Slave of Creepypastas.

Capítulo LII.

Observé aquella sombra deslizarse dentro de mi casa. Mientras sacaba las llaves del coche y abría la puerta sin hacer ruido una sensación extraña comenzó a atenazar mi estómago. Sabía que en algún momento debía enfrentarme a Alex, pero ¿tan pronto? Preparado o no, mis pies se encaminaban solos hacia la puerta principal. Me quedé oculto tras la puerta, escuchando el sonido desquiciado de la voz de Alex.

    —¡Tim! ¿Estás asustado? ¡Vamos! —Seguí la dirección de sus palabras hasta que llegué a al pasillo. Me asomé y el olor de algo fuerte me azotó la cara. ¿Qué era eso? Miré las manos de Alex; que sujetaban un bidón de gasolina y una pistola. Rápidamente me oculté.

    —¿No querías verme? ¡Pues aquí estoy!

¿Llevaba una pistola? ¿Cómo me iba a enfrentar a él si llevaba consigo un arma? Las miles de posibilidades de cómo acabaría aquello comenzaron a invadir mi mente como el agua que se desborda de una presa.

No podía enfrentarme directamente a él, tenía una pistola. En cuanto Alex me viese intentaría pegarme un tiro. Pero tampoco podía ocultarme en la casa si le iba a prender fuego.

    —¿Dónde te escondes? —Su voz sonaba completamente desquiciada. Volví a asomarme y pude distinguir en sus ojos el brillo de quien no tiene nada que perder. El brillo de alguien que llevaba mucho tiempo queriendo acabar con todo aquello y que por fin lo iba a lograr—. ¿En el ático? —Y mientras decía aquello levantó la mano de la pistola y dio un golpe en la puerta del ático—.  Muy bien. —Se giró, pero para entonces yo ya me había vuelto a ocultar—. Esto es todo culpa tuya. Tú eres el responsable de que esto pasase. Todo el mundo se ha ido por culpa tuya. ¡Y todo lo que ha pasado es culpa tuya!

Alex comenzó a andar hacia la puerta principal, y rápidamente me escondí. Desde la puerta Alex comenzó a gritar como un auténtico loco. Desde mi posición todavía podía verle. Pero incluso a mí me costó mantener la vista fija en él. Según las palabras salían de su boca, a cada sílaba me parecía que la cara de quien antes había sido mi compañero, se veía más y más deformada; llegando a un punto en el que su rostro perdía todas las cualidades humanas y comenzaba a parecerse al de una bestia sedienta de fuego y dolor. Pestañeé, sabiendo que mi mente me estaba jugando una mala pasado por el miedo y la cara de Alex volvió a la normalidad.

    —¡Está bien, no salgas. Pero sé que estás aquí. —Observé, sintiendo como la sensación extraña se cernía con más fuerza sobre mí. Sabía lo que iba a ocurrir, pero no quería admitirlo. Tragué saliva al ver cómo Alex sacaba una cerilla, la prendía y la tiraba sobre el rastro de gasolina. Según la cerilla cayó al suelo, mis párpados se cerraron por una milésima de segundo. ¿Por qué todo había acabado así? Abrí los ojos y casi de forma instintiva me levanté de donde permanecía oculto, corrí al baño y rescaté las pastillas antes de echar a correr escuchando dentro de mi cabeza los latidos de mi corazón y la alarma de incendios.

Corrí con todas mis fuerzas hasta el coche y lo puse en marcha. Si tan sólo Alex no hubiera tenido la pistola. Si no la hubiese tenido habría tenido una oportunidad. Pero no podía arriesgarme y atacarle aún cuando veía que estaba en desventaja. No podía morir, si yo caía esto no acabaría nunca. Entonces la muerte de Jay, la muerte de todos habría sido en vano. Eché un último vistazo al monstruosos espectáculo de las llamas devorando mi casa y todo lo que ella contenía. Y dentro de mí, supe, que se quemaba algo más que los muebles, la ropa y las cintas. Me quemaba yo. Atrás lo dejaba todo y por así decirlo, sentía que también dejaba atrás a todos los que alguna vez me habían ayudado, todos los que alguna vez había considerado mis amigos. Los ojos me escocían en parte por el humo de la casa, en parte por la sensación de vacío que se aposentaba con fuerza y confianza sobre mis hombros. Ya no importaba que yo muriese, no si con ello conseguía frenar a Alex. Conduje hasta un hotel cercano mientras me prometía a mi mismo que encontraría a Alex y acabaría con todo esto de una vez por todas.