12. Abandonada (6)

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– ¿Qué has dicho?

– Quiero el divorcio.

Me mira con una expresión cansada al tiempo que se lleva la mano a la cabeza y despeina su cabello, los mechones oscuros caen sobre sus cejas tupidas, sus ojos se agudizan y por un breve momento puedo ver un rastro de decepción – no ha pasado ni siquiera un día, harás historia como la mujer que tuvo el divorcio más corto.

Algo así no me importa, hoy fui humillada más allá de lo posible y ni siquiera puedo decirlo en voz alta porque nadie me escucharía.

– ¿Cuál es el problema ahora?

Solo con verlo, sé que soy yo la del problema, una mujer que a tan solo un día de su boda ya ha ido dos veces a quejarse con su marido no puede ser buena, pero, ¿qué se supone que debo hacer?, las personas no me escuchan, ¿debo tomar la comida directamente de la cocina?, sí hiciera eso, ¿tú me perdonarías?, o ¿me juzgarías?

– Marjory, no soy un adivino, dime qué te sucede, no solo te pongas a llorar.

No estoy llorando.

Estas no son lágrimas, yo no estoy llorando, no puedo llorar, si lloro ahora lloraré el resto de mi vida, así que estas no son lágrimas.

– ¿Hablarás?

– Quiero irme, por favor, déjeme vivir en otro lugar, nadie lo sabrá, le enviaré cartas a mi padre esporádicamente y le diré que todo es maravilloso, que usted es el mejor esposo del mundo, solo por favor

Me mira estupefacto, ya no hay enfado o decepción en su rostro, en lugar de eso podría decir que está preocupado.

¿Me perdí de algo?

¿Le sucedió algo a Isabela?

¿Por qué está preocupado?

Sería tan feliz si tan solo un poco de esa preocupación fuera por mí, pero sé que no es así, el hombre con el que me casé, no me ama y jamás lo hará, tal vez, si pudiera entenderlo, dejaría de sufrir.

– ¡Marjory!

– Es un caso simple de desnutrición, la señorita, perdón, la señora debió estar muy nerviosa por su boda y no se alimentó correctamente, bastará con darle este medicamento y se pondrá mejor por la mañana – el médico saludo de forma cortes mientras miraba al General Sigfred.

– Gracias por venir tan pronto.

– No hay cuidado, es un placer para mí ayudar a la familia Sigfred.

Tristán podía ver la codicia en los ojos del hombre y sacó cinco monedas para dárselas.

– Muy amable, muy amable, cualquier cosa no dude en llamarme, vendré lo más pronto posible – mira de reojo a la joven en la cama y al despedirse agudiza ligeramente la mirada.

Tal gesto que duró medio segundo fue apreciado por Tristán, antes de que el hombre se fuera, decidió detenerlo – si tiene algo más y me entero que usted lo ocultó, pagará con su vida.

El médico cambió su expresión de inmediato – de ninguna manera, General, perdoné mi audacia, tenía un poco de curiosidad, supe que el señor se casó con una sanadora de la iglesia, me preguntaba cómo es que una sanadora necesita atención médica, fue un error de mi parte, no volverá a pasar, me retiro – se aferró a las monedas y salió de la habitación.

Dentro de la habitación hubo silencio.

Tristán se sentó en uno de los sillones y miró a la joven sobre la cama, Marjory era físicamente muy parecida a Isabela, la primera vez que las vio las confundió a ambas, esa confusión duró poco tiempo, aunque ellas eran muy parecidas, había demasiados detalles que las diferenciaban.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora