18. Marquesa Morgana (4)

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– Estamos muy felices por tu visita, mi nuera tiene suerte de tenerte, puedes venir cuando quieras.

– Lo tendré en cuenta – Elizabeth sonríe y se marcha.

En cuanto ella se va, la señora Sigfred se deja caer y su asistente Darlian le coloca una silla para atraparla, ella se toca el pecho escuchando los latidos de su corazón – ¿qué pecado cometió mi familia para recibir este castigo? – me mira al momento de decir ¡castigo!

– Señora – una mujer alta se acerca – por favor vea a la señorita Kayla.

– ¿Qué le sucede a ella?

– Destrozó todos sus vestidos, dijo que antes de que la zorra los use, ella los destruirá.

Ir tan lejos como para romper sus vestidos solo porque use uno suyo.

– Esa niña, hablaré con ella y tú, quítate ese vestido, Darlian, quémalo antes de que Kayla lo vea y ve que se mude a una habitación más pequeña, no quiero verla.

Finalmente, algo que mi suegra y yo tenemos en común, no queremos mirarnos.

Me quito el vestido con mucho cuidado, es muy apretado y no me dejaba respirar, me pongo el vestido parchado y dejo que Darlian eche el nuevo a la chimenea como si hubiera sido usado por una persona enferma.

No es algo que me afecte.

Mi nueva habitación es mucho más pequeña que la anterior, solo tiene una cama individual, una ventana sin cortinas y un mueble – necesitaré un baño.

– Hay uno al final del pasillo.

– Pertenece a la servidumbre, las intimidaré y les gritaré como hago con todos los sirvientes, también podría romper algo y culparlas a ellas.

– ¿Qué quiere decir?

– Necesito un baño privado.

Darlian me mira como si no pudiera creer lo que está escuchando – espera que envíe a las sirvientas al otro pasillo para que solo usted pueda usar el baño.

– O podría condicionar una habitación privada.

Deja caer mis cosas sobre la cama – le diré a la servidumbre que tenga cuidado – dice y se marcha.

Bueno, no siempre se puede ganar.

Esa misma tarde, me traen la comida dos horas tarde, es un plato sencillo de avena y un vaso de agua, el ingrediente secreto.

Veneno.

La señora Sigfred se tomó mucho tiempo antes de dar este paso, pongo mis dedos en la avena y puedo sentir el veneno frío moviéndose como una serpiente, es un veneno especial que debilita el cuerpo muy lentamente, con dosis pequeñas moriré en dos meses.

Con mucho cuidado extraigo el veneno formando una pequeña burbuja de color violeta que permanece sobre mi mano.

Tengo que darle las gracias a la señora Sigfred, ahora tengo una forma de defenderme.

Elizabeth se mordió el labio, frente a ella estaban su madre y su tía Bianca mirándola de forma acusadora – no lo hice.

Bianca Sheridan suspiró – Marjory me escribió esta mañana, dijo que ayer fuiste a armar un escándalo a casa de su suegra, Liz, sé que eres una buena niña, pero mi hija tuvo problemas durante su matrimonio y ha estado trabajando muy duro para llevarse bien con su familia, acusar a la señora Sigfred de intimidarla y maltratarla, ¿en qué estabas pensando?

– No lo hice – repitió.

– Liz, es suficiente – la madre de Elizabeth, Clara Ernia la miró fijamente y suspiro – Bianca, estoy segura de que es un malentendido, hablaré con ella para que no se repita.

– Eso espero, estoy segura que Liz tiene un gran futuro, no quisiera que esto se volviera un obstáculo para ella.

Los ojos de Elizabeth se abrieron sin comprender las palabras de su tía, después de verla irse, tuvo que enfrentar la ira de su madre.

Como toda buena chica, eligió correr.

– Elizabeth Silas.

Los vestidos de falda hasta las pantorrillas existían por una razón, facilitar la huida, corrió de prisa por los pasillos, escapó por el establo y salió a la calle haciendo maromas entres los cargadores que llevaban la despensa.

¡A salvo!

– Vergonzoso.

Patrick habló y todo el cuerpo de Elizabeth se estremeció, ella que corrió a toda prisa fue alcanzada por su hermano gemelo que ni siquiera sudaba o peor, él ya estaba ahí esperándola porque sabía que escaparía – das miedo.

– Y tú vergüenza – la miró con las manos en los bolsillos y un gesto de fastidio – no lo hagas.

– ¿Qué?

– Lo que sea que Marjory te pidió, no pongas en riesgo nuestro futuro.

Elizabeth frunció el entrecejo – estaba descalza, con heridas en los pies, no ha bebido suficiente agua.

– Ella no quiere tu ayuda, le escribió a la tía para quejarse.

– No fue ella, Marjory jamás lo haría – lo pensó seriamente y tuvo un mal presentimiento – hay una persona que me llama escandalosa y no es Marjory, tú lo sabes, ¿por qué actúas como si no supieras lo que está pasando?, ella es nuestra familia, tenemos que ayudarla.

Patrick sintió pena por su hermana, pero no desistió – ¿qué hay de ayudarnos a nosotros mismos?, tu futuro como asistente médico y mi futuro como sacerdote, papá está enterrado en deudas, no puede pagar la colegiatura de ambos, sin el patrocinio de la Condesa Sheridan, los dos seremos expulsados de la Academia.

Elizabeth pensó en eso por un momento – ¿por qué eres tan molesto?

– El Abuelo siempre lo dijo, uno de los dos tiene que ser el ancla.

– Si sigo ese consejo jamás saldré del puerto – dio la vuelta y se fue.

Desde pequeños Elizabeth notó que había situaciones extrañas en rededor de su prima Marjory, cada vez que Bela se enfermaba, su tía Bianca enviaba a Marjory para que sanara a los pacientes, pero lo extraño era que, al volver, para proteger la reputación de Bela, decían que fue ella quien curó a las personas y en cuanto a Marjory.

Dijeron que tenía un poder roto, en lugar de infundir su fuerza vital, tomaba la de los pacientes poniendo sus vidas en peligro, cuando Elizabeth escuchó eso dijo que era mentira y todos la miraron de forma confusa diciendo que era joven para entender cómo funcionaba el mundo.

Claramente era joven e ingenua.

– Necesito papel y una pluma para anotar las cosas que compraré.

– Claro, aquí tiene.

Patrick la seguía, así que de prisa escribió unas cuantas líneas y miró la hoja apenada – me equivoqué, necesitaré otra hoja.

– Por supuesto, aquí tiene.

Con la segunda hoja anotó telas, hilos y todo lo que se le ocurrió que se pudiera comprar en una mercería, después salió y entró a una joyería, Patrick se mantuvo afuera.

Dentro de la tienda mirando varios prendedores vio a una niña pequeña de cabello enredado como estropajo – hola – la saludó, y la niña tembló alejándose dos pasos – ¿te gustan esos?, ¿qué me dices de este?, ¿te gusta? – quitó su peineta y la mostró.

La niña apretó los labios y asintió con la cabeza.

– Si llevas esta carta a la oficina de correos y regresas aquí – entregó la carta y una moneda – es tuyo.

La niña pasó la vista sobre la moneda que ya estaba en su mano, si escapaba tendría una moneda, pero si hacía lo que le pedían, tendría una peineta que podía venderse por diez monedas, en cambio, si la estaban engañando, se quedaría sin la peineta y sin la moneda.

Era una apuesta.

Elizabeth mostró la peineta desfilándola como si fuera una joya única, la niña corrió hacia la oficina de correos y Elizabeth suspiró.

Ahora todo estaba en manos del destino.

La petición de la mujer malvadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora