Slave of Creepypastas.

Capítulo XXXXII.

A la mañana siguiente recogimos todas nuestras cosas, pagamos la habitación y nos pusimos rumbo a casa.

    —Jay, agarra la cámara, se va a caer al suelo. —Éste la agarró y empezó a enfocar con ella el paisaje que pasaba sin pena ni gloria por la ventanilla. Estábamos en un carretera, bordeada por altos árboles de hoja caduca. El Sol brillaba y algunas nubes algodonosas se cruzaban en su camino—. ¿Preparado para ir?

    —Supongo. ¿Y qué vamos a hacer si Alex sigue ahí?

    —Enfrentarnos a él, supongo... Al menos él ya no tiene armas.

    —Pero puede haber conseguido otra.

    —Bueno, no podemos simplemente darnos la vuelta. Él nos acabará encontrando.

    —Y si... ¿Y si vuelve a aparecer ésa cosa? Yo no recuerdo todo lo que hice antes de que esto ocurriese.

    —No fue hace tanto.

    —No, bueno... Recuerdo que vivía en un apartamento cochambroso sin nada que hacer. Así que supongo que ahora estoy haciendo algo... No sé.

Paré el coche, aún estábamos a unos metros de la casa, pero prefería pasar desapercibido, si íbamos con el coche hasta la puerta, nuestra presencia sería detectada en seguida. Mientras que si íbamos caminando sería mucho más fácil no ser vistos.

    —¿Vamos a andar el resto del camino? —Jay me lanzó una pequeña mirada mientras aún grababa la calle.

    —Sí.

Ambos salimos del coche. Comenzaba a ponerme nervioso. ¿Y si nos encontrábamos a Alex? Aunque quería que todo esto acabara, tenía miedo de que saliese mal. La ansiedad me consumía, por lo que saqué un cigarro y lo encendí. En un intento de que Jay no se diese cuenta de lo nervioso que estaba, apreté el paso, quedando así por delante de él.

    —Puede que la cinta siga en la casa cuando lleguemos.

    —¿Qué?

    —Eh... La cinta que había en tu sala de estar. La encontró el encapuchado en ése vídeo, ¿recuerdas?

Di una larga calada. Ésa era otra de las cosas que me estaban poniendo nervioso. Si la cinta seguía en casa, Jay no podía verla bajo ningún concepto. Sabía más que de sobra lo que había en ésa cinta. Y sabía que si Jay lo veía ahora, todo se iría al traste. Intenté calmarme, ocultando mi preocupación tras el cigarrillo.

    —Me preocupa más Alex.

    —¿Estás seguro de que no la viste antes?

    —Sí.

    —¿Aún estando en tu casa?

Sus preguntas comenzaban a crisparme los nervios. Estaba obsesionado con la cinta. Tenía que ser mucho más rápido que él. Si no lo fastidiaría todo. Tiré el canuto del cigarro y metí ambas manos dentro de mis bolsillos, intentando ocultar como las apretaba en una mezcla de nerviosismo y creciente enfado.

    —Todas las cintas que tenía te las di a ti.

    —Está bien.

Por fin llegamos a casa. Nos asomamos en cada rincón, en cada vano de puerta, intentando asegurarnos de que no nos íbamos a encontrar a Alex. Para mi alivio y desconcierto, no encontramos nada. Alex no estaba en casa. Todo estaba vacío y en silencio.

Fuimos hasta la pequeña portezuela en el techo que daba al ático. El pulso se me aceleró, si Alex estaba ahí ya debía habernos escuchado. Y probablemente nos estaría esperando. Tragué saliva y abrí la puerta con cuidado. Me asomé, asegurándome de que Alex no estuviese ahí.