Cap 108; La Charla

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La luna ya había salido para cuando Terry decidió salir de la ducha con una toalla alrededor de su cintura y otra en la cabeza, también decidió mirar fuera de su ventana lo hermoso que se veía el exterior cuando es alumbrado por la luz plateada, le traía paz y lo hacía relajarse después de la tremenda arrechera que había pasado más temprano.

- ¿Cuándo será el día en el que se te va a quitar esa mala costumbre? - cuestionó su madre al recostarse sobre el marco de la puerta, haciendo que su hijo se riera levemente. - No te rías Teirus, podrías enfermarte. - regaño, pero ni ella misma pudo aguantar la risa.

- Hace calor. - se quejó, acariciando a su águila quien también veía el exterior junto a él.

- Tremendo frío que hace y este pendejo tiene calor, ¿no te digo pue'? - soltó un mofido, hiyendo al baño para ducharse ignorando completamente la carcajada que tenía su hijo.

Una risa distinta, llamo la atención del peli-negro y provocó que este asomara completamente su cabeza para dirigirla, hacia cierto balcón cercano.

- ¡'Amá! - llamaron los gemelos con una gran sonrisa, tratando de subirse al muro para sentarse. - Ma'~ - pero luego se quejaron, al ser bajados de las alturas mientras ellos fruñian el ceño con pequeño punchero.

T/N sólo río levemente ante su comportamiento, acariciandoles la cabeza para luego ver el cielo lleno de estrellas. El cielo que fue testigo, de un amor naciente entre ellos. El cielo, que ahora es testigo del dolor interno de ambos enamorados.

Terry estaba perdido, sin darse cuenta se había quedado viendola por unos diez segundos sólidos hasta que la rebelde sintiera su mirada y decidiera dirigirle la mirada pero él, sólo se escondió.

Hubieron unos segundos de silencio, hasta que un gruñido adormilado se escuchó. - Voy Leo. - la princesa le respondió, entrando nuevamente a sus aposentos, mientras sus hijos le seguían.

El joven suspiro aliviado cuando los escuchó entrar y dejar el balcón en total silencio, se asustó. Se asustó cuando pensó que la menor lo pillaría mirándola, también se asustó—de una forma sana— cuándo escuchó por fin su voz,; extrañaba tanto oirla. Tanto la extraña, que su mente decidió recordar el tiempo en donde creyó que la había perdido por un mes haciendo que se asustara aún más, por todo lo que él más ama en este mundo, ruega que nada le pase a ella o a su madre.

Pero dejando esos malos recuerdos a un lado, el peli-negro comenzó a vestirse para pagarle una visita a su padre aunque no quisiera ya que lo que menos desea, es oír la voz de su madre reclamandole hasta dentro de su tumba.

Se pasó una de sus manos por su cabellera negra, viéndose con flojera su reflejo en el espejo; traía puesto un mono gris que estaba por sus caderas y dejaba ver claramente una parte de sus boxers, una caminata planamente blanca que le quedaba algo holgada pero lograba cubrirlo del frío y escondía sus músculos y por último, unas chanclas negras —ósea, no era necesario que se vistiera tan formal para ver a su viejo además, se irá a dormir después de la charla. Le hecho una mirada a su querido Dai —su águila —quién dormía en su respectivo palo, también le hecho una vista al pasillo del baño de dónde provenía el sonido del agua lo que indicaba, que sus madre aún se duchaba. Soltando un suspiro, salió del cuarto sin decir nada; sabiendo muy bien que su madre sabrá a dónde se ha ido su mocoso.

Cerrando con cuidado la puerta, sumergió sus manos dentro de los bolsillos de su mono para luego comenzar a dirigirse hacia los calabozos, a un ritmo lento y perezoso. No quería ir, enserio no quiere hacer esto. Los pasillos en su camino estaban en completo silencio mientras se acercaba aún más a aquella puerta que era vigilada por un soldado, eso no era lo que le importaba, lo que le llamó la atención; fue el hecho de que desde los calabozos, podía oír el hermoso sonido de la armónica ser tocada en un patrón que él conoce bien.

- ¿Aún toca? - se detuvo en frente de la puerta, quedándose en silencio mientras escuchaba la medolia por unos segundos más.

- ¿A quién busca? - el soldado alzó una ceja al ver al peli-negro allí.

Terry miro al soldado, tragando ondo —su orgullo hiyendose a su estómago en el proceso. - Richard Grandchester. - respondió.

El soldado asintió lentamente, dándose la vuelta para abrir la puerta e indicarle al menor que le siguiera cuando esta estuviera abierta. Terry obedeció, adentrándose en el calabozo que estaba completamente vacío —sólo con unos lindos y pequeños ratones que rodeaban por allí. Enserio, ¿pa' que tienen calabozos si no los van a usar?

Su caminata llegó a su fin, literalmente hasta la última celda, mientras Terry veía aquel hombre que estaba sentado en una esquina con su armónica en los labios.

- ¡Eh! ¡Grandchester! - el soldado le llamó la atención, cortando la práctica con el instrumento.

Eh allí estaba el hombre que buscaba, su vestimenta siendo casual mientras que su pelo negro comenzaba a tornarse blanco por las canas, al alzar su cabeza, sus ojos azules conectaron con los zafiros iguales de su hijo quién estaba algo nervioso, provocando que este corriera hacia las barras y las aguantaran con desesperación. - Terrence.

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora