Las flores son hermosas, las cortinas rosas cubren cada ventana, Isabela viste un hermoso y perfecto vestido que comienza siendo blanco a la altura del escote y acaba siendo de un bello rosa brillante en la parte baja de la falda, en el medio hay bordados de flores con caminos de estrellas, lleva el cabello recogido y una pequeña tiara blanca con pequeñas flores.
Está usando el prendedor de rosa con una mariposa.
Ligeramente y con miedo a ser descubierta miró a mi izquierda, la expresión del General es risueña, igual a la de un hombre mirando su mayor tesoro.
Isabela sonríe.
Desde que era pequeña siempre tuvo una bella sonrisa, pero este día en especial se ve mucho más hermosa, casi perfecta.
La procesión termina y mi padre llega al altar donde el Duque Bastián lo espera, desde que comenzó la boda no había visto al novio, el hombre alto de cabello castaño claro, casi rubio, ojos azul claro, porte elegante y una palidez bastante curiosa.
Tuvo días mejores, lo recuerdo como un hombre tan imponente en el día de mi boda, ahora parece que estuviera enfermo.
¡Es imposible!
¡Él también fue maldecido!
No entiendo por qué Isabela no levantó la maldición y tampoco sé porque ellos dos fueron maldecidos, en estos días quise preguntar al General, pero cada vez que lo hacía él me lanzaba una mirada fría y se retiraba de la mesa, el tema se volvió tabú, cada vez que me sentía tensionada por comer delante de él, solo debía hacer esa pregunta y podría tener el resto de mi cena en paz.
Con el tiempo, olvidé la importancia de esa pregunta y que de verdad quería saber la respuesta.
¿Por qué Isabela lanzaría una maldición?
– Bela es mi sobrina – las palabras de mi padre me devuelven a la realidad – llegó a mi familia cuando era una pequeña y desde entonces la he criado y cuidado como si fuera mi propia hija – Isabela sonríe mirando a mi padre – en mi corazón, ella es mi hija, la más bella y la más cariñosa.
¿Qué?
– Duque Bastián, hoy le entrego la mayor joya de mi familia, para que cuides de ella y te comprometas a darle la felicidad que ella merece – su mano no suelta la de Isabela – si no fueras capaz de cubrir esos pequeños requerimientos, ten por seguro que la tomaré de vuelta.
La iglesia se llena de pequeñas risas.
– Conde Igor Sheridan, le agradezco por cuidar de Bela, le prometo que, a partir de ahora, nada le faltará, ya sea amor, cariño o respeto, Bela lo tendrá todo de mí.
– ¿Y dinero? – alguien grita en la audiencia.
El Duque Bastián sonríe, no así el sacerdote que fulmina con la mirada a mi prima Jazmín.
– Cualquier cosa en este mundo que pueda ser entregada, yo se la daré.
Los ojos de mi padre se humedecen y enrojecen, él baja la cabeza para limpiar las lágrimas que se forman en las esquinas de sus ojos con un pañuelo.
Si lloro ahora, lloraré el resto de mi vida.
Siempre supe que mis padres querían más a Isabela, ella fue la Santa, la bonita, la amable y la sonriente, a su lado yo solo era oscuridad, no puedo culparlos por amarla, solo puedo culparme por no haber sido más que una sombra.
Yo ya sabía esto.
Entonces, ¿de qué me estoy quejando?
– El matrimonio es una sagrada institución y la ira de los dioses caerá sobre aquel que la profane, hoy estamos reunidos para unir a una de las más hermosas parejas a las que he tenido el privilegio de casar, no tengo dudas de que esta unión, servirá como ejemplo para las generaciones futuras, un hombre y una mujer destinados a estar juntos en cuerpo y alma.
Una bandeja con un plato, un cuchillo y un pañuelo son puestos delante de los novios, el pequeño y tradicional acto de tomar dos gotas de sangre y mezclarlas.
Cuando era pequeña, alguien me dijo que era tonto darle un cuchillo al novio en el día de su boda, sí él lo quisiera, podría tomarlo y enterrarlo en la garganta de la novia, pero ese es el significado, durante la ceremonia, cada cónyuge pone su vida al alcance de un corte y con ese acto, demuestran que tienen completa confianza en su pareja.
El Duque toma el cuchillo, lo envuelve con el pañuelo, lo muestra ante la iglesia, lo deja sobre la bandeja y le da un beso a Isabela.
Solo la familia real puede abstenerse de derramar sangre en el día de su boda, y el Duque Bastián tiene un lejano parentesco con la familia real.
No puedo evitar recordar que en el día de mi boda mi sangre manchó el plato, el pañuelo y toda la bandeja, es divertido pensar que mientras una de nosotras derramó tanta sangre, la otra ni siquiera tuvo que dejar caer una gota.
La boda termina felizmente.
Después de la boda, la recepción será en el castillo del Duque Bastián, nos levantamos y dejamos la iglesia, en pocos minutos el tráfico será tan infernal como lo fue en el día de la ceremonia de purificación.
– Cariño, ¿por qué no vas con nosotros?, no te hemos visto en tantos días – la señora Sigfred revisa la corbata del General y el resto de su traje.
– Te extrañamos mucho – y Kayla arruina su trabajo abrazándolo y arrugando el traje.
– Kayla, ven aquí – la llama su padre.
Siempre lo he pensado, el señor Sigfred y el General solo se parecen en su carácter, físicamente son muy diferentes. El General es más alto, su barba tiene una forma cuadrada y sus cejas son muy tupidas, sin mencionar que tiene un hermoso par de ojos azules, su padre en cambio tiene una estatura más baja, rostro ovalado, cejas delgadas y los ojos oscuros, muy parecido a Kayla.
– Estaré de vuelta en casa en pocos días – contesta el General.
La señora Sigfred se incomoda – ¡tanto así!, entonces no se diga más, tienes que llevarte a Darlian, el pobre ha estado muy preocupado por ti, hijo, necesitas alguien que te ayude a poner orden en esa casa, alguien que te defienda.
Lo lamento.
En verdad lo lamento mucho.
Pero no pude evitar soltar una risotada, cubro mi boca de prisa y me giro para que no sea tan obvio, el General necesitando quién lo defienda, como si yo fuera una mujer despiadada con las uñas afiladas lista para ponerlas sobre el querubín.
¡Señora Sigfred!, ¡por favor protéjalo de mí y lléveselo de vuelta!
De hecho, no es mala idea.
– General, la señora lo extraña, ¿por qué no los acompaña?, así podrán ir todos juntos – la señora Sigfred me mira con desconfianza, especialmente porque no puedo borrar la sonrisa de mi rostro – por mí no se preocupen, le pedí a uno de mis sirvientes que nos siguiera con el carruaje, llegaré por mi cuenta, ¡qué tengan un buen viaje!
Me despido y emprendo la huida casi corriendo antes de que el General pueda detenerme, para mi buena suerte la señora Sigfred todavía está sujetando su corbata y lo detiene impidiendo que me siga.
No quiero compartir un carruaje con ellos, no quiero ver sus caras y no me importa que me alejen de mi marido. Lo que yo quiero en este preciso momento es algo más importante y es la razón por la que estoy corriendo.
Entre todos los invitados no tengo problemas en encontrar a un chico con los cabellos parados en un peinado extraño como si fuera un manojo de zanahorias.
– ¡Patrick!, Patrick, espera, ¿dónde está Elizabeth?, ¿por qué no vino?
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La petición de la mujer malvada
RomansTítulo: La petición de la mujer malvada Historia original Actualizaciones Martes y Viernes - Majestad le pido que me conceda el divorcio. La mujer con corazón de hielo que robó el novio de su hermana, le provocó un aborto a la amante de su marido y...