Cap 3; El Jinete Fantasma y Lágrimas de Dolor

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- ¿Eso es todo? - Terry pregunto, tomándose un trago de vino que se encontró entre la comida.

- ¿No crees que eres muy joven para estar bebiendo? - cuestionó Stear y pues Terry lo ignoro procediendo a volver a tomar otro sorbo del licor, haciendo que Stear suspirara. - Bueno. Contestando tu pregunta, si, eso es todo.

- ¿Quien creen que pudo dejarnos esto? - pregunto Anthony, viendo como Archie no dejaba de tragar. - ¡Con más cuidado idiota! - regaño, entregándole un vaso de agua a Archie quién, como deben de imaginarse, se estaba atorando.

Terry ignoro a sus compañeros de cuarto, dirigiendo la mirada a la ventana, a la cual se acercó para observar la hermosa luna.

El peli-negro fruño el ceño al escuchar un movimiento de hojas, para poder ver o tratar de ver que andaba por ahy el joven saco su cabeza viendo para los lados, inspeccionando cada rincón entre la oscuridad.

Su mirada fue dirigida a una colina que estaba cerca al escuchar un relinche de caballo, y dicho alli en aquella colina estaba un caballo negro como la oscuridad de la noche con ojos rojos como el mismo infierno, pero esos no eran los únicos ojos que lo veían. Obviamente, cada caballo tiene su jinete encima por lo cual quien sea que estaba sentado en la silla del caballo tenía su ojos (c/o) que por alguna razón brillaban bajo la capucha que tenía puesta, estaban clavados en los de Terry quien solo observaba como otros jinetes salían detrás del primero.

El relinche del caballo negro se escuchó nuevamente cuando esté se paró en sus dos patas traseras mientras el jinete, alzó una mano para luego hacer que su caballo se fuera los demás siguiendo.

- ... maldita sea ¡Terry! - escuchó su nombre volteando a ver la persona que lo llamaba vio a Stear, bien estresado. - Vamos, a la cama. Ya es tarde y no queremos que Luis nos mate.

El peli-negro solo asintió, apagando la lámpara y acostarse aún con aquel jinete extrañó en mente

~ En el castillo ~

Sollozos se podían escuchar por todo el castillo, solo eso. En la sala del trono, estaban las tres princesas abrazándose entre si mientras lágrimas resbalaban por sus delicadas mejillas, también estaba el rey quien estaba adolorido sentimentalmente y al igual que sus hijas algunas pequeñas lágrimas salían de esos pobre ojos tristes, mientras que en una esquina, estaba Elisa juntó a su mucama cruzada de brazos, pero esperando lo peor del rey.

- ¿Cómo pasó está, Elisa? - pregunto finalmente el rey a la castaña.

- Es culpa de la sirvienta, yo siempre tuve la situación bajo control. - se defendió.

- Y si tenías la situación bajo control ¿porque fue María quien le llevo la cena?

- Pues, porque la que le tocaba anoche estaba enferma.

- ¡¿Y no se supone que debías mandar a alguien que ella conoce!? - exclamó el rey extremesiendo a los presentes. - ¡¿No se supone que eres la encargada de la servidumbre!? - el rey se levantó del trono, caminando a un paso acelerado hacia la castaña.

- Mi señor, yo--¡ack! - la castaña fue interrumpida por el rey, quién tomó agarre de su garganta para apretarla y presionarla contra la pared.

- ¿No se supone que estabas encargada de cuidar a mi hija.? - pregunto él despacio, apretando la garganta de la castaña más fuerte cada segundo.

- Padre, suficiente. - habló la mayor de las princesas, Candy. - Así, no traeras a mi hermana devuelta.

El rey se quedó callado soltando a la castaña quien cayó al suelo inconsciente, para luego marcharse de la sala. La princesa Candy soltó un suspiro secando el resto de sus lágrimas, manteniendo la compostura de una princesa.

- Guardias. - llamo en una voz firme, obtenido la atención de los guardias presentes. - Lleven a la reina a sus apocentos, atiendanla y asegurense que descanse.

Los guardias asintieron, ejecutando las órdenes de la rubia y llevarse a la mujer desmayada.

- Candy. - la dulce voz de su hermana llamo, haciendo que la nombrada voltiara a ver a sus dos hermanas menores. - ¿Porque? ¿Porque la hermana María? - pregunto Annie abrazando más fuerte a Patricia, un par de lágrimas frescas salieron de sus ojos.

- Porque ella no la conocía. - razonó la mayor, sus ojos también volviéndose a cristalizar con nuevas lágrimas.

- ¿La volveremos a ver, verdad? - Patricia pregunto con esperanza, recibiendo una triste sonrisa de su hermana quien corrió hacia ambas para abrazarlas lo más fuerte posible.

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora