Cuando desperté, todo estaba oscuro. Lo cual me sorprendió, no porque estuviese oscuro, sino porque pensaba de verdad que me iba a morir. A no ser, que esto fuese el más allá. La cabeza me dolía y sentía como si mil agujas atravesaran todo mi cuerpo.
«Creo que si estuviese muerta no me dolería tanto», pensé. A lo lejos escuchaba risas y música, intenté ir a donde se encontraba la música pero no podía, mis piernas no respondían.
De pronto una luz muy fuerte lo inundó todo y por unos segundos me cegó. Cuando pude acostumbrarme a la luminosidad y abrí mis ojos me encontré sentada en una silla de madera, con las piernas y los brazos atados con cadenas de hierro. Estas cadenas tenían agujas puntiagudas que se clavaban en mi piel desgarrando el músculo. Las agujas se movían por toda la cadena, atravesando mi piel y carne, formando surcos profundos en mi dolorido cuerpo. La sangre brotaba como una fuente de mi carne. Intenté gritar, no solo de dolor, si no para pedir ayuda, pero algo me tapaba la boca.
En frente de mí podía ver sombras que se movían y bailaban, que caminaban y cambiaban de forma con cada paso que daban. Una de estas sombras se acercó a mi. No podía verle la cara, todo estaba oscuro, a excepción de sus ojos. Sus ojos eran grandes, sin párpados, completamente rojos con una finísima línea negra que los atravesaba.
—Todo es culpa tuya. —Me paralicé por el miedo, dejé de sentir el dolor, las agujas seguían corriendo por mi cuerpo, desgarrándolo, pero yo no lo tonaba. Mi cuerpo me había dado el mayor chute de adrenalina de mi vida. En sus ojos rojos se empezaron a formar imágenes. Una era de un coche. Este coche se estrellaba, en los ojos del monstruo podía ver a las personas que había dentro, una mujer de mediana edad, con el pelo corto, como si fuera un chico, caoba y con la piel muy blanca. Tenía una herida en la cabeza y se estaba desangrando. A su lado había una chica más joven, muy parecida a la mujer, con la piel muy blanca y unas pocas pecas encima de la nariz, tenía el pelo ondulado y caoba como la mujer. A ninguna de las dos podía reconocerlas, pero me eran terriblemente familiares.
—Todo es culpa tuya. —Volvió a repetir el monstruo. Sus palabras tomaron forma y se convirtieron en pequeños demonios que empezaron a devorarme. Las cadenas se apretaron más a mi cuerpo y volví a sentir el dolor, quise llorar, pero no podía, solo podía sentir el dolor de nuevo y lanzar gritos sordos contra lo que me tapaba la boca. La luz se apagó y quedé en la oscuridad, alumbrada por los brillantes ojos rojos del monstruo que arrojaban una tenue luz carmesí sobre mí, mientras me observaba.
Sentí un dolor en la muñeca, uno de los demonios empezó a mordisquearla con sus afilados dientes, haciéndome que sangrara y quitando pedazos de mi carne hasta que se podía ver el hueso. Otro de los demonios empezó a arañar una profunda herida que me habían dejado las cadenas en el muslo. Mientras la arañaba lamía la sangre que brotaba y mordisqueaba el contorno de la herida para hacerla más grande.
Otro de los demonios se subió encima de mi y empezó a morderme la cara, arrancándome pedazos de carne y escupiéndolos sobre la herida que había dejado. Podía sentir las babas densas y repugnantes que iban cayendo y escocían en las heridas
Empecé a ver borroso y marearme, el dolor seguía ahí, pero lo sentía lejano. ¿Iba a morir por fin? Mis ojos se fueron cerrando. Pero justo en el momento en el que el dolor desapareció, algo frío y húmedo atravesó mi pecho, llegando hasta mi corazón y retorciéndolo. Esta vez si que puede gritar, y mis gritos fueron tan fuertes que los demonios desaparecieron. El monstruo de ojos rojos me seguía observando. Sus cuencas centelleantes se elevaron y volvió a mirarme a los ojos. Volvió a reproducir las mismas imágenes en sus ojos, pero esta vez sí que reconocí a una de las personas, la chica joven era yo.
—Todo es culpa tuya. —Las palabras volvieron a materializarse, pero esta vez tomó una forma humana, era yo. Mi otra yo cogió un gancho. Las cadenas desaparecieron y yo caí al suelo sin fuerzas. Intenté levantarme en varias ocasiones. Cuando por fin lo conseguí algo azotó mi espalda. Grité de dolor y miré hacia arriba. Mi otra yo reía como loca, mientras me seguía pegando con el gancho.
—¡Todo es culpa tuya, todo! —Era lo único que decía mientras me maltrataba. Esta vez si pude gritar y llorar de dolor. La risa de mi otra yo desapareció y los golpes cesaron. El monstruo de ojos rojos me levantó la cabeza, me miró a los ojos y dijo.
—Todo es culpa tuya. —El monstruo desapareció tras decir esto. Estaba sola, en la oscuridad, y así permanecí durante un buen rato.
Después de lo que a mí me pareció una eternidad comencé a escuchar una risa, la risa me era conocida, pero no conseguía relacionarla. Ante mi apareció un payaso, todo blanco y negro, con el pecho y las manos vendadas, de pequeños ojos brillantes y burlones. Sonrió y dejó ver una afilada hilera de dientes. Me miró y su sonrisa se esfumó.
—Esto no está bien —dijo para él, pero yo pude escucharlo. —¿Puedes levantarte?
Levanté la cabeza e intenté hablar, pero no pude. El payaso se agachó he intentó recogerme. Pero no pudo. De lo que parecía el suelo salieron unos largos y húmedos tentáculos que me cogieron por las piernas y la cintura, y me hundían en el suelo. Mientras, lo único que se escuchaba era la voz del monstruo de ojos rojos diciendo.
—Todo es culpa tuya.
Intenté agarrarme a las manos del payaso, pero me resbalaba.
—Venga no puedes permanecer aquí más tiempo. Sal del pozo este ya, joder. Me aburro sin ti.
Los tentáculos me apretaron más haciendo que mis heridas se abrieran y volvieran a sangrar. Tenía medio cuerpo devorado por el suelo y entonces éste se endureció y los tentáculos desaparecieron.
El payaso se acercó a mi, me limpió la sangre de la cara, sonrió de forma triste y desapareció.
Volvía a estar sola, sumida en la oscuridad, incapaz de pensar nada. El suelo empezó a moverse, y pasó a ser viscoso. Mi cuerpo empezó a hundirse y pude mover ligeramente los brazos. Parecía que estuviera metida en alquitrán, pero éste era más viscoso y algo me succionaba hacia las profundidades de aquél líquido. Empecé a nadar para salir de ahí, pero otra vez los tentáculos salieron y me agarraron de las muñecas por mi espalda mientras otros tentáculos me sujetaban las piernas desde los muslos hasta las rodillas. Poco a poco me iba hundiendo, sin nada que poder hacer. Escuché un susurro, decía cosas que yo no entendía y la voz me era familiar. ¿Qué estaba pasando?
Ante mi aparecieron dos sombras, una era de el payaso que intentó ayudarme antes, la otra era un hombre muy alto, sin rostro, ambos me miraban. El payaso me sonrió y me saludó con la mano, esta vez su sonrisa era radiante, como la de un niño pequeño a punto de enseñar un gran logro. El payaso empezó a trepar por los tentáculos hasta llegar a mi, toqueteó los apéndices para liberarme de ellos mientras el hombre sin rostro se quedaba a mi lado. De la espalda del hombre sin rostro salieron unos tentáculos que me agarraron por el resto del cuerpo y empezaron a tirar de mí. Ante esto los apéndices del suelo que me agarraban por las piernas empezaron a apretarme más fuerte, y tirar de mí de forma violenta. El hombre sin rostro soltó sus tentáculos y subió hasta mí. Cogió mi rostro con sus larguísimas manos y me susurró:
—No puedes permanecer así por más tiempo. Nada de lo que pasó fue culpa tuya.—Le miré fijamente. En mi mente apareció todo con mucha más claridad, el accidente, yo preguntándole a mi madre sobre mi padre, todo. Me revolví y el hombre sin rostro me agarró con fuerza de los hombros. Volví a mirarlo. Me resultaba tan familiar...
—Slender. —Como si de unas palabras mágicas se tratasen los tentáculos que me agarraban se convulsionaron. Desaparecieron entre llamas que me provocaron un intenso dolor en el cuerpo. La oscuridad desapareció. Finos rayos de luz se colaban por alguna parte.
Cuando abrí los ojos nos encontrábamos en una salita algo vieja y en mal estado, pero a mi me pareció que era preciosa. Tenía pocos muebles, un sillón grande y una mesa de madera enfrente de una chimenea. Al lado de la chimenea había una enorme puerta de madera verde. Delante de la puerta estaban Slender y Laughing Jack. Ambos me tendieron la mano. Estaba aterrorizada, no estaba segura de lo que me esperaba detrás de esa puerta, pero más o menos lo intuía. No quería enfrentarme a ello.
—No te preocupes vera la voz de Slender, le miré. —Nosotros estaremos a tu lado. Siempre. —Su tono me pareció ambiguo. ¿Porqué se me erizaba el pelo de la nuca al escucharlos?
Aún así sus palabras me dieron valor. Respiré profundamente, les tomé de las manos y atravesamos la puerta. No quería sentir más dolor, estaba cansada.

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Slave of Creepypastas.
Fanfiction¿Crees que los Creepypastas no son tan malos? Entra y lee la historia de Lara, la cual fue obligada a servir a algunos de ellos. Ven y descubre que los asesinos, siempre serán asesinos. ¿Crees que sobrevivirás? 25/06/2023 #9 #LAUGHINGJACK 19/06/202...