Cap 40; Un Secreto Oscuro

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- Listo. - suspiro por fin el peli-azul cuando finalizo con el movimiento de sus manos las cuales aún reposaban sobre la espalda de la princesa.

Le ardía, le ardía demasiado. Era como si le estuviesen marcan con acero en fuego, su columna y espalda baja también le dolían ya que el reptil se empeñó más fue en destrozarlas. Con respiración agitada vio como Terry aún le sostenía la mano con dulzura mientras le sonreía, ella también le devolvió el gesto con algo de dificultad mientras dejaba que el mayor le besara la frente.

Eric observaba aquella silenciosa conversación que ambos menores tenía mientras él trataba de calmar al león que tenía al lado, para él y la pandilla se le era obvio que el peli-negro quería a su jefa solo que ella no se ha dado cuenta y de vez en cuando, a ellos le entran los celos.

Un toque a la puerta lo alarmó. - ¿Eric? - el rey llamo. - ¿Se puede pasar? - pregunto, por lo que el peli-azul fue abrirle dejando a entrar a los parientes de su jefa-sin olvidar que cierta castaña también entraba de mala gana. - ¿T/N? - llamo a su hija quien gruñó en fastidió sin soltar la mano del Grandchester, dándole a entender a todos que estaba bien.

Eric se sento en un sillón que estaba en el cuarto, despreocupado. - Su columna vertebral no sufrió algún dañó grave, milagrosamente. - comento con una leve sonrisa. - Pero pueda que sus caderas, le causen algo de dolor. - miro de reojo a Albert y Neil, quiénes sonrieron pícaramente.

La señora Elroy suspiro aliviada. - ¿Cómo fue que ocurrió esto, T/N? - le pregunto a la menor.

- Estaba llevando a Maritza al puerto. - dijo, llamándole la atención a su madrastra. - Y mientras regresaba, la anaconda me atacó. - cerro sus ojos.

- Ah, si. - se acordó el menor de los Leagan, sacando una carta de su saco. - Maritza dejo esto para usted, su majestad. - le entrego el sobre al mayor.

- Esperen, esperen. - Eliza llamo la atención de todos. - ¿Cómo que Maritza se ha ido? - pregunto, dirigiendo su mirada a la espalda de la cuarta princesa. - ¿Y porque no la detuviste? - fruño el ceño.

La princesa sabía que la castaña se dirigía hacia ella, por lo que ladeó un poco su cabeza. - No podía obligarla, quería irse hacia que la acompañe. - respondió calmada.

- Mm, aquí dice que tenía que atender a su madre que está enferma. - dijo el rey, aún viendo la carta que tenía en sus manos. Eliza le arrebato el papel de las manos sin aún creerlo, leyó lo que su mucama había escrito y su respiración se agito. - Todo estará bien. - trato de consolarla el mayor.

- ¡No, no lo está! - se alejo de él bruscamente mientras veía a la princesa, aquella mirada alarmó a Terry quien apretó la mano de la menor, mientras que Leo comenzaba a gruñir. - ¡Te hubieras muerto! - le gritó, provocando que el felino se le parara en frente para amenazarla. - ¡Alejen a esa cosa de mi!

- Eliza, por favor comportate y ve a tus apocentos. - la señora Sara le dijo a su hija, al ver que está iba a discutirle le miro feo para que se fuera de mala gana. - Mis disculpas, T/N por sus palabras. - le hizo una pequeña reverencia a la menor.

- No hay de que disculparse. - le aseguro. - Está pasando por una situación muy dolorosa para ella, en especial con los horribles síntomas del embarazo. - le recordó haciendo que muchos asintieran, aunque...

Eric sonrió divertido al escuchar aquellas palabras de entendimiento, Neil tuvo que moderse la lengua para no soltar una carcajada y Albert le sonreía al techo. Éstos tres hombres, sabían muy bien lo que significaban aquellas hermosas palabras de la menor.

- Habra que encontrarle una mucama nueva. - suspiro el rey, viendo como sus hijas mayores miraban con tristeza a su última hija. - T/N no podra hacer las cosas por un tiempo, y eso no le va a gustar a muchos. - sonrió mientras recordaba lo impacientes que son Satanás y Leo, aunque su mirada cayó sobre el joven sirviente que le sostenía la mano a la rebelde. Aquella mirada en los ojos azules del Grandchester, el suave masaje qué le hacía en la mano con el pulgar-no era duda, y tampoco podía creerlo. - Terry. - le llamo con una sonrisa, ganándose la atención del nombrado y la de su hija menor. - Acompáñame un rato. - le ofreció con una sonrisa amplia mientras veía, como el peli-negro miraba algo dudoso a su hija mientras ella le soltaba la mano.

~

- ¿A dónde vamos su majestad? - el joven le pregunto al mayor cuando salieron de la habitación de la rebelde, dejando que los demás le acompañarán.

El rey río levemente ante la pregunta del joven. - Lo que voy a mostrarte joven Terry, será un secreto que quiero compartir contigo como muestra de agradecimiento por salvar a mi hija. - le sonrió, ignorando como el peli-negro arqueaba una ceja confundido mientras le seguía; creyó que el rey le ofrecería dinero o algo pero jamás se esperó ésto-tampoco iba aceptar oro por salvarle la vida a su amiga-. Ambos entraron a la sala del trono la cuál contenía un total seis tronos. - ¿Sabés quién gobernará las tierras de Inglaterra al yo morir, Terry? - le pregunto.

El peli-negro volvió a alzar una ceja. - ¿La princesa Candy? - contestó sin entender el sentido de esto.

- Por supuesto, el primogénito es quien siempre heredera el trono. - asintió. - Pero eso no ocurrirá en mi caso.. - sonrió mientras veía su trono.

Terry parpadeo unas cuantas veces, literalmente confundido. - ¿Y quién será la próxima reina, su majestad?

El rey lo miro raro. - Creí que ya sabías la respuesta. - rio levemente, el menor aún confundido. - T/N. - sonrió, haciendo que los ojos del menor se engrandecieran. - T/N, sera la gobernante de Inglaterra y de todo el mundo.

La Pequeña Rebelde Del Grandchester (G. Terry x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora