Capítulo XXVIII

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    —¿Alex? —Mi mente comenzó a zumbar, haciéndome sentir como si miles de insectos revoloteasen dentro de ésta. Una sensación de enfado, de rabia absoluta se apoderó de mí—. ¿Qué haces tú aquí?

Sin ser invitado, y haciendo caso omiso de mis gestos, entró en la habitación del hotel.
Intenté ponerme delante de él, echándole de la habitación, pero al final acabó cogiéndome las manos y llevándome al sofá más cercano para que él pudiese sacar una pistola con la que me apuntó.

    —Cállate ya. —Se sobó la frente, mientras ponía una mueca de dolor. Parecía tener una migraña de las que eran tan comunes en Jay y en mi. Le miré intentando analizar la situación, pero poco había que yo pudiese hacer—. Eres una auténtica molestia.

    —¿Cómo? —le grité.

    —Todo estaba saliendo a la perfección. Parecía que al fin todo iba a acabar y yo iba a poder acabar con el Operador. Pero entonces tú tuviste que cambiarlo todo. —Me dedicó una mirada oscura, llena de odio y frustración. ¿Qué era lo que había hecho ahora? Había sido él el que me había abandonado en el bosque, dejándome a merced de esa criatura que al final acabó persiguiendo a Jay. Jay... el recuerdo de mi amigo hizo que otra vez los sentimientos me invadiesen, intentando buscar el paradero de mi compañero durante tantas largas y aburridas tardes—. Pero ahora... Ahora vas a ayudarme a conseguir lo que quiero.

Dicho esto Alex disparó contra mí, y pronto sentí un insufrible quemazón en el hombro. Estaba asustada, muy asustada. Y mi mente no paraba de intentar buscar una solución, una vía de escape. Sentía mis ojos nublarse e instintivamente me levanté del sofá y me abalancé sobre la puerta lo más rápido que pude.

El hecho de que fuese capaz de levantarme del sofá también sorprendió a Alex, que corrió tras de mi. Recorrí los pasillos, tambaleante, aun sabiendo que mi vista no aguantaría mucho más. Aun sabiendo que mi velocidad decrecía y que la mano que sentía sobre mí, era la de Alex. Antes de caer rendida al suelo, mareada y sintiendo que el contenido de mi estómago quería salir de éste, sabía que él me había atrapado.



                                                                                             ***



Me dirigía al hospital donde me había llevado Tim anteriormente. Las cosas no habían salido como yo esperaba. Pero no podía rendirme ahora. Había encontrado a Tim, y ahora no podía dejar que se fuera. Necesitaba ayuda, y él era el único que parecía poder arrojar un poco de luz sobre este oscuro pozo de enigmas sin resolver.

Entré dentro del edificio, allí donde vi pasar de largo al hombre encapuchado. Comencé a recorrer los pasillos, asomándome en las habitaciones. Todo el edificio presentaba el mismo aspecto ruinoso que la última vez que lo visité. Sin embargo ahora era capaz de sentir algo flotar en el ambiente que hacía que cada pelo de mi nuca se erizase en señal de alerta.

En una de las habitaciones, una de las última a las que entré, me encontré con las paredes y el suelo completamente quemados. Un gran círculo en el techo indicaba que ahí se había iniciado el fuego. Recordaba perfectamente que Tim me había dicho, antes de que discutiésemos por supuesto, que este hospital se había cerrado por un incendio. Me paré un segundo, y mientras observaba la gran mancha de color negruzco reflexioné un poco. Era irónico que mi mente recordase ésas cosas y sin embargo no recordase algo tan fundamental como a qué me había dedicado las últimas semanas.

En mi mente todo estaba confuso, mis recuerdos se agolpaban queriendo salir todos a la vez, y como consecuencia de esto, no conseguía ver nada claro. Mi último recuerdo, del cual no estaba muy seguro ya que más bien parecía un sueño que algo realmente vivido por mi, es ver a una chica. La cual cada vez que su rostro llega a mi mente me inspira una pequeña sonrisa. Como la sonrisa que se le puede escapar a alguien que le hablan de una hermana pequeña a la cual tiene mucho cariño. Recuerdo su rostro, recuerdo que sus lágrimas corrían a raudales mientras gritaba mi nombre para que no me fuera.

Eso es lo único que recuerdo, el rostro de una persona sin nombre que me decía que no hiciese algo mientras lloraba. A partir de ese punto lo único que recuerdo es despertarme en la habitación de un hotel que no conocía para nada. Me desperté con el cuerpo lleno de vendajes, cosa que no entendía ya que no recordaba haberme herido.

Volví al mundo real, dejando el rostro de aquella chica a un lado y volviendo a concentrarme en mi tarea. Salí de la habitación y entré en la que estaba justo delante. La habitación también estaba algo quemada, y no hubiese llamado mi atención en absoluto si no hubiese sido porque dentro de ella. En una de las paredes menos quemadas encontré escrito un "Sígueme".

¿Sígueme? ¿A dónde? Es decir, ¿era un mensaje que el encapuchado había dejado para mi, o era una frase aleatoria que alguien había puesto a modo de pintada? Giré ligeramente mi cabeza y encontré otro mensaje. "Él miente".

Inmediatamente fruncí el ceño, intentando dilucidar los posibles significados de aquellos mensajes. Hasta que a mi mente llegó una imagen clara, el hueco. Estaba convencido, seguro que debía ir al hueco por donde se coló el encapuchado. Dirigí mis pasos hacia aquél lugar, sintiendo mi corazón latir fuerte contra mi esternón y mis manos sudar ligeramente.

Pasé de largo una parcela de espesa vegetación y en un par de pasos llegué a la pequeña choza semiderruida. Observé los alrededores, no me hacía ninguna gracia que alguien estuviese esperando que yo entrase ahí para atacarme. Una vez comprobé que estaba sólo, decidí meterme. Saqué la linterna que llevaba en el bolsillo, ya que desde un principio había querido ver qué se escondía ahí. Y avancé por el estrecho pasillo, todo lleno de cables y tuberías, de polvo e insectos que se subían a mi mano en un intento de que no los aplastase.


Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora