Capítulo XIX.

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Pasé una de mis largas manos por mi cabeza, era un gesto que aunque en nada aliviaba mi preocupación, se me había pegado de tanto convivir con los humanos.

Apoyé los puños sobre la mesa y crují mi cuello. Había sido una noche interesante, llena de sorpresas y con imprevistos por todos lados. Mi mente había estado alerta, sin ningún tipo de descanso o tregua. Y aunque mi resistencia era harto superior a la de los hombres, me encontraba cansado. Extendí mis tentáculos, buscando las conciencias cercanas a mi y revisándolas. Pero quizás presté especial atención a una.

Encaminé mis pasos hacia ella, sintiendo que su respiración cesaba. Al abrir la puerta su cuerpo todavía estaba cálido y su corazón latía todavía. Introduje uno de mis tentáculos en su cabeza, busqué el centro respiratorio y volví a activarlo. El enfermo recuperó la respiración y con ella la consciencia durante un fugaz instante, en el que comenzó a gritar y llorar de dolor. Pero pronto cayó rendido, volviendo a dormir profundamente preso de la debilidad.

Me quedé unos instantes delante de él observándolo aunque careciese de ojos. Su pecho se movía con pesadez y los ojos se movían a gran velocidad dentro de sus cuencas.

No sabía si soñaba, lo dudaba.

Salí de la habitación, dejándolo sólo para que encontrase el descanso que tanto necesitaba. Mentalmente grité el nombre de Ben que a los pocos segundos apareció a mi lado, precedido por su característica aura oscura. El fantasma atendió a los mandatos que emitía mi mente.

«Trae a los demás a mi despacho».

    —¿A Jeff también?

«No. Y os prohíbo que os acerquéis a él o habléis cerca de su celda».

Intentó ocultarlo, pero sentía miedo.

    —¿Por qué?

No me planteé responderlo ni por un segundo.

«Obedece».

Desapareció a regañadientes y poco a poco pude sentir cómo se presencia se transportaba de un lado a otro de la casa. Fui hasta mi despacho para descubrir que en el vano de la puerta me esperaban ya mis proxys. Si hubiese sido capaz, hubiese suspirado. Mis siempre fieles proxys. Abrí la puerta y entré, secundado por los tres.

    —Slender... —Masky se atrevió a hablar. Quizás, mi rostro carente de rasgos fuese un problema para la gente común, pero nunca para ellos. Eran capaces de comprender o al menos vislumbrar lo que me ocurría. Al instante cerró la boca y se posicionó al lado de Hoodie, con quien era más afín. A los pocos minutos llegaron los demás. Nina, Eyeless Jack, Lost Silver, Laughing Jack, Ben e incluso Sally.

    —¿Qué pasa Slender? —La dulce voz de Sally rompió el silencio tenso.

Dirigí mi cuerpo a ellos, y colocándome la corbata procedí a hablarles.

    —Nos encontramos en una situación delicada. —Hice una pequeña pausa, observando cada uno de los rostros presentes—. The Pupperteer ha llegado a nuestra puerta. —Todo el mundo se miró, ellos no lo comprendían, pero ahora lo harían—. The Pupperteer busca a Jeff. —En esta ocasión miré a Nina, una de las principales afectadas por esta noticia—. Su objetivo es poseerlo a él. Por el  momento ha estado utilizando a Bloody Painter, pero sabe que la rabia y la obsesión que anidan dentro de Jeff son mucho más fuertes.

    —¿Por qué quiere hacer eso? ¿Para hacerse más fuerte? —Sally volvió a hablar.

    —En efecto, simplemente busca poder. Y no reparará en medios para conseguirlo. —Comencé a andar de un lado a otro del escritorio con calma y continué—. Intenta llegar a nosotros, para poder consumirnos y así poder acceder a Jeff. Si en verdad pensáis que estamos a salvo, ya que no hay forma de acceder a nosotros, estáis terriblemente equivocados. Creo que recordareis que hace unos meses una persona convivió con nosotros. —Alcé la cabeza, observando la expresión de los presentes—. Intenta utilizar a Lara para llegar a nosotros. A partir de ahora nadie saldrá solo a matar. A Jeff no se le contará nada de esto y cualquier suceso sospechoso se deberá comunicar de inmediato.

    —¿Eso es todo? —La voz ronca de Laughing resonó.

    —No. Tenemos otro invitado, Seed Eater. Y casualmente él también ha fijado su vista en ella. —No dije nada más. Tampoco se podía decir mucho. El Seed Eater abandonaría este lugar en cuanto estuviese satisfecho, pero eso, ya lo tenía más que pensado.

Uno a uno fueron abandonando, todos menos mis proxys. Ellos sabían que había algo más. Sin embargo antes de que salieran todos de la habitación una voz pausada habló.

    —Slender... ¿Quién es el hombre de la habitación? —Sin reparo respondí a Eyeless.

    —Se llama Jay, no es comida.

Cerré la puerta tras ellos extendiendo uno de mis tentáculos y giré mi cuerpo de nuevo, pero esta vez hacia los tres chicos apostados a mi lado.

   —Tenéis mucho trabajo.

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora