Chapter 27.

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Desperté en la más absoluta oscuridad, sintiendo un gran bulto a mis pies. Me moví en la cama y un dolor agudo se apoderó de todo mi cuerpo. Intenté llamar a alguien, pero las palabras no salían, solo conseguí emitir un quejido ronco y lastimero que despertó a Smile. Éste se levantó y se fué.

Fuera estaba lloviendo, y las gotas se precipitaban rápidas y furiosas sobre mi ventana. Un trueno sonó a lo lejos. Las noches de tormenta eran mis favoritas, el olor de la tierra mojado me relajaba y la mezcla de los truenos y las pequeñas gotas de lluvia estampándose contra todo aquello que se entrometía en su camino, eran una auténtica nana que me llamaba al sueño.

Unos pasos en el pasillo me distrajeron de la deliciosa melodía que la tormenta tocaba para mí. La puerta de mi habitación se abrió y una sombra entró mientras yo me intentaba acomodar.

Cada movimiento hacía que me marease y pequeños latigazos de dolor se apoderaran de mí.

    —¿Qué tal estás?

Miré sin conseguir enfocar mis ojos.

    —¿Quién eres?

Se acercó a mí, y con una mano me tocó la frente.

    —Soy Hoody, ¿Cómo te encuentras?

    —Me duele mucho.

    —Normal. —Fue hasta mi baño y cogió lo que yo creía el botiquín. Cogió unas pastillas, vendas y desinfectante—. Te voy a cambiar los vendajes, tómate esto.

Me dio unas pastillas y un poco de agua. A duras penas conseguí tragar los medicamentos mientras mis ojos iban enfocando los objetos.

    —¿Qué ha pasado? —Ante mi pregunta él se rio.

    —Pues... Jeff casi te mata, y Slender casi lo mata a él—. Me acordaba de que Jeff me había intentado matar, inconscientemente llevé mis manos a los labios y comprobé que no tenía ninguna sonrisa al estilo de Jeff the killer. Suspiré aliviada.

    —¿Quedarán muchas cicatrices?

    —No, no creo. Bueno, casi todo fueron heridas muy superficiales, tienes algunas más profundas en el omóplato y los brazos. Puede que esas si queden un poco feas en verano. —Me encogí de hombros, de todos modos nadie echaría de menos mi piel antes de las cicatrices.

Terminó de cambiarme el vendaje y con una jeringuilla me pinchó en las piernas.

    —¿Tienes hambre? —Asentí—. Venga vamos.

Me ayudó a levantarme y ponerme algo encima de las vendas. No tenía suficiente fuerza en las piernas, por lo que cada dos por tres me caía sin remedio.

    —¿No quieres saber qué le ha pasado a tu amiga? —Lo miré inquisitiva mientras me subía a sus brazos para bajar la escaleras. Esta vez su sudadera no le tapaba la cara por completo. Sus ojos verdes relucían misteriosos mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa picarona. —Bueno, está bien, Slender nos ha mandado a Masky y a mí a vigilarla.

    —¿Os conoce ya o la vigiláis a distancia?

    —Bueno, no se lo digas a Masky, pero yo ya me he dado a conocer.

    —¿Qué no me diga el qué? —Masky se asomó al recibidor desde el salón, sin la máscara puesta y con cara de sospecha.

    —Que eres mariquita.

    —Más marica eres tú.

Hoody le sacó la lengua mientras me llevaba a la cocina. Me dejó al lado de la nevera y cogí algo de zumo y un poco de lo que parecía comida hecha por Slender. Desde luego no tenía muy buena pinta.

Un sonido grave seguido de un golpe me sobresaltó. Provenía de la despensa. Miré a Hoody, y éste se estremeció.

    —Lleva dos días pegándole. Está realmente enfadado...

Un sentimiento extraño se apoderó de mí.

«Le están pegando por mi culpa».

«Casi te mata estúpida».

«Tengo que decirle que le deje».

«Ni se te ocurra, casi te mata. Deja que Slender le castigue».

Me ignoré a mí misma, y con pasos tambaleantes me dirigí a la despensa, pero ahí no había nadie.

«El cuarto de prácticas».

Fui hasta la puerta, y me caí haciendo que se cayesen conmigo un par de latas de conserva. Me levanté todo lo rápido que pude antes de que Hoody llegara para alejarme del lugar.

    —Lara, déjalos.

    —No, necesito demostrar algo. —Abrí la puerta con cuidado y me asomé.

Slender estaba de pie, con el traje lleno de sangre, a sus pies estaba Jeff, moribundo, atado con unos grilletes por ambas manos al suelo. Alrededor de ellos solo había sangre. Slender me miró, atónito. Me evaluó de arriba a abajo, con gesto sorprendido.

    —¿Estás...

    —Bien, gracias. Por favor, no te rebajes a su nivel, Slender.

    —Necesitas descansar, y no es bajar a su nivel. Tiene que ser castigado.

Tomé un cuchillo, el mismo con el que Toby se había cortado el antebrazo para que aprendiera a coser heridas. Me acerqué a Jeff el cual me miraba con cara de odio y agotamiento extremo. Desgarré lo poco que quedaba de su sudadera y hundí el cuchillo justo por debajo de su clavícula, dibujando en su piel una sonrisa de dientes puntiagudos. Con cada grito de Jeff las lágrimas se me escapaban.

    —Ya está, si yo luzco tatuajes tuyos tú también lucirás tatuajes míos. —Para mi gran sorpresa él sonrió, aunque no estoy muy segura. Le miré atentamente. Si Slender continuaba a solas con él lo mataría. Tenía profundos cortes en los brazos y las piernas, el pecho completamente amoratado. La cicatriz de su sonrisa era una fuente que no paraba de manar sangre. 

Cogí la llave de los grilletes, que estaba en la misma mesa en la que estaba antes el cuchillo y abrí los grilletes. Intenté levantarlo, y del esfuerzo algunas de mis heridas se abrieron de nuevo. Conseguí que se pusiera en pie y apoyase el peso sobre sus pies. Caminamos lentos, dando tumbos constantemente, hasta que por fin llegamos a su cuarto. Le quité los jirones que eran su ropa y lo metí a la ducha, con los calzoncillos puestos. Le lavé las heridas directamente en la ducha y cuando su boca dejó de sangrar de forma tan alarmante lo llevé hasta la cama. Tardé aproximadamente dos horas en desinfectar, coser y vendar todas sus heridas.

A cada momento intentaba hablar, pero el terrible dolor que le provocaba la cicatriz abierta se lo impedía. Cuando al fin terminé, lo tumbé, cogí unas inyecciones de antibiótico y morfina y se las apliqué en el brazo. Me quedé esperando a que la morfina le dejara dormido, mientras me aseguraba de que la herida de su boca no se abriera de nuevo.

«¿Por qué?» y como si hubiese conseguido leer mis pensamientos dijo:

    —Porque eres mía. —Acto seguido sus ojos perdieron luz, le coloqué el antifaz para que pudiera dormir. Me paré un momento y me apoyé en la cama. Bajé la cabeza y lo besé en los labios. Sentí sus manos moverse y una de ella agarró suavemente mi cadera. Me separé sin esperar nada más y me fui de la habitación. Intentando averiguar si realmente me hablaba a mí o estaba alucinando por el dolor. Si me hubiese querido matar de verdad, ya estaría muerta, no lo dudaba.

Entré en mi habitación, y justo cuando me metí en la cama alguien llamó a mi puerta.

    —¿Puedo pasar?

Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora