94. Sanadora Carmesí (4)

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Ágata, ¡me olvidé por completo de ella!

– Señora, ya acomodamos el equipaje.

– Gracias, no debió ser fácil tú sola.

– Tuve algo de ayuda – su sonrisa es pronunciada.

La casa en la que voy a quedarme y que Alexis reservó para mí ya tiene algunos inquilinos – Susana – es la primera a la que veo, también están aquí Casandra, Maurice y Lionel – ¿no fueron a la mansión del Conde Mirra?

Ágata niega con la cabeza – el joven Alexis nos envió una carta, no le informé porque queríamos darle la sorpresa.

Él, hizo todo esto por mí, sonríe al verme y no puedo mover mis labios lo suficiente para agradecerle, mi pecho duele.

– Señora, la comida ya está preparada, ¿la servimos? – me pregunta Casandra.

– Si, hoy comeremos todos juntos.

Solía odiar la hora de la comida, me sentaba a mirar mientras la Señora Sigfred y su familia comían, oliendo los platillos que no podía tocar, llegué a sentirme miserable al ver cómo la cantidad de veneno en mi plato iba en aumento, bajé la mirada esperando que Tristán se quedara callado o el Duque no hiciera algún comentario sobre mi matrimonio y soporté la presencia de la señorita Escarlata en la misma mesa, siempre en silencio, concentrada en la comida y esperando por el momento en el que pudiera levantarme de la mesa.

Ya no estoy en esos lugares.

Estoy en una pequeña casa con ventanas abiertas y una hermosa y radiante luz amarilla.

Algo suave toca mi mejilla, es el pañuelo que Alexis me robó, lo está usando para limpiar mi rostro.

– Es una mala costumbre tuya llorar cuando estás conmigo.

No puedo negar la lágrima que rodó por mi mejilla, pero no me siento triste, en realidad, creo que estoy un poco feliz.

– Estoy bien, ¿te quedarás a comer?

Mira de reojo a su derecha y luce miserable – tengo algo importante que hacer, vendré más tarde, iré por ti al hospital cuando termines – se despide.

Ay no, olvidé darle las gracias.

Supongo que será después.

La comida está servida, muero de hambre, coloco la servilleta y sujeto los cubiertos del modo en que mi institutriz me enseñó, solo que..., a mi alrededor hay personas comiendo con un solo cubierto y las manos.

¡Qué más da!

La comida está deliciosa – Casandra hoy te luciste, es lo mejor que has preparado.

Su rostro se ve muy decepcionado – el rey Diaval la envió para usted, acabamos de llegar, no tuve tiempo para cocinar.

¡Ay no!

– Lo siento mucho, no quise decir, todo lo que cocinas es excelente – necesito buscar un agujero y meterme en él.

En el otro extremo de la mesa Lionel comienza a reírse.

De verdad lo siento.

Por suerte para mí Casandra también se ríe – está bien señora, no se preocupe.

Sé que cometí un terrible error, pero también estoy un poco feliz, jamás pensé que podría reírme durante la comida.

Casandra, te lo compensaré.

*****

Después de la comida camino al hospital, pero antes hay un asunto importante que tratar – Ágata, ¿por qué no me dijiste que Alexis es el rey de Tiara?

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora