4. La esposa perfecta (1)

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– Requiere algunos ajustes, lo llevaré con la modista para que lo arregle y estará listo para mañana – mi madre entra en la habitación y mira el vestido que estoy usando.

– Muchas gracias, pero preferiría usar uno de mis vestidos.

– No seas tonta, ofenderás a tu esposo.

Mi madre, la Condesa Bianca Silas de Sheridan es una mujer alta con un largo cabello rojo oscuro, usa maquillaje pesado y todos sus vestidos son elegantes, en mis dieciocho años de vida jamás la he visto sin maquillaje o con un vestido sencillo, esa imagen altiva y elegante es la que ha estado impresa en mi mente desde que era una niña.

Me quito el vestido y se lo doy para que me ayude con los arreglos, ella lo mira y lo dobla sobre su regazo, pero no se marcha.

– Madre.

– Ya habíamos hablado al respecto, sabes cómo debes comportarte.

– Si, lo sé – respondo de prisa.

– La familia Sigfred no es muy influyente y la posición del General tampoco es muy alta, su padre es un comerciante que viaja casi todo el año, su madre administra la casa y su hermana es muy joven, apenas tiene catorce años, no recibirás muchas invitaciones a eventos sociales, eso es bueno para ti que no sabes comportarte, tampoco tendrás que atender muchas visitas, tu matrimonio será muy fácil, Bela es la que me preocupa, una Duquesa tiene tantas obligaciones, fiestas, relaciones sociales, debe apoyar a su marido y comportarse de manera perfecta.

Lo entiendo.

– Quiero decir, nadie mirará si la esposa de un General mal pagado no sabe vestirse, pero si una Duquesa llegara tarde o usará un accesorio fuera de moda, será un verdadero problema.

Lo que mi madre quiere decir, es que sus manos estarán llenas con los preparativos y la boda de Isabela, no tendrá tiempo para mí, la esposa de un simple General sin mayores problemas, lo que suceda después de mi boda, debo resolverlo por mi cuenta.

– Me alegra que lo entiendas, eres una jovencita bastante capaz, puedes con un problema tan inferior – se levanta para irse – por cierto, en cuatro meses es la ceremonia de purificación, debes estar presente al igual que toda la familia, debes apoyar a Bela.

– Estaré ahí.

Sale de la habitación dejándome sola, solo después de que ella se va, siento que puedo volver a respirar.

Puedo hacerlo, puedo tener una vida tranquila como la señora Sigfred, él mencionó que no habría amor, pero no dijo algo sobre la amistad, los matrimonios por contrato existen desde que se inventó la forma de gobierno, no sería la primera ni la última mujer en casarse con un hombre que no la ama.

En verdad puedo hacerlo.

Solo debo cerrar mi corazón.

La sonrisa de aquel adolescente de catorce años vuelve a mi mente, ese día pensé que había conocido a una persona especial, me sentí triste cuando se fue al día siguiente, dos años después descubrí que había sido ascendido a teniente y estaba muy feliz por él.

Temo decir que lo acose en secreto.

Cuando tenía trece años descubrí que él estaba en un escuadrón diferente y conseguí intercambiar lugares con otra persona para visitarlo, él recibió una herida que lesionó su cabeza y la sangre brotaba a borbotones, me las arreglé para llegar hasta él y lo curé, después me despedí.

Esa fue la última vez que nos vimos en años, solo de vez en cuando escuchaba sobre sus logros y un día, hace dos años, descubrí que había cumplido su sueño, se convirtió en un General.

Recordé nuestra promesa y dije la palabra pensando en él – General.

El día en el que llegó a la mansión pensé que me buscaba, bajé los escalones corriendo y lo miré, él vestido de forma tan elegante con una pequeña línea sobre su ceja como único vestigio del golpe de espada que debió matarlo, me apresuré y entonces lo vi.

La persona a su lado era Isabela.

– Conde Igor Sheridan, pido su permiso para casarme con su hija Bela Sheridan.

La única que pensó en él desde que tenía ocho años, fui yo.

Él ya me había olvidado.

Un breve encuentro con Isabela que esperaba junto al camino bastó para ganar su corazón y desde entonces ellos habían estado intercambiando cartas en secreto.

La persona a la que él siempre amó y siempre amará, es ella.

Y la persona que recibirá el frío de su corazón, seré yo.

– No puedo hacerlo.

No puedo, necesito ayuda.

– Padre.

El Conde Sheridan me mira con el entrecejo fruncido – cierra la puerta.

La cierra con un golpe – no quiero casarme, debe haber una alternativa, puedo quedarme soltera para toda la vida, trabajaré, puedo ser mesera o tal vez

– Hija, basta – mi padre suspira y deja los documentos que estaba revisando, sus pesados lentes son dejados sobre el escritorio – tu matrimonio fue una orden real y un acuerdo del Duque Bastián, frente a su emisario aceptaste que tenías una relación con el General Sigfred, si ahora te retractas serás acusada de perjurio e irás a prisión y si te niegas a casarte el rey podrá acusarte de desobediencia, toda la familia se vería afectada, y sí no estás dispuesta a aceptar esas consecuencias necesitarás una razón factible, negándote a casarte después del escándalo, ¿qué explicación darás?

Trago saliva, no tengo una causa justa y es verdad que juré frente al asistente del Duque.

– El mandato real no es la única razón – su tono de voz se vuelve más serio – si tú no te casas, el Duque tendrá sospechas, reiniciará la investigación sobre lo sucedido con el General Sigfred y habrá fricciones entre el Duque y Bela, su matrimonio no puede comenzar con esa mancha.

El matrimonio de Isabela no puede comenzar mal, pero el mío sí – Inventa que estoy enferma o que me estoy muriendo, padre, no puedo casarme, los dos seremos infelices.

Golpe.

Mi mejilla arde por la cachetada, no es una herida grave, puedo curarla en poco tiempo, lo que realmente duele, es que fue mi padre quien me golpeó – ¿por qué?

– Se hacen sacrificios por el bien de la familia.

Desde que era pequeña, esa frase ha sido repetida tantas veces que podría llevarla escrita en la piel.

– Vuelve a tu habitación, prepara tus maletas y piensa en tu boda, con este arreglo serás la señora Sigfred y llevarás una buena vida, deberías estar agradecida con Isabela, si no fuera por ella, jamás habrías encontrado un marido tan bueno.

Duele.

Realmente duele.

- Ya no eres una niña Marjory, tienes que aprender a tomar responsabilidad por tus acciones.

Cierto, solo que estas, no fueron mis acciones.

El cielo está nublado con grandes nubes grises, el viento sopla con fuerza y el aire frío entra por la tela semi transparente de mis mangas.

Hoy es el día de mi boda.

Me casaré con el hombre al cual eh amado por diez años, solo eso debería hacerme feliz. Debería ser así.

Entonces, ¿por qué estoy llorando?

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora