Tras mi pequeña charla con Jack, una incómoda sensación de vacío se asentó en mi estómago. Fui hasta mi habitación, pensando que en cualquier momento mis piernas flaquearían, pero por suerte conseguí llegar a la cama.
Observé la pared, la luz que entraba por la ventana creaba formas irreales que a ratos parecían fantasmagóricas y a ratos parecían amistosas. En mi mente bullían miles de pensamientos. ¿Qué era eso que asustaba tanto a Jack? ¿Era verdad que estaba relacionado con esos asesinatos? ¿O en realidad era una excusa? Algo me ocultaba, y quería saber el qué. Pero al mismo tiempo, no quería saberlo. Era como cuando veía una de esas películas de miedo, llenas de sangre y vísceras en las que te mueres por saber qué es lo siguiente que va a ocurrir, pero en el fondo no quieres seguir viéndola, porque es demasiado macabra. Eso mismo me pasaba en ese momento.
El móvil sonó e hizo que pegara un pequeño salto en la cama. Mi primer pensamiento fue que quizás fuese el chico de ayer, pero pronto mis esperanzas se desvanecieron al encontrar en la pantalla un nombre conocido: "Alex".
Torcí el gesto rápidamente, ¿qué quería ahora? ¿No era él tan importante que no quería hablar ni con Jay, ni conmigo? Quería dejar pasar la llamada y hacerle sentir tan abandonado como había hecho sentir a Jay. Pero en el último momento decidí no rebajarme a su nivel y descolgué el teléfono.
—¿Sí?
—¿Lara?
—¿Qué pasa?
—Soy Alex.
—Ya sé que eres Alex. ¿Qué quieres? —Me sorprendí por el tono grosero de mis palabras, ¿pero qué más podía hacer? Suficiente era que la había cogido el teléfono a ese indeseable.
—Necesito que me ayudes —Quedé en silencio, esperando a que fuera él mismo el que me quisiera dar más información—. Sé que no hemos empezado con buen pie. —Desde luego que no habíamos empezado buen pie.
Sin darme cuenta solté un bufido, no me importaba absolutamente nada lo que me iba a contar. Lo único que quería era que colgase y me dejase en paz. Seguí en silencio hasta que Alex decidiese continuar.
—Lara... Sé que no te caigo bien. Y que en las últimas semanas mi actitud ha hecho sentir muy mal a Jay. Pero de verdad, lo que te tengo que contar tiene que ver también con él—. Permanecí tal como había estado en toda la conversación. Era obvio que si quería hablar conmigo de algo, tendría relación con Jay—. Jay puede estar en un terrible peligro. Necesito tu ayuda.
Fue entonces cuando se me heló la sangre y no hablé esta vez por una ligera parálisis que sufría todo mi cuerpo por sus palabras. ¿Jay? ¿Él en peligro? Mi corazón se paró para a los pocos segundos volver a latir desbocado.
—¿Lara? ¿Sigues ahí?
—Sí —intenté que mi voz no sonase temblorosa, pero no lo conseguí. Volvía a tener miedo—. ¿Dónde quieres que hablemos?
Sonó lo que yo reconocí como un suspiro de alivio, se aclaró la voz y volvió a hablar.
—¿Te parece bien en el parque en el que nos vimos los tres por primera vez? —Pronto un especie de presentimiento, como un humo negro que iba acariciando todos los recovecos de mi cabeza se instauró en la base de ésta haciéndome desconfiar. Había algo más. Algo más que alivio en su voz. Su tono tenía un deje extraño que me provocaba escalofríos. Agité mi cabeza, intentando no empezar a emparanoiarme.
—Me parece bien. A las ocho allí. —Colgué el teléfono después de escuchar un rapidísimo "sí", y me tiré en la cama.
Ahí tumbada boca arriba, mientras contemplaba siluetas en el techo por el juego de sombras y luces que se colaba por mi ventana, me quedé pensando. ¿Qué era eso tan importante que tenía que decirme? No me sentía muy cómoda con la idea de quedar a solas con él, pero no quería que le pasase algo malo a Jay.
Poco a poco mis pensamientos se vieron redirigidos. La cabeza volvía a dolerme, pero no era un dolor habitual. Era como si miles de cuchillas se clavasen en mi cráneo, profundo, intentando atravesarlo de un lado a otro y al mismo tiempo, mientras estaban dentro de mi cabeza, vibrasen.
Por un momento, antes de caer rendida sobre la cama, creí ver una chaqueta de color naranja. Durante todo el tiempo que permanecí dormida soñé con la misma chaqueta naranja una y otra vez, una y otra vez hasta que al final de mi sueño todo lo que pude ver fue un enorme hombre sin rostro. Sus brazos y piernas eran terriblemente largos, como los troncos de árboles centenarios. Pero desde luego, mucho más finos. Su cabeza sin pelo y rasgos se erguía majestuosa mientras me observaba. ¿Pero cómo podía observarme si carecía de ojos? Aún sin tener ojos podían sentir que me observaba y que era capaz de, no sólo observarme a mí tal cual y observar mi cara, mis reacciones y cómo temblaba mi cuerpo. Si no de observar mi mente, sentí que aquél hombre era capaz de ojear mi alma como quien ojea una revista.
Mi corazón latía con fuerza y sentía a la perfección cada latido en mis oídos, como sonidos graves que taladraban mi mente, mientras un sonido agudo se apoderaba de toda mi cabeza.
El sueño cesó al sentir que todo mi cuerpo se movía. Desperté sobresaltada, con la frente perlada por el sudor. Todavía podía sentir el molesto sonido agudo en mis orejas y podía sentir también las fuertes sacudidas que daba mi corazón dentro de mi pecho, casi parecía que intentaba destrozar mi esternón para poder huir de ahí.
Levanté la cabeza en busca de aquello que no dejaba de zarandearme. Me sentía desorientada, como cuando en el mar una ola te tira y te obliga a dar varias vueltas suspendida en el agua, y al salir necesitas unos segundos para poder volver a ubicarte.
La persona que me zarandeaba era Jack, que me miraba con gesto serio y la preocupación pintada en los ojos.
—¿Estás bien? ¿Por qué gritas?
Abrí los ojos intentando enfocarlos bien.
—¿He g-gritado? —Asintió y con una mano agarró mi barbilla para poder mirarme fijamente.
Una fuerte arcada se apoderó de mi, estaba a punto de vomitar. Di una gran empujón a Jack, y me precipité hacia el baño, completamente desesperada. ¿Qué me pasaba? No hice más que vomitar bilis, ya que apenas había comido nada.
Para cuando por fin pude levantar la cabeza del retrete encontré a Jack, con una mochila en la mano. Tenía sus ojos fijos en mi y su boca estaba echa una fina línea, como la de un dibujo animado.
—Vamos al hospital.
—N-No... —Intenté levantarme del suelo, pero mis piernas no me respondían. Me descubrí temblando. Los brazos de Jack me levantaron del suelo, me revolví intentando bajar. Me daba igual caerme, pero no quería ir al hospital. Estaba harta de hospitales, en mi cabeza se volvió a asentar esa ya más que conocida sensación de debilidad. Grandes y saladas lágrimas cayeron por mis mejillas durante todo el camino y no fue hasta que me administraron un calmante que dejé de llorar ya que me volví a dormir.
Al despertar unas cuantas horas más tarde, sentí algo cálido en mi mano. Otra mano sostenía la mía. Conseguí abrir por completo los ojos y descubrir que la persona que estaba a mi lado era, para mi gran sorpresa, Tim.

ESTÁS LEYENDO
Slave of Creepypastas.
Fanfiction¿Crees que los Creepypastas no son tan malos? Entra y lee la historia de Lara, la cual fue obligada a servir a algunos de ellos. Ven y descubre que los asesinos, siempre serán asesinos. ¿Crees que sobrevivirás? 25/06/2023 #9 #LAUGHINGJACK 19/06/202...