108. Dulce despedida (2)

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Igual que cada tarde, Alexis me espera afuera del hospital con las manos en los bolsillos y una sonrisa.

– Tramposa, habíamos hecho un trato, ibas a seguir un horario.

– Díselo a tus hombres, ¡comer hongos silvestres de un reino extranjero!, ¿qué tan desesperados estaban?, ¡fracasaron como exploradores! – lo digo en voz baja, si alguien me escucha tendría que disculparme.

Alexis desvía la mirada, creo que dije algo que no debía.

– Lo arreglaré.

– Me dirás lo que ocurre.

Niega con la cabeza.

– Y dices que yo soy una tramposa.

Su mano aparta mi cabello – déjame a mí los detalles, y se cuidadosa, cuando me vaya no podré cuidarte.

Finalmente hablaremos de eso – ¿cuándo te irás?

– Mañana por la mañana.

¡Tan pronto!

Sé que estamos en una guerra y que todo lo que yo veo es a los enfermos que vuelven, lo que sucede lejos de mi vista, las batallas, emboscadas, enfrentamientos y estrategias militares, desconozco todo eso.

Y Alexis estará ahí, arriesgando su vida.

– Estarás bien, ¿cierto?, piensa que no podrás cuidarme si no regresas.

Acabo de decir algo muy egoísta y él no parece molesto.

– Te lo prometo – acomoda mi cabello detrás de la oreja y abre la puerta.

No estamos en mi casa, este es su edificio – ¿qué hacemos aquí?

– Te compré un regalo de despedida – camina hacia su estudio y me muestra una caja muy grande sobre la mesa.

Es un vestido.

No tiene las mangas largas que están de moda en Undra, odio esas mangas, estorban para todo, no puedo sanar a un enfermo cuando mis mangas cuelgan y se llenan de suciedad, tampoco tiene las transparencias que son tan comunes y que pican mi piel, en lugar de eso hay tres moños al frente, hombros descubiertos, un bordado en las mangas, varias capas en la falda.

Y el color...

Es azul.

Un hermoso azul marino, el escote no es muy pronunciado, y tiene una gargantilla, la falda es corta, pero no demasiado y hay un par de hermosas botas negras de tacón mediano y agujetas azules que llegan hasta las rodillas, solo con verlas quiero saber cómo se verán puestas.

Jamás me emocioné con un vestido o un par de zapatos.

– ¿Te gusta?

– Es muy hermoso.

– Me alegra que te guste, lo que me preocupa es la talla – mira el vestido y luego a mí, hace esa misma acción siete veces.

– Me lo mediré.

– Buena idea, te esperaré aquí.

¿Él esperará?, no es necesario, yo podría probármelo y decirle si me queda o no. Creo que ya no puedo negarme, y también, me gustaría ver como se ve.

¡Tonta!, pase todo el día en el hospital, mi ropa huele a medicina y un poco a sangre, no puedo ponerme el vestido, lo mancharé, pero le dije a Alexis que me lo probaría.

No, hay ciertas cosas que no puedo hacer y una de ellas es probarme este vestido sin bañarme primero – lo llevaré a casa para probármelo.

– No.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora