Capítulo LIV

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El viento soplaba con fuerza; y aunque no podíamos sentirlo en nuestra piel, escuchábamos como aullaba con furia desmedida.

Mientras las ramas azotaban las paredes de nuestra pequeña guarida, y el frío se colaba ligeramente por los recovecos de las ventanas, en mi interior podía sentir una calidez que me trepaba por la garganta hasta llegar a mi cara. Era una calidez suave, que me sacaba las lágrimas poco a poco y hacía que los labios me temblasen ligeramente.

Al fin todo había acabado, o eso pensaba yo en aquél momento. Todos estaban vivos, y volvíamos a estar juntos. Jay apretaba con una mano mi hombro mientras yo sostenía entre mis brazos a Tim. Sus labios estaba ligeramente cubiertos de sangre y uno de sus brazos estaba completamente empapado del líquido escarlata. Estaba bien, ahora estaba seguro.

Abrió los ojos ligeramente, dejando entrever sus hermosos ojos castaños. Parpadeó varias veces y tras conseguir enfocar la vista, sonrió.

    —¿Tim? —la voz de Brian sonaba temblorosa. Tim alzó una mano y agarró la de su compañero mientras sonreía con confianza.

    —Te dije, que todo esto funcionaría. —Brian simplemente sonrió al escuchar a Tim.

Fue entonces cuando la mano de Tim dejó la de su amigo y se posó sobre mi mejilla, acariciándola con ternura. Pronto sus dedos se vieron mojados por mis lágrimas. ¿Era posible que todo hubiese acabado de verdad? ¿Estábamos todos juntos de verdad? Aplasté mi cara contra su mano, intentando contener los sollozos que generaba el contacto de su calor sobre mí. Poco a poco el cuerpo malherido de Tim se fue levantando mientras mi cara iba bajando. Hasta que nuestros labios al fin se tocaron fundiéndose en un pasional y ansiado beso. 

Mientras nos devorábamos el uno al otro el tiempo se paró. El mundo parecía más apacible, más cálido. Sus manos sujetaban sin fuerza mis hombros mientras poco a poco iba apoyando su cuerpo contra el mío. Con la lengua comenzó a trazar la línea de mis labios, humedeciéndolos con pequeñas caricias. Sus dedos se movían en círculos, acariciando la piel de mis brazos e intentando atraerme más hacia él. El beso se rompió y nos miramos fijamente, boqueando en busca de oxígeno.

    —Tim —acaricié una de sus manos para calmarle. En sus ojos podía ver el brillo de la locura y la pasión, que prácticamente me desnudaban con cada pestañeo—. Debes descansar.

Se  apoyó contra mi cuerpo, dejando que mis brazos le acunasen y ocultando su cara en mi cuello.

    —¿Me ves con ganas de dormir? —susurró en mi oído.

    —No —murmuré—. Pero no estás en condiciones de hacer nada. —Acaricié su pelo mientras levantaba la vista y miraba alrededor. Brian y Jay se habían alejado, estaban en una esquina mirando un mapa de carreteras. Slenderman había desaparecido, pero sabíamos que volvería—. Además, no podemos hacer nada con ellos delante, ¿no crees? —Por toda respuestas recibí un gruñido—. Venga, curemos tus heridas.

Después de curar sus heridas y conseguir que bebiera algo, Tim cayó en un profundo sueño mientras descansaba la cabeza sobre mis piernas. Y al día siguiente partimos en un viaje de tres días de camino a casa.

Después de buscar a Jessica y hacer un último vídeo para YouTube, los chicos y yo nos pusimos en marcha.

Estábamos en un motel de mala muerte, apartado en un lado de la carretera. Los visillos mugrientos combinaban a la perfección con la moqueta llena de sospechosas manchas. Hacía todo lo posible para ignorar aquellas manchas y no cuestionarme su procedencia; hasta el momento en que vi una mancha de rojo desteñido por los lavados y preferí pensar que eran manchas de salsa de tomate.

«Por favor, que sea salsa de tomate, que sea salsa de tomate».

Llegó un momento en que aprendí a ignorar las manchas y preocuparme más por las que estaban en el techo. ¿Cómo habían conseguir manchar el techo? Mientras mis pensamientos discurrían en ese sentido una figura apareció por el vano de la puerta. Tim se asomó y con una sonrisilla de oreja a oreja entró sin pedir permiso.

    —¿Qué tal estás? —dijo mientras me abrazaba desde detrás y dejaba varios besos por mi cuello; haciendo que con cada uno de ellos mi cuerpo vibrase como guiado por corrientes eléctricas.

    —Estoy bien. Cansada, pero bien. —Giré la cabeza para poder verle y en aquél fugaz instante mis labios sintieron la calidez de los suyos. Nos quedamos así por un buen rato, sólo separándonos para poder respirar. Aún a pesar de que Tim no estaba del todo recuperado y no podía utilizar su brazo todavía, me levantó del sillón en el que estaba sentada—. Oye, te vas a abrir la herida y va a volver a sangrar.

Pero no me hizo caso, únicamente me besó para callarme mientras me llevaba hasta la cama. Me dejó sobre la cama sin parar por un momento de besarme.

    —Tim... —quise pararle pero todo mi cuerpo había perdido su fuerza. Sus labios conseguían desarmarme por completo. No era capaz de negarme a él—. Tim... los chicos.

    —Deja a los chicos tranquilos. Saben arreglárselas perfectamente sin mí. Además —Levantó su cara y me miró con una juguetona sonrisa en los labios—. Están hartos de tenerme cerca y de mal humor por no poder estar contigo. —Sentí mis mejillas arder ligeramente, pero esa sensación pronto fue sustituida por el húmedo recorrido de su lengua por mi cuello—. No sabes lo mucho que he pensado en este momento.

Sus manos se movían hábiles por mi cuerpo, quitando la camiseta y acariciando cada recoveco de mi piel. Arrastró sus labios por mi vientre hasta llegar al borde del pantalón, el cual también quitó. Se irguió, observándome con ojos relucientes y la boca ligeramente entreabierta. Lo único que tapaba mi desnudez era la ropa interior, pero pronto comenzó a estorbar.

Al fin piel contra piel, después de retirar todas y cada una de las prendas, podía sentir su cuerpo desnudo contra el mio, creando pequeñas descargas ahí donde su piel rozaba la mía. Nuestros labios se fundían en apasionados besos, deslizando la lengua de uno sobre la del otro en un delirante juego de dominación.

Sentía calor y humedad, y también podía sentir la dureza que nacía de la necesidad de Tim. Y así pasamos la noche y la madrugada. Sintiendo el calor del que añora y tan sólo fuimos conscientes de que el mundo existía cuando tras los visillos se vislumbraba el Sol del amanecer.

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora