100. Lo que ella pueda hacer, yo lo hago mejor (2)

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El Duque Arturo Bastián soltó un largo suspiro y dejó los documentos sobre la mesa.

Después de llegar al hospital de Tiara, los únicos muertos eran los que fallecían en el camino, si no se contara con ese factor, el porcentaje sería cero, una vez que Marjory Sheridan los tenía en sus manos, la recuperación era total.

El daño por la epidemia de gripe que se suponía que Bela terminaría más de dos meses atrás era mínimo y otro de los informes era mucho más preocupante, el área de la frontera era árida y seca debido a la disminución del poder de la Santa en los últimos diez años esa zona no recibía tanto poder.

Una de las razones por las cuales estaban en disputa con el reino de Barbaros era precisamente porque en años pasados ese reino también se veía afectado por la ceremonia de purificación y explicarles que no los estaban ignorando a propósito se volvió imposible.

Pero en las últimas dos semanas los árboles eran más frondosos y las cosechas estaban mejorando, no podían atribuir ese efecto a la Santa, ella llegó solo esa mañana.

Las preguntas eran muchas y las explicaciones pocas.

– ¿Hablaste con tu esposa sobre esto?

Arturo asintió – según ella, Marjory Sheridan perdió la capacidad de sanar hace cinco años, no indagué demasiado porque pensé que no habría necesidad.

El comandante Bastián alzó una ceja – en asuntos de política debes hacer a un lado tu corazón, ella puede ser nuestro mejor informante. También existe el rumor de que todo esto es inventado o que el rey Diaval encontró una reliquia de las hijas de la diosa, pero no tengo evidencia que apoye alguna de esas teorías y sabes lo mucho que odio no tener toda la información.

Arturo conocía muy bien a su tío y desde que su padre murió y él tuvo que tomar la posición de Duque, su tío se convirtió en un ejemplo a seguir, siempre consideraba su consejo, la única vez que no recibió aprobación por sus acciones fue cuando exilió a su hermana y quería redimirse – hablaré con ella, me encargaré de arreglar todo esto.

El comandante Bastián le puso la mano en el hombro – cuento contigo.

*****

En una pequeña casa con apenas tres habitaciones Bela frunció los labios, el armario era muy pequeño para que toda su ropa pudiera encontrar cabida, sin mencionar la habitación donde dormiría, solo ese pequeño cuarto era del tamaño de su armario en la mansión del Duque Bastián.

Cuando empacó jamás pensó que se quedaría en un lugar tan pequeño.

– Señorita, en mi habitación hay un armario, si quiere le pediré a los soldados para que lo muevan y lo lleven a la suya.

Era una buena sugerencia, pero una vez que el segundo armario entrara, el espacio se volvería más pequeño, no, cualquier cosa era mejor que tener su ropa en el suelo – te lo agradezco Cinthia, siempre has sido muy buena conmigo.

– Usted es la que es amable señorita – agachó la cabeza mostrándose muy feliz y complacida.

La puerta principal se abrió y Arturo miró los pequeños cambios, no prestó mucha atención y buscó a Bela – necesito un momento, les pediré que se vayan.

– Pero todavía no terminan.

– Será un momento.

Ordenó a los soldados que se marcharan, incluida la sirvienta que acompañó a Bela y se quedó a solas con ella.

Bela se sintió molesta – estás actuando con mucha seriedad, solo quería hacer de este un lugar más cómodo, para ambos.

Arturo la llevó a la sala dando tres pasos y la sentó sobre el sillón – tu hermana Marjory, es importante que me digas todo lo que sepas sobre ella.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora