133. Amor (1)

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Me empuja hacia la silla. Su expresión es de enfado – tenemos que hablar sobre los pantanos, necesito que me digas lo que pasó hace once años durante la epidemia.

¿Qué pasa con él?, Undra está allá afuera tendiéndole una trampa a Alexis, habrá enemistad por causa de la reliquia de purificación y su pregunta es sobre el día en que nos conocimos – enloqueciste.

– Tienes que decirme – su tono se vuelve suplicante.

En realidad..., no puedo, el templo no nos permite hablar sobre los pantanos, por eso jamás lo mencioné cuando nos reencontramos – no hablaré más contigo – me levanto y su mano me empuja de vuelta, mis manos lo sujetan tan fuerte como me es posible enterrando mis uñas.

Una botella de veneno es todo lo que me queda de Marcela y es especialmente para ti, miserable idiota.

Su grito es casi un gemido doloroso, sus manos ya no pueden sujetarme, de prisa corro a la puerta y salgo. Afuera hubo una batalla, los hombres que venían con Tristán fueron abatidos, Sir Evans está bien, pero Ágata recibió una puñalada, el cuchillo todavía está hundido en su pierna.

– Señora, ¿se encuentra bien?

Ágata está sangrando y pregunta si yo estoy bien, ¡por la diosa!, debo ayudarla.

Mi mano es sujetada de nuevo, Tristán mira la escena y aprieta los dientes, Sir Evans lo sujeta por los hombros para mantenerlo alejado de mí.

De prisa, corro hacia Ágata, anestesio su pierna, ¡gracias a la diosa!, no tocó la arteria, solo necesito retirar el cuchillo y cerrar la herida. Lamento que se haya herido por mi causa.

Susana mira hacia el bosque y señala con su brazo, lo que ella está mirando es un grupo de antorchas en fila dirigiéndose en esta dirección.

El ruido del galope se hace más fuerte.

Son caballos, cientos de ellos.

– ¿Quién venía contigo? – Sir Evans le grita a Tristán.

– Me dijo que los hombres de Undra bloquearon los refuerzos – miro a Sir Evans cuya expresión se llena de pánico.

– ¿Dónde?

– Ya es tarde.

No tomaré en cuenta las palabras de Tristán.

– Marjory.

Luce diferente, su expresión de odio a la que estaba acostumbrada ya no está ahí.

El ruido de caballos es más fuerte, hay antorchas encendidas afuera del molino, somos un punto fácil de encontrar.

– Marjory – Tristán me grita – Undra tiene una alianza con Barbaros, si vienes conmigo nadie te tocará.

¿Ahora quiere salvarme?

Prefiero morir.

– Pelearemos.

– No seas estúpida, ven conmigo – extiende la mano en mi dirección, una mano que no pienso tomar – Marjory

Mi corazón late con fuerza, los caballos se detienen, ya están aquí. Además de Sir Evans que está deteniendo a Tristán, Ágata y mis mucamas, no hay más personas de nuestro lado.

No viviremos mucho.

Es un buen lugar, me gustó estar aquí, solo me arrepiento por haberlos traído, quizá, alguno de ellos pudo sobrevivir si hubiera huido, en verdad lo lamento.

– Marjory – quiero dejar de escuchar la voz de Tristán.

Mis ojos se cierran.

– Marjory...

La segunda vez que mi nombre fue pronunciado sonó diferente, abro los ojos, una figura salta de su caballo y se acerca, sus movimientos me parecen tan lentos, su cuerpo entra en el rango del amanecer y puedo verlo.

Sangre.

De pies a cabeza, todo el cuerpo de Alexis está salpicado de sangre, su rostro, su camisa, el costado izquierdo de su pantalón y desde sus rodillas hasta sus botas, solo hay sangre.

– Marjory.

Las lágrimas corren por mi rostro, está vivo, es todo lo que importa, mientras esté vivo puedo sanarlo, corro sin darme cuenta y lo abrazo manchando mis manos de sangre, todo lo que me queda de energía, no puedo ser tacaña, cada gota de poder que posea es para curar sus heridas, tiene que vivir, él debe vivir.

¡Gracias!, ¡muchas gracias, diosa Ameritia!

La sangre no es suya.

Estaba tan asustada, creí que moriría.

– Marjory – su mano acaricia mi mejilla – estás a salvo – me abraza.

– ¡Rey Diaval!

Había olvidado que Tristán estaba aquí, él es uno de nuestros enemigos y planeó un secuestro en mi contra, el dolor que le ocasioné ya no lo lastima, pero su expresión es de pánico.

– General Sigfred, por incumplir el acuerdo de paz entre Undra y Tiara, será puesto bajo custodia – habla el Marqués Quiral cuyo uniforme también está salpicado en sangre.

– A un hombre, ¿no se le permite visitar a su esposa? – fija la mirada sobre mí, ahora resulta, solo soy su esposa cuando le conviene.

El agarre sobre mi cintura se vuelve más fuerte – ¿esas eran sus intenciones?, trajo a muchos hombres para una visita amistosa.

Tristán sigue mirándome – Majestad, mi comportamiento fue el equivocado, pero entrometerse en un matrimonio es un crimen.

– ¿Qué quiere decir?

– Marjory me pertenece por mandato de la diosa Ameritia.

Él no puede hacer eso, no puede, ¿cierto? – Alexis... – dime que no me iré con él.

– Tengo un convenio con el rey Daigo.

– No incluía traerla a Barbaros.

El agarre de Alexis sobre mi cintura se vuelve más fuerte, a esta distancia, mi pecho está pegado al suyo, puedo oler el aroma a sangre que emana de su cuerpo y ver las expresiones de su rostro, aprieta los dientes, las salpicaduras le dan una apariencia más aterradora.

– ¿Por qué haría eso?, ¿por qué la dejaría contigo? – lo grita.

– Porque la amo.

No es porque Tristán tenga una espada en su cuello o porque esté rodeado y las cosas no hayan sucedido como él las planeo, lo que me molesta, es que él me crea tan estúpida.

– ¿Crees que eso me importa?, yo también la amo.


La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora