75. Embarazo (3)

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Bombones derretidos sobre una galleta de chocolate.

– Muchas gracias Mateo.

Desde la mañana no he recibido más que atenciones, Ágata me trajo la comida con pudín de postre, el Duque Daigo me envió un pastel llamado ¡Delicia de Ambrosía!, y Casandra me envió bocadillos con nueces y avellanas.

¡Debería decir que estoy bien!

Pero, ya no me mandarán dulces.

Lo dejaré pasar por un día.

¡Rubí Escarlata!

Su peinado alto y sus vestidos color de rosa me hacen sentir incomoda, pero es la actitud del General la que me ofusca, me he esforzado tanto por mantener un ambiente estable en mi matrimonio y él va por una amante.

¡Qué descaro!

Pero, no me siento tan mal como debería.

Esta mañana la señora Sigfred hizo un coraje tan grande que apuesto a que ahora tiene una úlcera con el nombre de la señorita Escarlata, mirarla salir de la mansión dando tumbos y ver a Kayla siendo jaloneada fue agradable.

Tengo que aceptarlo, el merito fue de esa mujer.

*****

Esta noche la señorita Escarlata no nos acompaña, tampoco el Duque, solo somos el General y yo.

Se ve cansado, culpable y molesto, dormir con otra mujer no es algo que afecte nuestra relación, pero estoy segura que debe dolerle saber que su pureza ya no le pertenece a mi querida y dulce prima.

Debe sufrir mucho, no es algo que me importe.

Es tan lindo ser lamentable, mi porción de pudin es más grande y es tan dulce, Casandra le puso un poco más de azúcar, un toque de canela y, no quiero usar mi poder, tengo que adivinar, este sabor

– ¿Estás celosa?

¿Qué?, ¿es en serio? – creí que habíamos llegado a un mutuo entendimiento cuando dejamos de fingir que nos importan los sentimientos del otro.

Durante varios minutos permanecemos en silencio, de esta forma es más fácil pasar el tiempo.

Su aspecto es muy miserable.

Me mira fijamente – mañana viajaremos a la frontera.

– ¿Tan pronto?

– Hubo un imprevisto, el Duque viajará con nosotros, será por la tarde para que tengas tiempo de empacar tus cosas.

Ya me había olvidado de ese viaje – qué remedio.

– Sé que no estás muy feliz por Rubí, pero necesito que te controles, porque ella nos acompañará.

– Lo dice como si la hubiera maltratado, ¿por qué no estaría bien con ella?

Él sonríe de forma burlona – la miras como si quisieras matarla, no te das cuenta, pero lo haces todo el tiempo.

No lo sabía – no lo hago a propósito.

– Piensa en ella como un mal necesario, algún día me lo agradecerás.

Según él, siempre debo estar agradecida, aunque debo admitirlo, si una mujer debe compartir su cama, estoy muy feliz de no tener que ser yo.

¡Ah!, se acabó el pudin, si bajo la mirada un poco y me tallo los ojos apuesto a que Casandra me enviará helado antes de dormir.

– Iré a descansar, General, en el futuro podría cenar con la señorita Escarlata, le estamos pagando lo suficiente como para que sea yo quien tenga que soportar su presencia.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora