41 Una boda digna de la hija de un Conde (2)

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Una larga falda plisada de color azul celeste, mangas largas que se rompen y caen hermosamente gracias a la tela semitransparente que llega a mis hombros y pasa por mi pecho, holanes y un pequeño brillo que recorre el vestido como un rio de estrellas en el cielo.

Supera por mucho los vestidos que me obsequió la Marquesa, mi vestido de boda y todos los vestidos que he usado en mi vida.

Y lo más importante.

No es rosa.

Este vestido no fue comprado para Isabela, es mío.

No lo entiendo, él me odia, quizá

– Señora, se ve hermosa.

Es en gran parte a causa del vestido, cualquier mujer se vería hermosa usándolo y el collar plateado le da un toque especial – gracias por arreglarlo, y vamos, se hace tarde.

La boda de Isabela será hoy.

Además del vestido, el General me regaló un collar de plata, es pequeño y muy lindo, demasiado pequeño para ser regalado a otra mujer, este es más mi estilo, sé que no debería guardar esperanzas, pero es un detalle que no quiero olvidar.

Y una buena noticia es que hoy estará tan ocupado pensando en la boda que no se dará cuenta del otro problema.

Hace dos días mi tienda recibió un encargo inesperado y la cantidad de rosas y de flores era demasiado alta para culpar a la casualidad, quise rechazarlo, las rosas que el General plantó para Isabela no podían adornar la iglesia en el día de su boda con otro hombre, sin embargo

La tienda tiene buena localización y está protegida por la Marquesa, eso me da cierta seguridad, pero no aumenta las ventas y como después de la ceremonia de purificación todos los árboles florecen, las ventas han sido muy bajas.

Necesitaba el dinero del Duque Bastián, así que acepté.

Espero que el General no se dé cuenta.

El carruaje nos espera, a mi lado el General viste su uniforme de gala, un saco negro, túnica azul, solapas de oro, medallas al frente y una espada conmemorativa en el costado, el color de su camisa interna es azul celeste.

Sé que es estúpido, pero me siento un poco feliz de que él esté usando ese color.

– Debemos darnos prisa.

– Si.

Es tarde para darse cuenta, pero esta es la primera vez que el General y yo entramos al mismo carruaje. Me siento un poco nerviosa.

La puerta se abre, levanto mi falda y subo un pie rápidamente, el General me mira sin decir una sola palabra y sube después de mí, el carruaje avanza y hay silencio.

Este es el carruaje en el que no fui admitida el día de mi boda, el mismo que no tenía suficiente espacio para cinco personas y por el que tuve que viajar en una carreta.

Es interesante.

El color no es mi favorito, los cojines son buenos, hay espacio suficiente para que seis personas se sienten sin que sus rodillas se toquen, la alfombra es agradable, puedo quitarme los zapatos para descansar los pies y sentir los pequeños hilos entretejidos, el respaldo es aceptable.

En resumen, es interesante.

Probablemente es mi orgullo herido por no haber sido admitida en el pasado, pero comparado con el lujoso y llamativo carruaje que la Marquesa me regaló, a este solo puedo darle un ¡interesante!

– Estás muy callada.

¿Qué podría decir?, este día es diferente para ambos, yo miraré a una de mis primas casarse, él estará viendo a la mujer que ama unir su vida a la de otro hombre y perderla para siempre.

Aparte de un matrimonio y un contrato que ha sido violado demasiadas veces, nosotros no tenemos un solo tema para hablar.

Tal vez, una cosa.

– General, dijo que después de la boda volvería al frente.

Me mira y suspira lentamente – estás muy desesperada por mi partida, ¿tanto te molesta tener a tu esposo en casa?

Me molesta, ese es el problema.

Lo amo, lo ame por tanto tiempo que no concibo mi vida sin ese amor, él es la persona con la que pensé que pasaría el resto de mi vida, y no tolero estar en la misma habitación que él, me siento atrapada, asfixiada, como si él fuera un cuerpo que absorbe todo el aire de la habitación sin dejar algo para mí, siento que en lugar de un esposo tengo cadenas y grilletes que me impiden ser yo misma, y no puedo decir lo que realmente pienso porque entonces seré malinterpretada, tampoco puedo decir la verdad, porque él jamás me creerá y ni siquiera puedo contarle que lo amo

No porque eso llamaría al divorcio, sino porque él ya lo sabe y no le importa.

– Me preocupa que tenga problemas con su trabajo.

– Puedes estar tranquila, saldré de tu vista.

De nuevo el silencio.

Nunca la distancia a la capital me resultó tan grande, los minutos pasan y los árboles siguen siendo altos y frondosos, sin darme cuenta, me quedo dormida.

– Señor, hemos llegado.

Me despierto de improviso, estoy recostada sobre un cojín recargado contra la pared, no recuerdo haberlo puesto ahí.

– Marjory.

Su voz es suave, como si no estuviera convencido de despertarme, parpadeo un poco y tomo un pañuelo para limpiarme el rostro, después asiento – entiendo, saldré enseguida.

Tengo que volver a ponerme los zapatos.

Fuera del carruaje está la iglesia, el templo de la diosa Ameritia, tan inmenso y sofisticado como lo fue para el día de la ceremonia que se llevó a cabo menos de una semana atrás, la mayor diferencia es que durante la ceremonia, todos los adornos y flores deben ser blancos mientras que, para la boda de Isabela, hay numerosas cortinas rosas y rosas rojas.

Mi boda fue el jardín de mi casa, sin flores ni adornos, únicamente pedimos prestado un arco y un sacerdote.

Mi prima se casará en la casa de la diosa.

Hay una sonrisa leve en mi rostro, llegando a la iglesia, veo las flores de la decoración y pienso en mi jardín vacío.

Y en las monedas patrocinadas por el Duque.

En una de las primeras filas, se encuentra la familia Sigfred, la señora Catalina Sandoval, su esposo el señor Parled Sigfred y Kayla, mi cuñada, a la que nunca llamaría de esa forma, a menos que quiera que ella me deje calva.

– Llegan tarde – la señora Sigfred me mira al momento de hacer esa acusación asumiendo que la causa de la tardanza fui yo.

– Me disculpo – pero es el General quien asume la responsabilidad.

Olvidé por completo que me encontraría con ellos, no quiero esto, sin dudarlo cedo mi lugar al General y me siento pegada al pasillo junto a un ramo de rosas rojas con listones blancos que bajan hasta mi hombro, el aroma es agradable y todas las flores están abiertas, es una bella escena.

Los invitados siguen llegando, no reconozco a muchos excepto a los miembros de mi familia, Patrick de nuevo está solo.

Que Elizabeth esté castigada es culpa mía y he sido negligente viviendo mi vida como si esa culpa no existiera. Antes de que la boda termine, tengo que hacer algo.

Las puertas de la iglesia se cierran, pequeñas luces flotan en el techo, los invitados que están de pie rápidamente se mueven a sus lugares y la próxima vez que las puertas se abren, es para recibir al Conde Igor Sheridan y a Isabela Sheridan.

En mi boda, mi padre no me acompañó, caminé sola por el jardín hasta llegar al arco donde mi padre tomó mi mano para decir unas palabras.

– ¡Es tan hermosa!, mira su vestido – Kayla está emocionada y habla en voz alta, se considera grosero, pero la señora Sigfred la deja continuar – así es como debería ser, una boda digna de la hija de un Conde.

Ya no siento dolor cuando aprieto mis manos.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora