la palma de mi mano, ella hace lo mismo con su dedo pinchando delicadamente y dejando caer dos gotas en el otro plato.

Comparando la cantidad de sangre en los dos platos, se parece bastante a mi boda. Su mirada es demasiado fría – Marquesa, mantendré mi compromiso.

Los dos platos son retirados y la mucama susurra al oído de la Marquesa, ella voltea a verme un momento con un gesto de enfado – debo ir a atender un asunto, espera aquí – se levanta y se marcha.

Bien

Supongo

Que ya puedo respirar

– ¡Ah! – y se supone que debo actuar como ella, tengo que dejar de verla como una aliada, esa mujer, me matará si un día la traiciono y, ¿cuál es su problema con la sangre?

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora