Capítulo LIX.

93 10 1
                                    

Tim hacía rato que se había marchado. Y aunque no estaba sola del todo, ya que Jay seguía a mi lado y Smile custodiaba la puerta entre ronquido y ronquido; yo sentí la pesarosa carga de la soledad y la preocupación sobre mis hombros. ¿Qué más podía hacer? Incluso a mi corazón le costaba latir ante la idea de que era posible que Tim no volviese.

Cerré los ojos y negué con la cabeza. Ese tipo de ideas no me iban a ayudar en nada. Sin embargo me seguía torturando a mí misma con los posibles escenarios en los que a casa no llegaban más que los restos de Tim.

Una cálida mano sobre mi hombro me despertó del sopor de mis pensamientos.

    —¿Estás bien?

    —Jay...

    —No debes preocuparte. Mira lo lejos que hemos llegado y la de cosas que nos han pasado. —Se sentó a mi lado en la cama en la que descansaba el  aquél chico, Bloody Painter—. Esto no es otra cosa que una prueba más.

    —¿Tú lo crees? —Jay asintió y con un gesto rápido abrazó mis hombros con un solo brazo—. ¿Y tú estás bien?

La cara de Jay cambió, y lentamente bajó los ojos.

    —No te voy a mentir... Me siento... Me siento muy raro. —Apenas levantó la vista del suelo, pero yo pude distinguir que en sus ojos había una tristeza y preocupación que encogieron mi propio corazón—. Siento algo moviéndose dentro de mí. Es... es como una especie de instinto. ¿Sabes cuando estás en una situación de peligro y dejas de pensar para actuar? Me siento.. parecido. Pero... no sabría explicarlo.

Por fin levantó la cabeza y me dedicó una pequeña y forzada sonrisa. La sonrisa delataba la pena que había en su interior. Le abracé, intentando no mover mucho la cama y nos quedamos en silencio; mirando por la ventana como las oscuras nubes intentaban engullir la Luna y su luz.



                                                                                   ***



Cuando salí de casa, jamás pensé que me pudiese costar tanto cerrar una puerta. Bajé las escaleras del exterior de la casa y encendí un cigarro. El humo trepaba por el aire, creando espirales y desapareciendo a los pocos centímetros que se alejaban del pitillo.

    —¿Y esa cara? —La voz de Brian llegó hasta mi de forma clara, no llevaba su pasamontañas puesto por lo que podía ver una pequeña sonrisa en su cara.

    —¿Qué cara? —Me sorprendí al escucharme, sonaba enfadado, más de lo que yo sabía que sonaba mi tono habitual.

    —No deberías preocuparte tanto. —Le miré. ¿Cómo sabía que estaba preocupado?—. Sé que se te hace difícil enfrentarte ahora a Jeff. Él no es un don nadie, es un adversario muy complicado.

    —No tengo miedo de lo que me pase a mí.

    —¿Entonces? ¿Tienes miedo de lo que le pueda pasar a ella?

    —Por una parte sí. Pero más bien, tengo miedo de fallar. Tengo miedo de que la encuentre y no pueda volver a verla nunca.

Brian suspiró, apoyando una de sus manos sobre mi hombro.

    —Tim... Nos hemos visto en situaciones peores. ¿Y quieres que te de mi opinión? —Lo observé, dándole a entender con la mirada que me daba un poco igual—. Agh... eres un borde. Pienso que ahora eres más difícil de matar. Y que juegas con ventaja. Ahora tienes algo por lo que conservar la vida. Tienes algo por lo que luchar. ¿No quieres que la encuentre y la separe de ti? Entonces pelea y deja de ser un niña llorona. —Brian apenas dejó ver la sonrisa burlona que había en sus labios y pronto cubrió su cara con el pasamontañas—. Es hora de trabajar.

Apagué mi cigarro y mientras lo aplastaba en el suelo con la bota coloqué mi máscara sobre la cara.

Comenzamos a rastrear el bosque. Debíamos buscar cualquier señal que nos llevase hasta Toby, el cual era nuestro objetivo. Debíamos rescatarlo, llevarlo a casa y dejar que Lara se encargase de él. Mientras tanto el resto de asesinos deberían entretener a Jeff y cansarlo hasta que no pudiese sostenerse por sí mismo.

Recorrimos una gran distancia corriendo. El cielo estaba completamente oscuro, la Luna alumbraba ocasionalmente el suelo, haciendo que éste se viera plomizo. Las encinas se alzaban grandes e imponentes sobre nosotros, creando sobre nuestras cabeza un enmarañado de ramas y hojas que en algunas ocasiones nos dejaban completamente a oscuras. Grandes nubes se acercaban hacia nosotros, amenazando con una lluvia copiosa y con engullir la luz de la Luna.

    —Debemos darnos prisa. —le dije a Brian—. A oscuras nosotros somos más torpes que él.

Aceleramos el ritmo y conforme las encinas iban desapareciendo a nuestro alrededor, los pinos iban siendo más y más comunes. El suelo comenzaba a crear una pendiente que hacía que nuestra carrera fuese más pesada. La Luna pronto sería engullida por las nubes y no sabíamos cuánto tiempo le quedaba a Toby. No sentía el dolor, pero eso no quería decir que no pudiese morir. Paramos en una pequeña explanada donde las rocas quedaban descubiertas al cielo. Entre las hierbas y sobre éstas, pequeños charcos de sangre se diseminaban por todo el claro. Dos hachas cubiertas de sangre estaban tiradas sobre la hierba.

    —Son las de Toby. Vamos. ¿A qué loco se le ocurriría ir con dos hachas por el mundo? —Brian tomó ambas armas y me cedió una a mí.

    —Bien, vamos a probar a separarnos. Brian y yo miraremos por este camino —dije señalando un pequeño descenso en el que los pinos se hacían más altos y crecían más juntos.

    —Bien, nosotros seguiremos cuesta arriba. —Nina y Eyeless se pusieron en marcha, seguidos por Laughing Jack.

En cuanto estuvieron a una distancia prudencial Brian levantó parte de su pasamontañas y se acercó a mí.

    —Eres un mamón. Has cogido este camino porque estaba cansado de cuestas. —Sonreí. Por muchas misiones que hiciésemos juntos y por muy difíciles que fuesen, cuando Brian y yo íbamos juntos era imposible tomárselo del todo en serio.

    —¿Y que ni se han dado cuenta? La mitad de ellos no son ni humanos, que hagan ellos las cuestas.

Reímos por lo bajo y adivinando que si Slender hubiese estado presente nos hubiese echado una bronca monumental, decidimos ponernos serios y seguir buscando. Seguimos caminando en silencio, sin apenas hacer ruido con nuestros pies. No sabíamos por dónde más buscar y estábamos a punto de volver a casa cuando sentí algo chocar contra mi máscara. Era leve, como una gota de agua. Volvió a caer algo sobre la máscara. ¿Estaría lloviendo? Alcé la vista y lo que vi me dejó helado. Di un pequeño golpe en el hombro a Brian y él también lo vio.

Semidesnudo, con grandes tajos por todo el cuerpo y colgado bocabajo de un gran pino estaba Toby; inconsciente y sin moverse.

    —¿Estará muerto? —Brian se acercó al árbol, y me miró. Aunque su cara aún quedaba oculta pude adivinar que estaba preocupado. Toby era nuestro compañero y le teníamos aprecio.

    —No lo sé... Pero si lo está... —Antes de acabar una risa cortó el aire. Cerré los ojos, no pudiéndome creer que nos pasase siempre lo mismo a Brian y a mí. Cuando volví a abrir los ojos Jeff estaba delante de nosotros, a varios metros de distancia mientras jugueteaba con su cuchillo ya ensangrentado.

    —Así que habéis vuelto para jugar...

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora