Capítulo XXXXV.

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Brian me llevó hasta una universidad. Robó un coche para que pudiésemos llegar. Pero lo abandonamos varios kilómetros antes de llegar al campus.

Caminamos sigilosos y rápidos, y fuimos directamente hasta un pequeño pasillo de mantenimiento. Nos colamos por él y Brian me llevó hasta la tapadera de lo que parecía una red de alcantarillas. Nos colamos dentro y tras lo que a mi me parecieron horas andando, salimos a un pequeño cuarto de baño. Por lo poco que me contó, habíamos llegado a un edificio, el Benedict Hall. Me tomó de la mano y me hizo moverme por lo pasillos. Estaban completamente derruidos, y parecía que un paso en falso podría hacer que parte del suelo desapareciese bajo nuestros pies.

    —Lara, pronto todo volverá a la normalidad. Podremos volver a casa.

Le miré sorprendida, no era algo normal escuchar a Brian hablar en un tono tan dulce como el que utilizaba en ése momento.

    —¿Y Tim y Jay?

    —Ellos también. Pronto podrás estar con ellos, y te recordarán—. Me tomó por una última vez de la manos con una de las suyas mientras con la otra abría la portezuela metálica de lo que parecía un armario—. Pase lo que pase, veas lo que veas y oigas lo que oigas —me hizo entrar en el armario y comenzó a subir su pasamontañas—. No salgas de aquí hasta que yo llegue.

La puerta se cerró ante mi, dejando tan solo unas pequeñas marcas a modo de respiradero y como única abertura para que pudiese ver. Escuché los pasos de Brian alejarse y una densa sensación de pesadumbre me invadió.

Las horas pasaban, mientras los ruidos dentro del edificio hacían que mi cuerpo temblase como una hoja movida por el viento. Para mi sorpresa Brian volvió a mi lado. Tenía la cara destapada, y en su rostro se podía observar una marcada decepción.

    —¿Qué pasa?

Por toda respuesta me abrazó. Pasamos la noche ahí, escondidos, esperando... No sabía qué estábamos esperando, Brian no me lo quiso decir. Pero cuando la escasa luz del amanecer empezó a colarse por la ventana baja de la habitación Brian desapareció.

El ambiente resultaba claustrofóbico, no sólo por estar dentro de un armario tantas horas. Era una vibración que recorría el ambiente, un sonido y un sentimiento que calaba hondo en el cuerpo y comenzaba a torturar mi alma. Mi cabeza parecía a punto de explotar y los sonidos a mi alrededor comenzaron a resultarme ensordecedores. Algo atravesó mi cuerpo, en concreto mi cabeza, y aparecí fuera del armario. Un ser, alto y con un rostro blanco y carente de rasgos me sostenía con lo que parecían unos tentáculos. Uno de ésos apéndices se acercó a mi cara y poco a poco se fue introduciendo en mi cabeza. La presencia de este ser comenzaba a tomar sentido dentro de mi. El miedo que atenazaba mi cuerpo pronto se vio difuminado como una nube de humo en el aire. Slenderman, su nombre resonaba por cada célula de mi cuerpo, mientras los recuerdos que tantas veces habían chocado contra un muro invisible, ahora se veían claros.

    —Habéis traicionado mi confianza.


                                                                                                       ***



Salí bisturí en mano por los pasillos mientras en mi cabeza se entremezclaban los pensamientos.

¿The ark? ¿Qué era eso? ¿Qué tenía que ver Alex con ello?

Mientras avanzaba no podía quitarme de la cabeza que ésa era la habitación que estaba buscando Tim. No sólo Alex sabría más de esto. Estaba seguro de que Tim sabía más, mucho más de lo que en un principio me había hecho creer.

Fui directo a al Benedict Hall, pero la puerta estaba cerrada. ¿Cómo iba a encontrar a Alex si no podía entrar? La nota ponía Benedict Hall, debía estar muy cerca de algo.

La paranoia pronto de apoderó de mi, aunque en ese momento yo no era consciente. Miles de planes retorcidos comenzaban a deslizarse por mi mente, intentando desquiciar mis nervios. Si querían que fuese a ese lugar, ¿por qué estaba cerrado? ¿Querían ponerme a prueba? La cabeza comenzaba a dolerme y me di cuenta de que no solucionaría nada quedándome ahí, parado en frente de la puerta.

Crucé a calle y fui hasta el edificio en el que había encontrado al enmascarado. No me iba a rendir tan fácilmente, conseguiría entrar ahí aunque fuese lo último que hiciese. No podía soportar esa vida por mucho tiempo más. Estaba cansado de sentirme perseguido, engañado. De no poder confiar en la gente y de no saber qué les había pasado a mis seres queridos.

Encontré una habitación perfecta; una de las ventanas daba directamente hacia la puerta del Benedict Hall. Acerqué una silla a la ventana y me senté, con la vista fija en la puerta y la cámara enfocándome a mí. Pasé así toda la noche; pensando en las múltiples posibilidades de cómo quienes yo creía mis amigos, me habían engañado y ocultado información.

Me sentía triste, vacío. Mirándolo en retrospectiva me parecía que mi vida jamás volvería a ser normal. Aunque para mi mala fortuna, tampoco recordaba cómo era mi vida antes de que Alex me diese sus cintas.

Alrededor de las diez de la mañana Tim apareció. Con su típico cigarrillo humeante en la boca. Cruzó la calle y fue directo al Benedict Hall, donde, para mi sorpresa, la puerta se abrió ante él.

Cogí la cámara lo más rápido que me permitían mis temblorosas manos. Temblaba de miedo y de emoción. Miedo por lo que pudiese encontrarme dentro de ése edificio. Emoción porque al fin esa maldita puerta estaba abierta. Estaba muy cerca, más cerca que nunca. Creía que por fin podría averiguar qué era lo que ocurría. Salí del edificio, y procurando que Tim o cualquier otra persona no me viesen, entré en Benedict Hall.

Nada más entrar la estampa era desoladora. La entrada se veía colapsada por maderas caídas, trozos de hormigón, ladrillos y cristales rotos. Acceder a la parte superior y así subir las escaleras era prácticamente imposible. Bajé por un pequeño hueco que se abría entre dos maderos y me encontré con una casi total oscuridad. Deambulé por las habitaciones y pasillos. Todos estaban en ruinas y prácticamente parecía que el suelo se hundiría bajo mis pies o que el techo caería sobre mi cabeza.

Seguí caminando, pero en mi interior comenzaba a crecer una sensación extraña. Algo iba mal, algo se estaba torciendo. Mi corazón empezó a latir con mayor fuerza, y mis piernas me llevaron solas hasta un angosto pasillo; de paredes desconchadas y con el suelo cubierto de cristales rotos. Fue entonces cuando un ruido a mi espalda hizo que todos los pelos de mi cuerpo se erizasen. Volteé mi cuerpo, y enfoqué la cámara a donde yo creía que estaba la causa de aquél ruido.

Por unos segundos pude sentir cómo mi corazón se paraba, dejaba de latir para luego reemprender su actividad de golpe, soltando con aquél latido toda la adrenalina.

    —¿Alex? —mi voz se vio secundada por el sonido de disparos. Sentí el dolor, y el calor del disparo en mi vientre; pero antes de dejar escapar un grito de dolor, apreté los labios y utilicé mi, quizás último grito, para darme impulso y salir corriendo de ahí. Mientras intentaba apretar la herida de mi estómago para que dejase de sangrar, llevaba en la otra la cámara. 

Mis movimientos eran torpes, pero conseguí llegar a una habitación alejada. Me tiré al suelo y apoyé la espalda contra la pared. Mi mano estaba empapada de sangre y un sudor frío recorría todo mi cuerpo. El dolor me cegaba y debía contenerme para no perder la poca compostura que me quedaba en un momento como ése. Pero, no fue mi herida la que me hizo perder los nervios por completo; fue un torbellino de recuerdos, en los que el rostro de la chica de cabellos cobrizos cobraba sentido y significado. Lara, recordaba la primera vez que nos vimos, las muchas tardes que había pasado en su casa. El incidente en el que Alex había disparado al Operador y ella había acabado en el hospital. Recordaba al chico de la sudadera blanca y recordaba también aquél ser, sacado de un cuento de terror que había perseguido a Lara por todo el bosque y al que me había enfrentado.

Lara, cómo podía haberla olvidado. Mientras notaba como mi vista se volvía borrosa, pude distinguir la altísima silueta y el blanquísimo rostro sin rasgos. La negrura me engulló y vi desaparecer la habitación a mi alrededor, mientras un nuevo rostro comenzaba a dibujarse en el aire.


Slave of Creepypastas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora