Chpater 39.

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Con cada movimiento de la persona oculta tras las sombras el filo de un cuchillo hacía profundas marcas en mi piel. No sabía cuanto más iba a aguantar. Llevaba todo el día siendo maltratada, no sabía cuánta sangre había perdido. Estaba demasiado débil y toda la fuerza que me quedaba la utilizaba para mantener mis ojos abiertos, intentando ver el rostro de mi agresor.

La Luna brillo en lo alto del cielo, dejando que su luz se colase por los escurridizos recovecos de las ramas de los árboles. Con la escasa luz de la Luna conseguí enfocar el rostro oculto tras las sombras. Una máscara blanca, con los labios perfectamente delineados. Alrededor de esta máscara una peluca de pelo negro, de la que la luz conseguía sacar débiles brillos azulados.

Su mano voló rápida hasta mi cuello y me levantó del suelo.

    —Debiste colaborar conmigo.

Me lanzó al suelo de nuevo, haciendo que cerca de mi pecho sintiera algo fracturarse. Con un grito de dolor comencé a llevarme las manos a las costillas, intentando calmar ese insufrible dolor. De una patada Jane me derribó, haciendo que mis fracturadas costillas se moviera y comenzara a costarme respirar. Algo punzante se posó en mi pecho, reflejando el precioso color plateado de la Luna.

    —Don't go to sleep.


                                                                                         ***


Hacía varias horas que había anochecido, todos en la casa estábamos preocupados. Jeff estaba histérico, llevaba todo el día atado, y nosotros no podíamos aguantar más su gritos y su risa psicópata, así como sus amenazas. Apoyados sobre la mesa de la cocina Hoody y yo intentábamos comer algo. Hoody pudo comer unos cuantos bocados de tarta de queso, en cambio yo. Era incapaz de tragar. La preocupación se había hecho un nudo en mi garganta, haciéndome difícil incluso tragar mi propia saliva.

Masky hacía rato que había llegado, sin noticia alguna del paradero de Lara o de alguno de los que aún estaban fuera de casa.

    —Deberías comer algo.

    —No puedo.

    —Tranquilízate.

Intenté hacer caso a Hoody, pero me era imposible. Era incapaz de pensar dónde estarían. Cada vez que pensaba en las posibles formas en las que podía volver a casa me entraban escalofríos y un sudor frío me recorría el cuerpo, desde la nuca hasta los pies. La preocupación, unido al malestar de haberme pasado la noche anterior con el alcohol hacían que mi estómago diera saltos, intentando vaciarse del poco contenido que llevaba dentro. Sólo era capaz de beber, y aún eso me costaba. Iba por mi quinta tila del día, pero apenas tenía efecto sobre mí. Demasiado nerviosa para comer, demasiado nerviosa para beber. Demasiado nerviosa para seguir esperando.

Más de una vez me había sentido tentada de liberar a Jeff e ir con él en busca de Lara. Pero sabía que sería lo peor que podía hacer. Jeff había llegado a un estado de locura extrema. Entre gritos nos amenazaba a nosotros. Con risa profunda y demoniaca hablaba consigo mismo, gritando todas las cosas horribles que pensaba hacerle a esa tal Jane. Estaba desquiciado, estaban tocando algo que, para él, era de su pertenencia, y eso lo enfurecía.

¿En verdad eso sería bueno para ella? No lo creo, probablemente sufriría.

La puerta principal se abrió de golpe. Todos corrimos hasta el recibidor. Ante nosotros estaba Toby. Tenía la ropa completamente ensangrentada. Parecía mareado, y a cada paso se tambaleaba. Con movimientos pesados, se sentó en el suelo, mientras retiraba su bufanda y sus gafas.

    —Toby, ¿Te encuentras bien?

Con gesto cansado levantó la cabeza, mientras intentaba recuperar la respiración.

    —¿Cómo está?

    —¿Cómo está quién?

Masky se puso en cuclillas a su lado, examinando los múltiples cortes de su cuerpo.

    —¿Cómo que quién? ¿Cómo está Lara?

Todos nos miramos confundidos, nadie a parte de él había llegado.

    —Toby, nadie más a llegado.

    —¿¡Qué!? —De un salto se incorporó por completo, tomando a Masky por los hombros con ojos desorbitados—. Ella tenía que estar aquí. La encontramos en una cabaña, a medio camino nos asaltó el hermano de Jeff.

    —JÁ. Está muerto. —La voz de Jeff llegó hasta nosotros desde el salón. Toby corrió hasta él.

    —Jeff, tu hermano está vivo. Acabo de luchar contra él.

Los ojos de Jeff se desorbitaron más si cabe. Comenzó a moverse, intentando sacarse las cuerdas con todas sus fuerzas, haciendo que la silla se moviera con él, a punto de hacerle caer. Toby sacó su hacha y con un golpe seco cortó las cuerdas.

En un movimiento rápido, el más rápido que he visto en mi vida. Jeff se abalanzó sobre la mesa, cogiendo su cuchillo y salió de casa, seguido por Toby.

Todavía hoy no llego  a entender por qué lo hice, pero fui detrás de ellos. No podía estar más tiempo encerrada en casa, esperando, sin poder ser útil para nadie. Comencé a correr detrás de ellos, y para mi sorpresa Hoody no me lo impidió, corrió detrás de mí, vigilándome.

Recorrimos el bosque, ellos siempre adelantados algo así como tres metros de dónde estábamos Hoody y yo. La noche era extrañamente cálida, la Luna brillaba con fuerza en lo alto del cielo, pero aún así el bosque estaba bastante oscuro. Avanzamos sin detenernos por un instante, siguiendo a Jeff que por alguna razón parecía saber hacia dónde debía dirigirse.

Todos los árboles me parecían iguales, y por un momento creí que estábamos dando vueltas en círculos. Salté una roca y pudimos escuchar un grito. El grito parecía bastante lejano, distante. No sabíamos muy bien de dónde venía, pero sí pudimos reconocer de quien era. Mis piernas se paralizaron, la sangre se me congeló en las venas. Miles de ráfagas de sudores fríos y temblores comenzaron a tomar posesión de mi cuerpo.

Era un grito desgarrador, el grito de alguien desesperado que ya había sobrepasado sus límites. Por unos segundos creí ver a Jeff estremecerse.

Las múltiples escenas que podíamos llegar a encontrar comenzaron a invadir mi mente, haciendo que mi cuerpo no fuera capaz de obedecer. ¿Dónde estaría? ¿Cómo estaría? ¿Cómo de mal estaría? ¿Estaría viva después de aquel grito que había hecho que se me helase la sangre?

Cientos de recuerdos felices a su lado también surgieron y mis ojos comenzaron a derramar lágrimas. Tras unos segundos oteando el horizonte, Jeff por fin se decidió y juntos comenzamos a correr, pero esta vez corrí lo suficiente como para mantener el ritmo de Jeff.


Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora