131. Primero muerta, antes que pedir tu ayuda (3)

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Treinta hombres vestidos con ropa negra desteñida y con agujeros, abrigos roídos, botas viejas y armas pesadas.

Ágata sonrió ligeramente y miró a Maurice – la señora, ¿se quedará arriba?

– Susana y Lionel la están cuidando.

– ¿Mencionó si podíamos matarlos? – preguntó sir Evans.

– No dijo que no podíamos hacerlo.

Cuidar a Marjory Sheridan tenía sus altibajos, era raro que una persona de apariencia tranquila tuviera tantos enemigos y trampas que acechaban en cada esquina, debían estar atentos cada minuto del día.

Por otro lado, era divertido, ninguno sabía lo que podría pasar y ella siempre era amable, el único problema era que desde que estaban con ella, ninguno pudo hacer aquello para lo cual fueron entrenados.

Dos hombres saltaron desde los árboles pisando el techo de la carreta y fue Casandra quién subió trepando por un costado para detenerlos, sir Evans sacó del equipaje de la carreta una ballesta y la lanzó hacia Ágata.

Ver a un hombre saltar solo significaba que había más alrededor.

El primer ataque llegó, sir Evans tomó un lado de la carreta y Maurice se movió al costado opuesto, los atacantes usaban armas pesadas, pero no eran oponentes para un hombre que llevaba cuatro meses sin pelear y estaba deseoso de que la batalla no terminara.

Se escuchó un crujido cuando uno de los hombres cayó del techo y los caballos se asustaron, la carreta se movió peligrosamente con Casandra en el techo, Susana apretó los dientes y trató de salir, pero no podían arriesgarse a que Marjory dejara la seguridad de la carreta.

Casandra saltó del techo y se aferró a las riendas.

La carreta se movió hacia un costado.

*****

Mi brazo se golpea, la carreta se movió, eso significa que estamos huyendo o...

No quiero pensar en lo peor.

– Señora, por favor, no salga de la carreta.

– No, no puedes salir, es peligroso – ¿por qué de repente a todas las personas a mi alrededor les dio por volverse mercenarios?

Susana se muerde el labio – estaré bien, es usted la que nos preocupa.

¡Ah!

Suelto su mano y dejo que se vaya, la carreta es empujada hacia el frente y de nuevo nos detenemos, Lionel permanece a mi lado, pero mirar su expresión no me da confianza, los ruidos que se escuchan, los gritos y gemidos, todos me parecen ruidos masculinos, no puedo escuchar la voz grave de Casandra, el tono suave de Maurice o la voz seria de Ágata.

Ellas están a salvo o ya no pueden gritar.

Afuera es demasiado oscuro, significa que ellos están peleando en esta misma oscuridad, si hubiera luna llena o una vela encendida.

De nuevo esta sensación en mi pecho, es como si albergara algo demasiado grande y empujara hacia afuera, mis labios se mueven – ilumina mi camino.

*****

Cinco hombres huyeron hacia los árboles en dirección al océano y tres más se perdieron entre el bosque, sir Evans dio un paso hacia la maleza y se detuvo de golpe.

– Nos están alejando de la carreta, no se separen – gritó al ver a sus compañeras y caminó de prisa para volver al punto focal, la carreta donde se ocultaba Marjory.

Todas asintieron.

Los pasos se escucharon, un grupo más grande se acercaba.

Los refuerzos de Tiara no llegarían porque no sabían que ellos estaban en el bosque, necesitaban resistir y llegar al campamento secundario en la base de la montaña, sir Evans se aferró a la espada y la levantó en señal de que debían esperar, Ágata tomó ese tiempo para recargar la ballesta.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora