Chapter 20.

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Durante unos segundos mi cuerpo se bloqueó por completo, ¿qué debía hacer?

No podía correr hacia Jeff y Hoody, los vería y eso sería peor. Pero tampoco podía quedarme a hablar con ella. Podría descubrir a los chicos y Nina e incluso ellos podrían matarla.

—¿Lara? —sus manos temblaban y sus ojos permanecían abiertos como platos. En un movimiento involuntario la agarré por la manga y la metí por la fuerza en el baño. Pude ver cómo Hoody levantaba la cabeza y me miraba extrañado mientras yo me metía en el baño a toda prisa.

    —Joder Lar, ¿ dónde te habías metido? Te hemos estado buscando todos. Hemos puesto carteles por la universidad y tienes a Raquel movilizando a toda la facultad. —Le tapé la boca con la mano y la arrinconé contra la pared del baño. Rápidamente abrió los ojos de forma exagerada y empezó a forcejear para librarse de mi agarre.

    —Sarah olvida que me has visto, tú nunca me has visto, jamás. ¿Me entendiste? —Los grandes lagrimones se escaparon sin remedio de mis ojos. Bajé la mirada y agaché la cabeza, no era capaz de mirarla a los ojos. Poco a poco la solté y mi cuerpo comenzó a convulsionarse en un llanto incontrolable.

Sarah me abrazó e intentó tranquilizarme por largo rato. Intenté frenar mi llanto, quería pararlo e irme, buscar a Nina e irnos a casa, pero por alguna razón no podía. Solo pude llorar y abrazarme fuertemente a ella. Tenía tantas ganas de contarle todo lo que me había pasado, tantas ganas de decirle lo que sucedía, de advertirle que se fuera, huyera y cambiase su nombre para poder huir de ellos. Ella era mi amiga de la universidad, una chica dulce y buena que no se merecía que ellos supiesen de su existencia. 

Lentamente mis lágrimas fueron cesando, miré tímidamente a Sarah y ésta esbozó una sonrisa.

    —¿Qué te pasó?

Con la voz entrecortada y todavía haciendo pucheros la miré fijamente, y en un susurro casi fantasmal le dije:

    —N... No, no puedo contártelo. —La puerta del baño se abrió, y unos pasos fuertes se encaminaron hacia donde estábamos ambas—. No te lo puedo decir. Por favor, diles que no investiguen más, que no me busquen. Que si ven algún indicio de dónde me puedo encontrar que lo ignoren. Diles que he muerto, lo que sea, pero que no me busquen. —La puerta del baño se abrió, y Hoody apareció tras ella, me agarró por el  brazo y tiró—. Sarah, no me busquéis. Diles que he no me busquen, que se olviden de mí. Haced como si nunca hubiera existido.

Sarah se abalanzó sobre mí e intentó tirar de mi otro brazo para liberarme de Hoody, yo me zafé de éste, la cogí de las muñecas y la estampé contra la pared del baño. Perdió el equilibrio, la sujeté y antes de que se desmayara le susurre al oído:

    —Os quiero mucho a todos, pero por vuestro bien, no me busquéis.

Cerró los ojos pesadamente, la dejé con delicadeza en el suelo y me levanté. Hoody me miraba inquisitivo, echando miradas furtivas al cuerpo tendido de mi amiga.

    —¿Qué le has dicho?

    —Nada. Solo le he dicho que no me busquen, que piensen... —las palabras se me atragantaron, como si de una bola de papilla amarga se tratase—. Que piensen que estoy muerta. —Caí al suelo de rodillas y agarré el bajo de la sudadera de Hoody—. Por favor, no le hagáis nada. Ella solo estaba preocupada, por favor. —Grandes lágrimas caían por mis mejillas haciendo que me ardieran los ojos.

En un acto inesperado Hoody se agachó y me tomó por los hombros. Me secó las lágrimas con la manga de su sudadera.

    —Sal de aquí. —Mi cuerpo se llenó de terror, no. No podían matarla, ella no sabía nada.

    —No. —Rápidamente se giró y me miro con seriedad—. No, no por favor.

    —FUERA. —Me agarró por los brazos y me arrastró hacia la salida del baño—. Vete con Jeff, AHORA.

Miré por última vez el cuerpo inmóvil de mi amiga y obedecí, avergonzándome de mí misma. Caminé hasta la salida y me senté. Jeff se giró, me miró por largo rato, mientras yo miraba fijamente la punta de mis zapatos intentando contener las lágrimas. Alargó el brazo y levantó mi cabeza con fuerza por la barbilla.

    —¿Por qué fue Hoody a dónde estabas?

Me obligó a mirarlo mientras apartaba las bolsas y así hacer el movimiento menos escandaloso.

    —Yo... Yo me encontré con una amiga de la universidad. Me dijo que todos me estaban buscando, y yo le dije que se olvidaran de mí. Entonces llegó Hoody... —No podía continuar, las palabras se me atragantaban y los ojos me escocían. Jeff soltó mi barbilla y yo en un movimiento rápido pero pesado, bajé mi cabeza.

Jeff se empezó a mover, suspiró y alargó sus brazos para acercarme a él. Me abrazó, cubriendo mi rostro enrojecido por completo. Sus brazos eran cálidos y en cierto modo tiernos. El sonido de su corazón latiendo me tranquilizó. Hacía mucho tiempo que no escuchaba ese sonido. Me envolvió un olor particularmente agradable que emanaba el cuerpo de Jeff. Un olor dulce y fresco, como el de sábanas limpias, el olor del viento cuando trae lluvia. Era una fragancia salvaje, que me evocaba recuerdos que había dejado de lado, como la primera vez que Jeff me besó. Mi cuerpo comenzó a tomar calor al recordar esos besos apasionados y me hizo desear más de sus besos y caricias. Como un destello fugaz en mi mente apareció la conversación que había tenido con Nina. Pronto volvieron a mí los pensamientos racionales, los razonamientos correctos que me decían que él nunca sentiría algo por mí. Mi ánimo decayó, pero, no quería alejarme de Jeff, me sentía segura escondiendo la cara en la sudadera de un asesino en serie.

Unos pasos hicieron que Jeff me soltara y tuviese que abandonar el tibio refugio que éstos me proporcionaban.

    —Hoody dice que ha habido un problema. —Me miró tiernamente, casi compadeciéndose de mí—. Volveremos solos. Solo queda una parada.

    —No tengo ganas de seguir.

    —Oh si, vamos a seguir y créeme, esta parada va a ser horrible. —Formó en su rostro una sonrisa a medio camino entre malvada y socarrona.

Nos dirigíamos a la tienda de maquillaje, Jeff se quedó fuera, sentado en un banco rodeado de nuestras bolsas.

Entramos y el fuerte olor a perfume y maquillaje nos azotó como una tormenta de arena. Los fuertes olores del perfume hicieron que por un momento me mareara y me doliera la cabeza.

    —¿Estás bien? —Me miraba de reojo, mientras cogía un bote de desmaquillador y lo inspeccionaba.

    —No... no lo sé. Huele mucho a vieja, ¿no?

    —No te preocupes. Y eso que huele a vieja es el pachuli.

    —¿Cómo no me voy a preocupar? —Mi voz se quebró—. P... Podrían matarla por mi culpa.

    —Es probable. ¿Te dijo algo Jeff? —La miré sorprendida, ¿en verdad era eso en lo primero que pensaba?

    —Nada, ¿qué me va a decir? Bueno...

    —¿Bueno?

    —Me ha abrazado. —Me miró fijamente con ojos deslumbrantes a través de sus gafas de sol—. No te confundas Nina, lo hizo para no tener que aguantarme llorando a su lado. Por Dios, eres su alumna, ¿no deberías conocerlo un poco?

    —¿Quién dice que no lo conozca un poco?

    —Vamos a ver, dejemos las cosas claras. Él, jamás, y repito, JAMÁS, se va a fijar en mí. Nunca, jamás de los jamases. —Por toda respuesta recibí una sonrisa.

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora