9. Abandonada (3)

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Los matrimonios por contrato son comunes, las personas se casan para unir a sus familias, para salvarlas de la ruina o para cumplir con las exigencias de sus padres o abuelos.

No hace falta el amor, solo un poco de entendimiento.

Mientras las dos personas estén de acuerdo, pueden pasar el tiempo mínimo posible entre ellos y tener amantes por su cuenta, en tanto se reúnan para procrear un heredero, incluso pueden vivir en casas separadas o considerarse buenos amigos.

No es el matrimonio que quería, es el que me dieron.

El asistente del General me mira con desdén.

– Ella es Marjory Sheridan de Sigfred, mi esposa – anuncia el General.

Cerca de treinta sirvientes me lanzan miradas acusadoras.

– A partir de hoy tiene la autoridad para dar órdenes siempre que estas no vayan en contra de las reglas de la mansión.

Pocas personas podrían darme autoridad y desestimarme en una sola frase.

– Cualquier cosa que ella pida, mientras esté dentro de las posibilidades de esta mansión deben dárselo, ¿he sido claro?

– Si, señor.

– ¿Ahora estás contenta?

Actúa como si mi petición fuera irrazonable.

¡Me estoy muriendo de hambre!, ¿qué tan irrazonable es eso?, por la boda no pude comer, al llegar a la mansión se negaron a darme la cena y por el bien de mi futuro sacrifiqué el desayuno, en un día completo lo único que logré comer fue una pieza de pan, pero aquí estoy, recibiendo una fría mirada de mi esposo por exigirle que me trate con respeto.

No hay más para quejarse.

– Estoy contenta, muchas gracias General.

Me mira fijamente – Amelia, ven aquí.

Una joven de largo cabello negro amarrado en una coleta aparece, en el camino me golpeó el hombro con fuerza y siguió hacia el General, su cuerpo es delgado y el uniforme de sirviente le sienta bien, es bastante linda y tiene una bella sonrisa en el rostro.

– Marjory, ella es Amelia Blanca, será tu asistente, cualquier cosa que necesites ella la manejará – terminando la frase camina pasando a mi lado sin siquiera mirarme y continua con rumbo a su habitación.

Siento que estoy siendo dejada atrás.

Los sirvientes se retiran, en el salón solo restamos dos personas, mi nueva asistente que mira muy tranquila y yo.

– Señorita Sheridan, la llevaré a su habitación.

– Todavía no, debo ir al comedor, para el desayuno.

– El desayuno ya fue recogido, la llevaré a su habitación.

– No he desayunado.

– Señorita, en esta casa hay un horario para el desayuno, la comida y la cena, si llega tarde o se retira, no se le servirá.

– Solo es un poco de comida, ¿no será peor si muero de hambre?

– Señorita Sheridan – la comisura de sus labios sube – no sea tonta, nadie muere por saltarse una comida.

– El General ha dicho que cualquier cosa que yo pida me la darán y debes llamarme señora.

Amelia alzó una ceja – el General dijo que obedeciéramos sus órdenes siempre que no vayan en contra de las reglas de la mansión, eso incluye respetar el horario de las comidas.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora