Capítulo 109: Falso rey.

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«El joven de cabello azul se posó una vez más frente a Mei, erguido y orgulloso. La princesa se preguntaba quién podía ser después de tanto tiempo. ¿Sería alguien que vio en su viaje? ¿Alguien por conocer? El retumbar del sueldo alertó a la princesa, el joven se disponía a enfrentar un monstruoso dragón de nueve cabezas y Mei estaba en su camino.»

Al abrir los ojos la princesa se encontró en su habitación, aún estaba oscuro afuera y faltaba para el amanecer. Incapaz de volver a conciliar el sueño luego de esa pesadilla, la princesa dragón se levantó de la cama para dar un paseo nocturno. Todo estaba en total calma, a esas horas de la madrugada los pasillos siempre se encontraban vacíos y silenciosos a más no poder, sólo de cuando en cuando un guardia o dos pasaban haciendo su ronda.

Mei observó la luna y suspiró, bastante tiempo había pasado desde su regreso a Xing, había cumplido diligentemente los deseos de su padre y se preparaba para asumir el trono tan pronto como fuera posible. No es que siguiera sin estar de acuerdo, pero había hecho de todo durante su viaje y se sentía satisfecha al respecto. Y aunque creía haber dejado atrás toda su rebeldía sin sentido, aún sentía que había algo mal, algo faltaba en su vida y ella no podía decir que era.

Absorta en sus pensamientos, Mei no se percató de aquellos ojos que la observaban atentamente desde que dejó la seguridad de su habitación. Al dar media vuelta se topó con un hombre de apariencia demacrada y andrajosa, con una sonrisa siniestra en el rostro.

—¿Quién eres? —preguntó desconfiada.

El sujeto sólo rio y levantó una navaja de acero pulido. Mei era lo suficientemente astuta para ver sus intenciones y se colocó en guarida, sin miedo para sorpresa del hombre. Este cargó contra ella y lanzó varios tajos al aire sin alcanzar a la princesa.

Mei retrocedió y chocó contra una columna en un descuido, el hombre aprovechó y lanzó una última estocada con toda su fuerza. La princesa se cubrió por reflejo, y justo antes de ser alcanzada por la pequeña hoja, estacas de oscuridad emergieron del sueldo e inmovilizaron al atacante.

—Aquel que levante la mano a una princesa está condenado a un destino peor que la muerte —Yao-Lee apareció de la nada, oculto entre las sombras —¡¿Quién te envía?!

—¡El rey! —contestó el hombre muy orgulloso.

—El rey no haría algo tan cobarde como esto. Mucho menos a su hija y sucesora.

—Ese viejo no es el rey —el hombre escupió con desprecio —. Es débil. Los Xing long sólo seguimos a los fuertes.

—Entiendo... —Yao bufó —. ¿Dónde encuentro a ese verdadero rey? Me gustaría comprobar su sublime fuerza.

—Ya lo verás... —el hombre echó a reír.

Para sorpresa de Yao-Lee el andrajoso sujeto era más fuerte de lo que parecía, rompió las estacas y escapó del agarre del Xing long. Inmediatamente Yao se colocó frente a Mei, listo para la combate. Para consternación de ambos, en lugar de atacar, el hombre se cortó la garganta de un tajo, cayó al suelo cubierto de su propia sangre y no mucho después su cuerpo se incineró de manera espontánea.

—¿Te encuentras bien? —preguntó rápidamente Yao-Lee a Mei.

—Creo que si... sólo —Mei levantó el brazo y mostró un pequeño corte arriba de la muñeca.

—¡Mierda! —Yao tomó el cuchillo rápidamente, lo examinó y exhaló al confirmar que no tenía veneno en la hoja.

Tomó el brazo de Mei y lo limpio con su manga, revisó la herida y formó un vendaje de oscuridad.

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