Chapter 11.

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Recorrimos el bosque en silencio, a paso ligero. Mis bolsas las llevaba Jeff en la mano que le quedaba libre, lo cual era increíble ya que pesaban bastante.

Llevábamos bastante tiempo caminando. La Luna brillaba blanca y con su luz iluminaba el bosque. Los árboles de cortezas plateadas formaban sombras grotescas, parecidas a espectros argentos que acechaban por el camino, brillantes como fuegos fatuos. Las hierbas altas crecían a los lados del sendero y reflejaban la luz de la Luna como si fuese un mar de mercurio.

El paso de Jeff empezó a ser cansado, y su respiración era más irregular.

    —Puedo seguir a pie.

Jeff me ignoró y siguió conmigo cargada en su espalda. Comencé a moverme, a darle codazos e intentar bajarme de su espalda. Había aceptado mi destino, no intentaría huir. Y aunque me encantaba verlo sufrir caminando por terreno irregular cargado con su propio peso, yo carecía del rasgo de la psicopatía.

Las mochilas cayeron al suelo, Jeff me agarró por la espalda de la camisa y me estampó contra un árbol cercano.

Sentí un dolor sordo, como si aplastasen mi cabeza contra una piedra, mi cabeza rebotó en la corteza y ante mí estaba Jeff, con mirada seria y sonrisa macabra.

    —Estate quieta, me agotas la puta paciencia. Camina si te da la gana pero no me molestes. —Se apartó de mí, un sudor frío me recorrió. —Esta visto que no se puede ser amable contigo.

Recogió las mochilas del suelo y siguió caminando. Un suspiro de alivio se escabulló de entre mis labios y le seguí a una distancia prudencial. Estaba enfadado, estaba claro que si me acercaba mucho a él acabaría haciéndome daño, así que intenté seguirle el ritmo sin pedirle que me esperase. Daba grandes zancadas que hacían que yo tuviera que andar el doble de rápido. Mis gemelos se resentían produciéndome un dolor agudo cada vez que los apoyaba. En varias ocasiones Jeff se giró para comprobar que le seguía. ¿Cómo podía caminar tan rápido cargado con las mochilas? 

Por fin llegamos a la casa y en el recibidor estaba Smile. Saltó sobre las piernas de Jeff, éste le rascó tras la orejas y subió las escaleras. Smile, al ver que Jeff le ignoraba fue hacia mí, me tiró al suelo e intentó lamer mi cara. Yo rodé por el suelo intentando evadirle hasta de un salto cayó sobre mí. Me lamió la cara entera, ojos y orejas incluidas. Un silbido lo despistó de la minuciosa limpieza que le hacía a mi cara. Salió corriendo y mi salvador era Ben.

Me miraba riéndose a carcajada limpia. Apoyado en la escalera estaba Jeff, en su cara se notaba que había disfrutado de ver como el enorme perro diabólico lamía hasta el último recoveco de mi oreja. Se levantó sonriente y me indicó que le siguiera.

Subimos las escaleras hasta la segunda planta y fuimos al despacho de Slender. Tocó la puerta y ésta se abrió sola, como de costumbre. Entramos y ahí estaba Slender, sentado en su sillón con unos documentos en las manos.

    —¿Qué tal estas Lara? —Levantó la cabeza en mi dirección.

    —Bien. —No sabía qué decirle. Miles de palabras se aglutinaban en mi cerebro intentando salir todas a la vez, palabras de agradecimiento, de ruego, de negación, pero nada salía de mi garganta.

    —Han pasado dos semanas, ¿pensaste en lo que hablamos?

    —La verdad es que sí.

    —¿Y bien?

Quería decirlo, pero en mi garganta se formó una bola de desesperación que me impedía hablar. Tenía miedo de cómo reaccionarían, de que me harían si me negaba. Pero en el fondo me daba pena decirles que no. Ellos me habían ayudado mucho, me habían protegido y para qué negarlo, les había tomado cariño.

    —¿Tengo en realidad alguna opción de decir que no? —lo dije en un susurro, sin ganas, arrepintiéndome desde el momento en que lo dije y temiendo la peor de las reacciones.

Su rostro no tenía boca, pero no sé por qué juraría haber visto una sonrisa enorme, llena de orgullo y burla.

    —Era más una cortesía. —Detrás de mi Jeff rio de forma burlona por lo bajo, lo ignoré.

    —¿Y en qué consiste ser la criada de unos asesinos?

    —No serás nuestra criada. Tú solo me ayudarás. Te iré indicando que hacer cada día.

Lancé un gran suspiro, lo que hizo que Jeff se riera más alto. Le eché una mirada furtiva, me giré rápidamente y pregunté:

    —¿Tendré que obedecer en algún momento órdenes de Jeff? —Jeff calló se inmediato y prestó atención.

    —No, solo yo. Si Jeff o cualquier otro Creepypasta te pidiese algo queda a tu elección.

Sonreí aliviada, desde luego algo que me preocupaba era que a Jeff o cualquiera de los pirados que vivían en esa casa se le ocurriera alguna orden retorcida y maniática con la que torturarme, cosa de lo cual le veía más que capaz.

    —Bueno, no te preocupes, primero acostúmbrate a la casa y sus habitantes. Mañana te diré como es el día a día aquí. Ahora descansa.

    —De acuerdo.

    —Podéis iros chicos.

Nos dirigimos a la puerta, Jeff la cerró tras de sí y caminamos en silencio. Bajamos a la primera planta y entré en mi habitación. Cerré la puerta y escuché como Jeff hacía lo mismo en su habitación. Fui al baño corriendo y me lavé la cara. Salí del cuarto para recoger mis bolsas, al bajar las escaleras me encontré en el salón a Ben y Sally viendo la TV, y en el recibidor a dos jóvenes. Uno llevaba una máscara blanca y el otro una sudadera con la capucha puesto, lo que impedía verle la cara. Deduje que eran Masky y Hoddie, ambos discutían y pasé desapercibida por ellos. Cogí mis bolsas y subí las escaleras, la casa era mucho más ruidosa de lo que recordaba. ¿Estarían aquí todos los creepypastas? ¿Los conocería a todos? Sería interesante descubrir algún nuevo creepypasta. Regresé a mi habitación. La mitad de las cosas las había tenido que abandonar en mi antigua casa, afortunadamente no había mucho que ordenar. Pronto me di cuenta de que me había olvidado muchas cosas, entre ellas el pijama. No me gusta utilizar la ropa de la calle para dormir, luego soy incapaz de ponerme esa camiseta para ir a la calle. Me asomé al pasillo, me valía cualquier cosa, con una camiseta me apañaba, pero ¿dónde? Algo me golpeó la cabeza suavemente por detrás. Me giré y sorpresa, era Jeff.

    —¿Qué haces? Pareces idiota. —Suspiré.

    —No lo parezco, lo soy. —Agaché la cabeza y volví a suspirar. —Me he olvidado mucha ropa, entre otras cosas mi pijama —dije avergonzada. Sentí como mis mejillas se volvían rojas. Iba a volver a meterme en mi habitación cuando Jeff me sorprendió.

    —Bueno, ven, te daré algo.

Le seguí hasta su habitación y entré. Cerró la puerta tras él y sonrió de manera extraña. Me temí lo peor, no me gustaba nada esa sonrisa. No me gustaba nada de nada.

Se acercó a un armario y sacó una camiseta negra, en verdad no era muy grande, simplemente es que Jeff era muy alto y yo muy bajita. Desdoblé la camiseta y la puse encima de mi, me llegaba por las rodillas y en general me quedaba bastante grande.

    —Perfecta, gracias.

    —Ya, cómprate un pijama. —Le saqué la lengua y se rio por lo bajo. —Guárdala si no quieres que te la corte. —Qué extrañamente amable estaba. Mi cerebro comenzó a vibrar con mensajes de alerta. no confíes, este hombre es muy inestable.

No hice caso y seguí con la lengua fuera, mientras tanto el acariciaba el mango de su cuchillo a modo de amenaza. Me aburrí de chincharlo, así me dirigí hacia la puerta, pero él se interpuso.

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora