82. La difícil vida de una Santa (2)

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Un salón abarrotado, hombres canosos con barbas y bigotes, y un aroma insipiente que asustaría a cualquier mujer.

Pero su enemigo en esa tarde no era cualquier mujer, era la Santa.

Bela sonrió – buenas tardes caballeros, lamento la espera.

Se escuchó un bufido.

El consejo formado por académicos se encontraba estancado y en su representación el templo había enviado a su miembro más poderoso, con solo trece años, Bela Sheridan.

– Señorita Sheridan, agradecemos su participación, pero me temo que una curandera, no tiene voto en esta reunión.

Se suponía que la palabra estaba diseñada para hacerla sentir menospreciada, pero ella mantuvo su postura – es lo contrario, mi participación es justo lo que este consejo necesita para volver al camino correcto, al camino del templo y de la sanación.

– Esto es ridículo, el dinero que podría salvar vidas es gastado en una niña que apenas tiene edad para ponerse de pie – dijo un hombre y caminó hacia ella con intención de intimidarla – Aisna tiene un colegio de cirujanos en funcionamiento, realizan cirugías de tibias expuestas y evitan la amputación, Tiara está invirtiendo en métodos de medicina exploratoria, vacunas, cirugías a corazón abierto y estudian la posibilidad de trasplantar un órgano de un ser humano a otro – hubo grandes exclamaciones – y Barbaros paga por torres de investigación para hierbas y medicamentos, comparados con reinos en menor desarrollo somos una vergüenza y usted, viene a decirme que debemos volver al camino correcto.

– Es así, dígame señor

– Doctor, para ti, niña.

– Dígame doctor, esa cirugía de la que habla, ¿cuál es su porcentaje de éxito?, y, ¿cuántos inocentes serán usados como objetos de experimentación y morirán en pro del sueño de un grupo de ancianos?, cuando respondan esas dos preguntas quiero que me digan si la vida de un solo inocente vale la pena para que usted pueda alzarse y gritarle a una niña como yo.

Hubo silencio.

El lado poco amable de la medicina y que pocas personas compartían, era que siempre había sujetos de experimentación cuyos sacrificios solo serían recordados como números.

Bela sonrió – eso es lo que pensé, a diferencia de sus métodos de investigación la sanación ofrece un porcentaje de éxito del cien por ciento, una vez que una sanadora pone sus manos en un paciente, a menos que la diosa Ameritia lo quiera en su reino, él podrá levantarse y tomar la mano de la sanadora que le devolvió la vida, ustedes quieren sanar heridas con un cuchillo y curar enfermedades inyectándoles el virus, sus mentes racionales no pueden comprenderlo, ¿qué es más noble?, ¿sus métodos barbáricos o el poder de la diosa?

Como una persona acostumbrada al éxito, no había forma de que alguien la amedrentara.

– ¿Y eso será para siempre?

Se escuchó una voz al fondo y los hombres se hicieron a un lado para permitir que un hombre muy anciano se mostrara, usaba un bastón y sus piernas se abrían a partir de las pantorrillas en un arco haciendo que fuera difícil para él caminar.

– A diferencia de usted, señorita, yo tengo memoria, hace cincuenta años había doscientas treinta y cuatro sanadoras, hace veinticinco años, ciento cuatro y hoy hay – hizo una pausa – cuarenta y cinco sanadoras.

Los murmullos se volvieron escandalosos.

– Hace diez años a petición de la difunta Yuridia Terran se inició un programa para reentrenar a las sanadoras usando medicamentos y administrándolos a los pacientes para completar el tratamiento, esas fueron ustedes, pidiendo nuestra ayuda para luchar contra la escasez de sanadoras. Dígame, ¿qué pasará cuando la diosa nos dé la espalda o cuando se acabe su familia?, podremos ver cuán atrasados hemos vivido.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora