104. El embarazo debilita (4)

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El comandante Bastián estaba extremadamente molesto – ¿para qué mierda la trajimos?

Era la primera vez que alguien usaba una grosería en presencia de Bela y se usó para referirse a ella, un extraño sentimiento se formó en su pecho.

– Lo lamento mucho.

– Deberías lamentarlo – le gritó el comandante y ella retrocedió buscando los brazos de su esposo para refugiarse – ¡eso!, consiéntela como hizo su madre, resolverá todos nuestros problemas.

Bela sabía que ese viaje fue idea suya y se sentía tan entusiasmada por presentarse en el frente y llevarse las alabanzas.

No pensó que algo así pasaría.

– Su hermana es capaz de sanar a quinientas personas en un día y ella no llegaba a cincuenta.

El orgullo de Bela fue picado en lo más profundo de su alma.

Arturo Bastián no pudo soportarlo – por ahora usaremos el método de la Condesa, las sanadoras Limas se harán cargo de los enfermos más graves y Bela tendrá una participación representativa.

El comandante asintió aceptando que era la única salida y miró a su sobrino con decepción.

Era la segunda vez que Arturo recibía esa mirada y se sintió extremadamente culpable.

No debía suceder de esa forma, Bela jugaría su papel de Santa, impresionaría a todos, tentarían al rey de Barbaros y lograrían la alianza para aplastar al rey Diaval y reclamar el trono de Tiara.

En lugar de eso quería esconder a su esposa para que nadie la viera, antes de que ella cometiera otro error.

*****

El tercer día desde la llegada de Bela fue un evento anunciado, todos estaban presentes para ver a la Santa con su hermoso vestido rosa pálido, aretes de diamantes, un tocado de flores y un abrigo blanco.

La entrada emblemática era su fuerte.

Junto a ella, las tres mujeres que también eran sanadoras, pasaron desapercibidas, ellas lo entendían, fue así desde que eran niñas, no importaba que ellas y el resto de los miembros de su familia curaran a cien personas cada uno, Bela aparecía, curaba a uno y los quinientos restantes dirían que fueron sanados por la Santa.

Era parte del encanto de Bela.

– Gracias por venir – dijo Bela bajando la cabeza frente a sus primas – sé que hay muchos enfermos y el comandante me informó sobre la epidemia, pero..., por el bien de todos, hagamos nuestro mejor esfuerzo.

Clara le sonrió – siempre eres tan buena, sí tú te esfuerzas, no podemos quedarnos atrás, Bela, estamos contigo, ¿no es cierto, chicas?

– ¡Por siempre!

– Bela, te seguiremos.

No había amabilidad en sus rostros y su tono podía interpretarse como una burla, Bela se sintió herida y trató de dejarlo pasar para concentrarse en lo que en verdad importaba, sanar a las personas – quiero fuera a los médicos.

– Son personas confiables, han mantenido con vida a estos hombres por semanas.

– ¿Son más valiosos que la Santa?

Con esa única sentencia, el administrador del hospital no tuvo otra opción, ordenó que los médicos salieran y dejaran que la Santa y sus primas hicieran el resto del trabajo, al escucharlo, todos reclamaron, ellos habían salvado de la muerte a muchos de los hombres quemándose las pestañas para quedarse hasta la madrugada, partiéndose la espalda y pasando días enteros sin dormir, pero una vez que todo terminara, el reino solo recordaría que la Santa fue y curó a todos.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora