Capítulo XXXXI.

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Era ya media tarde. El Sol aún estaba alto para que el cielo comenzase a teñirse de ese precioso color anaranjado que parecía prender el cielo con fuego. Caminábamos por el bosque Brian y yo, sorteando los árboles mientras buscábamos el último sitio donde vimos a Alex.

Se escuchaba el ligero cantar de los pájaros, así como el sonido agudo de los insectos escondidos entres los árboles. Como un sonido constante se escuchaba también el leve rozar de los zapatos contras las hojas ahora marchitas.

Llevábamos varias horas caminando. Desde que me había reencontrado con Brian no hacíamos más que andar de un lado a otro. Escondiéndonos, realizando enigmáticas misiones. La mayor parte del tiempo, yo me la pasaba escondida. Cuando Brian encendía la cámara yo tenía que apartarme de ángulo de ésta. No podía ser grabada, nadie debía saber de mi. Por lo que me explicó Brian, las grabaciones se solían subir a YouTube como material de investigación. Por muchas y constantes preguntas que le hiciese él seguía reacio a darme más explicaciones. La única respuesta que obtenían mis preguntas era un mal gesto, señal de que estaba a punto de perder la paciencia y la misma frase tras la que siempre se escudaba: "Lo sabrás a su debido tiempo". Me tenía harta con la frasecita.

El paisaje a mi alrededor pronto se volvió más familiar y más pronto que tarde el desvencijado edificio apareció ante nosotros. Las mismas parcelas de pared desconchadas, donde sólo se veían ladrillos y pegotes de hormigón. Entramos dentro. La mitad de las vigas, del ya inexistente techo, estaba tiradas, formando miles de pedazos o extrañas escaleras sin peldaños que te permitían subir a la parte más alta de la pared. Me quedé fuera, mientras Brian encendía la cámara y y buscaba algo. No quería decirme el qué. Al cabo de unos minutos Brian volvió, esta vez con la cara tapada y escondiendo algo en el bolsillo de su pantalón vaquero.

Abrí la boca para preguntarle qué estaba haciendo, pero mis palabras quedaron estancadas en mi garganta cuando le vi llevarse la mano enguantada a la boca cosida en su máscara.

Continuamos andando en silencio, desandando el camino por el bosque.

Ya por la noche conseguimos llegar a un vecindario. Sentí un fuerte apretón en el brazo e inmediatamente un barullo de ramas algo espinosas comenzó a picar mi cuerpo mientras me envolvían.

    —Quédate aquí. No salgas hasta que yo te saque.

Simplemente asentí. ¿Qué más podía hacer? Cada vez que me negaba a quedarme donde él me indicaba comenzábamos una discusión sin fin en la que yo nunca ganaba. Acababa con las manos atadas a un arbusto leñoso y le cara roja de enfado.

Me senté en el suelo mientras observaba desde la seguridad que me proporcionaban las ramas. A veces, en ésas circunstancias me sentía como un gato doméstico arrojado a la calle. No tenía a dónde ir, me pasaba todo el día deambulando de un lado para otro, invirtiendo mi tiempo en nada. Lancé un mudo suspiro al aire, dejando que una ligerísima nubecilla de vaho saliese para desaparecer casi al instante. El sonido de pisadas me alarmó, y sin casi tiempo de reaccionar vi como a mi costado sentía algo cálido. Giré la cabeza, era Brian, y con un minúsculo gesto de cabeza me indicó que mirase la ventana. Dentro, recortado por la luz se veía una silueta observar la calle.

    —¿Quién es?

    —Es Alex.



                                                                                              ***



La luna hacía rato que había salido ya. Sentía mis ojos arder de sueño y las piernas entumecidas por tanto tiempo conduciendo sin apenas descanso. Al entrar por la puerta de la pequeña tienda de la gasolinera una voz femenina me recibió.

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora