87. El rey con insomnio (1)

3K 395 34
                                    

Sonríe.

Otras veces me siento tranquila de ver que, sin importar qué tan mal vayan las cosas, Alexis puede sonreír, pero en este momento necesito que se ponga serio.

¿Quién es el rey Diaval?

Una pregunta tan simple y nadie puede responderla.

– Es un hombre anciano, cabello blanco, barba blanca, bigote blanco, pecas.

Ya entendí.

Aguarda – no puede ser un anciano, es hijo del rey Tadeusz Diaval, hermano del rey Ramses y medio hermano de la princesa Anira, debe tener a lo sumo veinte años.

– ¿Ah sí?

Mentiroso – no lo conoces.

– Si lo conozco, soy de Tiara, todos conocemos al rey.

– ¡Eres de Tiara!

Entonces, el carruaje que me llevó ese día de vuelta de la ceremonia de develación sí tenía el emblema de Tiara y recuerdo que en nuestro primer encuentro llegué a la conclusión de que Alexis era un noble, quizá un Barón, o un Conde o un Marqués.

Imposible que sea un Duque.

No debí preguntar quién era el rey Diaval, debí preguntar quién era él – Alexis, ¿cuál es el negocio de tu familia?

Lo piensa por un largo tiempo – es difícil de explicar, no es algo por lo que debas preocuparte y tal vez mentí un poco, pero lo hice para que no te asustaras – bosteza – el rey Diaval es un buen hombre, no te hará daño y si lo intenta, yo estaré ahí – se señala con el puño y de nuevo bosteza.

Sus palabras me hacen sentir un poco mejor – lo aprecio, pero preferiría que no lo hicieras, no puedes arriesgarte por mí, si te pasara algo estaría muy preocupada.

– Entonces lo haremos de esta forma, yo cuidaré de ti y tú cuidarás de mí, ¿te parece?

– Claro, en medio de reyes y soldados, haremos un buen trabajo cuidando uno del otro. Es una mala idea.

Bosteza, se lleva la mano al rostro y se talla los ojos.

Creo que yo hice esto, me preocupaba que no hubiera dormido bien, pero no pude usar mucha de mi energía porque...

Pensé que iba a necesitar de Marcela, en el brazo que estoy ocultado está la marca amoratada del veneno de serpiente, no puedo sanarlo por completo y arriesgarme a que una sola gota del veneno entré en su cuerpo, en lugar de ayudarlo, le produje sueño.

Me muerdo el labio.

– Lo siento mucho.

– ¿Por qué te...?

La frase que iba a decir no puede completarla, su cuerpo se inclina hacia el frente y lo atrapo con los brazos, pero su peso es un poco...

¡Ah!

Si lo mirara desde afuera, podría decir que acabo de sedar a un hombre para que se acueste en mi cama, nada más lejos de la realidad, fue un accidente.

¡Lo juro!

No hay mucho que pueda hacer y no puedo llamar a Sir Evans, se supone que no debería acercarme a él, la Marquesa lo dejó muy en claro con ese, ¡consejo!

Esto es malo, él no es mi esposo, no quiero que se caiga de la cama y se golpee, tal vez si me deslizo un poco de esta posición, la mayor parte de mi cuerpo está libre, solo tengo un brazo y una pierna atrapadas y él está dormido, sí, creo que puedo liberarme y pasarme al otro lado, la cama es muy grande, él puede dormir en su lado, yo en el mío, todo estará bien, mi brazo es la parte más difícil, levanto su pierna, bien, todo bien.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora