31. Ceremonia de Purificación (3)

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Pensé que asistir a una ceremonia sería mucho más simple, no solo debo tener el vestido listo, los zapatos deben combinar y también la joyería.

– Auch.

– Aguante un poco señora.

¿Por qué no consideré que no tenía perforadas las orejas?

No importa, puedo lograrlo, esperé dos horas completas a que Susana peinara mi cabello solo para que quedara exactamente igual, pero con una peineta, puedo esperar unos minutos a que mis orejas se desentuman.

– Ya quedó.

– Bien, es hora de irnos.

La ceremonia de purificación, el día grande de la iglesia de la diosa Ameritia, personas de todo el mundo, nobles, realeza, embajadores, generales y médicos, todos se dan cita en ese día especial para agradecerle a la diosa por los dones que nos otorgó, la ceremonia culmina con la bendición de Isabela.

Será una hora, me tomará más tiempo llegar hasta la iglesia que lo que estaré en la misa.

Si todo sale bien.

*****

Comenzando, Evans se pelea en la entrada con un hombre desconocido vestido con traje militar, levanto la falda de mi vestido blanco para alcanzarlo y mirar lo que sucede – Sir Evans – a propósito, digo su título obligando a los hombres a voltear a verme.

– ¿Usted es Marjory Sheridan?

– Señora Marjory Sheridan de Sigfred – lo corrijo.

– Disculpe, señora, el Conde Sheridan nos envió para llevarla a la iglesia, por favor suba.

¡Mi madre los envió!

No, no puedo subir, sí lo hago no hay garantía de que me traigan de regreso después de la iglesia, salir de la mansión Sigfred no será fácil una segunda vez – dile al Conde que lo agradezco, pero ya tengo un carruaje.

El hombre que me llamó antes y que no se presentó da un paso al frente – señora, el Conde estará molesto con nosotros si no la llevamos, no nos haga las cosas difíciles.

– ¿Por qué sus vidas son mi responsabilidad?, no los conozco, debo creer en ustedes solo porque dicen que vienen de parte de mi padre – Ágata me mira con una gran sonrisa – Sir Evans, cualquiera de ellos que se meta en el camino, tiene mi permiso para matarlo.

Los cuatro hombres que llegaron con el carruaje retroceden.

Sigo mi camino hacia el carruaje que la Marquesa envió, el que pertenece al General lo tienen sus padres y no pelearé con ellos para recuperarlo, al pasar junto a los soldados los miro fríamente.

Subo al carruaje y Ágata me acompaña.

Afuera Evans toma las riendas de los caballos y el carruaje abandona la mansión.

Necesito respirar.

– Estuvo muy bien, señora.

Mi corazón late con fuerza, de ahora en adelante mi vida tiene que ser de esa forma o no viviré mucho.

El tiempo pasa muy lentamente, los árboles altos se pueden ver desde la ventana del lujoso carruaje y por un breve momento, a través del cristal veo mi reflejo.

Olvide mirarme en un espejo.

Estoy maquillada, es un maquillaje leve, mis cejas se ven más estilizadas, casi hace que valga la pena el dolor de la depilación, con ese patrón, se parecen un poco a las de Isabela.

No me gustan.

Paso mis dedos por mi rostro para quitar el maquillaje, pero temo arruinar el trabajo de Susana y retrocedo.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora