34. Ceremonia de Purificación (6)

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Hay mucho ruido, me duele la cabeza y hay un fuerte dolor en mi hombro, creo recordar que el carruaje se volcó hacia un costado y me golpee con las paredes, ¿dónde estoy?

– Señor.

Se escucha demasiado ruido afuera, alguien me levanta el brazo y me ayuda a salir del carruaje. Hay un olor agradable en el aire y una sensación extraña que recorre mi cintura, entre la luz hay un tono blanco y brillante como cientos de hebras que reflejan la luz del sol.

– Señor.

¿A quién le están hablando?

Abro los ojos y me encuentro con un hombre desconocido, su cabello es blanco, pero su rostro es demasiado joven para ser un hombre anciano y sus ojos rojos tienen un extraño brillo que nunca había visto antes.

¡Ojos rojos!

Debo estar soñando.

– Mi señor los hombres huyeron.

– Señora – esa es la voz de Ágata.

Siento dolor, no se supone que los sueños duelan, esto no es un sueño, ¡está pasando!

Doy un paso atrás y mi pie se encuentra con el vacío, el mismo hombre que me había sujetado extiende el brazo para acercarme, y mi pecho golpea el suyo ¿quién es esta persona?, ¿cómo llegué aquí?

– Jo – Ágata se levanta de los escombros del carruaje y me mira haciendo señas que no puedo entender.

– No fueron muy lejos, sí enviados a tres hombres.

– Déjalos ir.

Su voz es fuerte, está usando un traje azul de tela muy suave con decorados dorados en las solapas y tres insignias en el pecho, la túnica le cubre gran parte del cuerpo.

Tengo un mal presentimiento.

– Como ordene, mi señor.

Comienzo a pensar que esos soldados que repiten ¡Señor!, se refieren a alguien importante – ¿quién es?

– Señorita, está en presencia de

Las palabras de un hombre a un costado del carruaje se detienen con un movimiento del hombre de cabello blanco, él me sonríe, su mirada es muy hermosa y al mismo tiempo causa temor, ahora que estoy en sus brazos tengo la impresión de que con un movimiento apretaría mi cuerpo hasta quebrar mis costillas.

Retrocedo de prisa liberándome de su agarre – muchas gracias por salvarme, señor – no conozco su nombre, pero es muy probable que su rango sea más alto que el de la esposa de un General.

– No hay porque preocuparse, mis hombres arreglaran su carruaje en pocos minutos.

– Muchas gracias.

Nunca antes vi a un hombre con esos rasgos y esa mirada, siendo un hombre tan atractivo, es como si estuviera rodeado de sangre, esa sensación es la misma que sentí cuando conocí a la Marquesa.

– Señora, ¿se encuentra bien? – Ágata y Sir Evans corren a verme.

– Estoy bien, ¿qué fue lo que sucedió?

Hasta este momento no me había dado cuenta, estamos de pie en un costado de un carruaje que se ladea peligrosamente hacia atrás y mis pies tocan el borde, si ese hombre no me hubiera detenido cuando retrocedí, habría caído al suelo sobre las ramas aplastadas por el mismo carruaje.

Mis ojos se fijan en los extremos puntiagudos y es como si los sintiera enterrándose en mi piel, sé que es el peor escenario, pero no puedo sacar la idea de mi mente, como si hubiera eludido la muerte sin saberlo.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora